Por: Ed. Dr. Claudia Viveros Lorenzo
Todos nos equivocamos. Y tenemos el derecho a tener una segunda
oportunidad. Pero para algunos la disculpa se ha vuelto un hábito. Y esto
conlleva una conducta tóxica. Pues su uso nos lleva a la puerta falsa. Sé puede
incurrir en faltas, total, luego hay la posibilidad de disculparse y asunto
arreglado.
Este tipo de situaciones las describo como la cultura de la disculpa. Y
este modus vivendi, nos resta conciencia y responsabilidad de nuestras
acciones. Incluso hay quienes abusan del método. No quiero restar peso a las
disculpas que son sinceras, bien pensadas y sentidas. A esas que se dan de
forma relevante y pensadas. Hoy estoy hablando de las disculpas que arrasan y
arrastran. Esas donde el protagonista resta responsabilidad a su actuar
egoísta, en donde solo se piensa en sí mismo, y luego se quiere rectificar o
incluso, mediante la disculpa se quiere convencer al otro que haber actuado
como lo hizo, era lo mejor y que no podía desaprovechar la oportunidad y por
ello, hay que otorgarle entendimiento y sopesar.
Para que una disculpa sea sincera, se supone que debe tener tres
objetivos: arrepentimiento ante lo sucedido, reconocimiento de la
responsabilidad e intención de reparar el daño. Si usted no detecta ninguno de
los tres, no detenga su camino y deje atrás al espécimen que quiere tomarlo
como víctima de su hecho.
En el ámbito administrativo y hay que ser muy cuidadoso y no caer en esta
cultura. Pues esto llevaría a un caos constante e infinito. Si usted quiere
algún día llegar a ser un buen líder jamás debería plantearse la posibilidad de
la disculpa después de un acto que usted mismo sabe que hizo con toda la
voluntad de ganar. Y es que el buen líder siempre debe inspirar confianza, y no
es de confiar alguien que mediante el recurso de disculpase y pasar la página,
incurre en errores garrafales.
Ojo, no hay que confundir la disculpa con el pedir perdón, son cosas
diferentes, del perdón hemos hablado en otras entregas en otras semanas, y es
un tema mucho más profundo. Hoy estoy acercando, el hecho superficial de querer
remediar fácilmente lo que hacemos a nuestro favor, y hacer creer al prójimo
que en su bondad entenderá que necesitaba actuar como lo hizo y que se lamenta.
Ojo porque hay mucho alacrán manipulador, que cree que sus “pequeñeces”
siempre pueden ser remediadas y olvidadas fácilmente. Y ojo también, esta no es
una posición soberbia, no estoy incitando a la altivez, no, estoy incentivando
al respeto mutuo y real. En donde, si alguien no sabe detenerse y actúa en
ventaja y desde una posición individualista, hay que dejarlo seguir su camino,
para que tenga todo el tiempo y recurso para hacer lo que le plazca y nosotros,
también todo el espacio para construir sin ellos, sin dramas. El que se
disculpa una vez y obtiene lo que desea, siempre estará preparando la
siguiente, total, ya conoció el camino y podrá ir y venir cuantas veces se le
permita. Nos leemos la próxima semana.
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