Por: Oscar Velit Bailetti.- Especialista en Seguridad Ciudadana.
En los últimos
meses se ha generado una discusión sobre la seguridad. En mi opinión, eso es
bueno ya que se pone en la mesa un debate sobre la seguridad como un valor
social, en el que toda la sociedad participa de los aciertos y los errores de
la administración en esta materia. Tenemos que partir de la base de que la
seguridad es un derecho fundamental ligado directamente a la libertad.
Pero, ¿cuándo una sociedad se plantea la percepción
de la falta de seguridad? La respuesta es fácil: cuando ve comprometidas
acciones tan simples como sentirse segura a la hora de dar un paseo por una
zona determinada, dejar nuestros hijos menores un poco de autonomía y salir solos,
pero, sobre todo, se pregunta por el hecho de cómo una sociedad de primer
orden como puede tener problemas de inseguridad en sus calles.
Los medios de comunicación y los comunicados
oficiales de la policía que actúan en nuestra ciudad, nos hablan de peleas,
robos, agresiones sexuales, tráfico de drogas, etc., ya sea en forma de
denuncia o información directa de las autori-dades.
Como siempre, la sociedad, en materia de seguridad,
no percibe ninguna problemática hasta que esta se hace latente en forma de
problemas reales en la seguridad pública, percibiendo que su entorno
relativamente seguro y predecible se desestabiliza en formas delincuenciales
de alta o baja intensidad.
En este contexto es cuando se hace tangible la
inseguridad ciudadana como un problema social y el miedo a los delitos
cometidos en espacios públicos, antes seguros, se traslada a las personas que
los sufren, pero también a su entorno y a los distintos ámbitos sociales como
pueden ser el trabajo, centros educativos y zonas de ocio.
Vivimos en un mundo que cada vez demanda más
seguridad y no hablo solo de seguridad ciudadana, hablo de seguridad en los
comercios, en las transacciones económicas, en la sanidad, en nuestras
relaciones sociales y si nuestras autoridades no la proporcionan, la sociedad
se vuelve insegura y vulnerable al miedo.
La sociedad percibe la seguridad ciudadana de dos
formas: la objetiva y la subjetiva. La primera es la tangible, la que manda a
un chico de 18 años al hospital después de recibir una paliza por el solo hecho
de pasar por una determinada zona, o la detención de un joven con muchos
antecedentes policiales y que sigue delinquiendo sin temor alguno a las
repercusiones de sus actos. La segunda, la no tangible, nos habla de la
sensación de inseguridad que se transmite entre los ciudadanos tras conocer
sucesos violentos o delincuenciales en su entorno más próximo. Esta segunda es
más peligrosa por su efecto líquido.
Está claro que en estos momentos nos enfrentamos a
un problema muy real, los fríos datos así lo indican, pero sobre todo nos
enfrentamos a sensaciones que antes no se vivían de esta forma. La delincuencia
generada por jóvenes que se mueven en el arco de los 14 a los 24 años es un
problema que tenemos sobre la mesa, un problema del siglo XXI que no podemos
afrontar con herramientas del siglo pasado.
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