Conozco a algunos
que adoran el bajo perfil. Son pocos los que lo hacen con la real convicción de
no necesitar ningún tipo de reconocimiento. Los que se encuentran en ese
círculo, merecen toda mi admiración. Pero hay otros, que viven de la mentira, y
por lo mismo, recurren al bajo perfil para escabullirse de todas sus fechorías
y para ir sorteando, miles de situaciones “chuecas” en las que están
involucrados.
Y estas situaciones
no necesariamente tienen que ver con actos delictivos. Aquí entra un “modus
vivendi” que está de la mano a la mentira. Se engolosinan, les llega a gustar
tanto, que luego ni siquiera pueden delimitar entre lo que es real y lo que no.
Mienten y se enredan con tal facilidad que son fantasmas de barro, espíritus
chocarreros, que al final, acaban mal, muy mal. Yo sé que no todos somos
felices ante una cámara, o con los reflectores encima, y por favor no me mal
entienda, cuando hablo de los mentirosos que manejan el bajo perfil, me refiero
a esos, que no tienen una imagen digital, correcta, por ejemplo. Aquellos que
buscan seudónimos, que celan enfermizamente sus datos, que nunca dan detalle de
sus vidas, (seguramente porque viven dos o tres distintas). Es horrible. La
mayoría de las personas a su rededor se dan cuenta, y solo los toman como lo
que ya describí arriba: pobres fantasmas. Esta gente por regular también vive
enferma, porque existe algo importante e invaluable que se llama conciencia, y
esa, aunque muchos dicen no conocerla, la tenemos todos. Es nuestro peor juez.
Nos habla todo el tiempo y de ella no tenemos escapatoria.
Tan bonito que es no
tener nada que ocultar y ser transparente (ojo, esto no quiere decir que uno
debe andar contando tooooodo lo que hace, tiene o aspira a ser) pero es muy
reconfortante saber, que jamás se podrá tapar el sol con un dedo. Vivir con la
paz que te da la verdad, hace que el espíritu se sienta reconfortado y
agradecido de estar sin situaciones tergiversadas, que puedan provocar malos
entendidos, o disgustos por ocultar o cambiar la verdad. Cuando pienso en este
tipo de personas, me dan mucha pena, imagino la triste vida que llevan, pues ha
de ser tristísimo no compartir, pero sobre todo, engañar.
Engañar a quien no
se lo merece, a quien pueda ofrecer amistad y cariño sincero y luego lo que es
peor, decepcionar. La decepción quiebra cualquier situación, y esta vive de la mano
de confianza, así que ¡imagínese! Lo terrible que es caer en algo así.
Nadie es tonto,
muchas veces nos hacemos, en la búsqueda, si… también, de paz, para no entrar
en debates ni conflictos que realmente no valen la pena, pero la mayoría sabe
detectar a estos especímenes campeones olímpicos del engaño, y lo único que se
acaba haciendo con ellos, es
sobrellevarlos y así como ellos juegan a engatusar, uno, juega con ellos,
a burlarse de los pobres, al solo
observar sus intentos y distanciarse de esa desventajosa posición de embustero
a la que no deseamos cerca.
La verdad nos hace
libres, la mentira, te encierra en una cárcel con cadena perpetua, en la que
solo se obtiene obscuridad y soledad. En esta vida solo hay de dos caminos, y
es mejor caminar con autenticidad, aunque eso cueste uno que otro descalabro,
al toparse con los falsos. Mi mamá desde chiquita me enseñó que siempre,
siempre, hay un “yo te vi”, así que mejor ni le busque, que la almohada de la
imperturbabilidad, es la mejor pastillita para dormir tranquilo.
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draclaudiaviveroslorenzo@gmail.com
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