sábado, 2 de mayo de 2020

Camino a casa




                                                                                             Por: Alfredo Pachas
“Quiero volver a mi tierra”, son estribillos que se escuchan. - en estos días. - en los terminales o en las carreteras de salida de Lima, incluso en los paraderos o en las afueras de otras regiones escapando al interior del país. Cáfilas que han decidido hoparse. -como en la hégira de Mahoma. -antes de morir en tierras lejanas. Gente sin dinero, sin trabajo, sin comida, algunos desvalidos o imbeles; en suma abandonados a su suerte. Atrás quedaron. -como en la melodía. – “las locas ilusiones que lo sacaron de sus pueblos para ver la capital ...” Como despertando del sueño profundo en la que se retrataban ilusionados en busca de un futuro mejor, se veían realizados, exitosos. Desde luego que algunos pocos lo han logrado, muchos. -casi la mayoría. - al menos tenían trabajo, ropa, comida y un lugar donde dormir. Otros, los informales vivían el día a día. Todos ellos cual nómadas migraron de sus pueblos escapando de la violencia terrorista, de los desastres de la naturaleza, huyendo de la inopia, en busca de un trabajo, muchos jóvenes que migraron por razones de estudio, otros fueron por motivos de salud y, de pronto todo se derrumbó. Como contradiciendo a Calderón de la Barca: la vida no son sueños, no lo son, son realidades. Híncame o “tócame, soy realidad”, dijo jocosamente un díscolo futbolista. Aquellos caminantes que hoy regresan a casa ven truncados su destino, algunos aún. - como decía el poeta Lanston Hughes… “se aferran a sus sueños, sin darse cuenta que cuando ellos. - los sueños. - mueren, la vida se transforma en un pájaro con sus alas rotas que dejan de volar…”. “el único destino seguro es la muerte “decía un poeta...” el desengaño de ésta vida me apena”, decía otro. Todos los caminantes tienen historias diferentes, pero las razones del éxodo a la capital son comunes, como lo son los esfuerzos o sacrificios de sus padres, de su familia, sí pues, porque allá en el interior del país, en las zonas rurales más inhóspitas, en los viejos caminos de tierra, los hombres del campo, los pobres indígenas, gentes humildes de la costa, sierra y selva se “sacaban la mugre” desde el “canto del ga-llo” hasta el anochecer. Otros vendían sus tierras, sus vacas, sus cosechas ahorrando para lograr un futuro mejor para sus hijos. Todo lo narrado ocurre en el Perú profundo, el “Perú real”, donde. - como lo señaló alguna vez J. C. Mariátegui. - ….” Los humildes no tienen mayores condiciones de vida, ni acceso a la justicia, ni a la salud, ni a la educación; viven. - como en la canción. - mirando cómo pasa el tiempo, como sopesando su dilema de siempre: o quedarse viviendo en la pobreza o migrando a las ciudades donde sus hijos tendrían mayores posibilidades de vida ...“ De pronto todo cambia por culpa de ésta maldita idiopatía. El sino al que anhelaban o el destino al que se dirigían era el futuro al que imaginaban como un paraíso o el edén al que creían haber llegado y que el paso por la vida solo era cuestión de esperar que el éxito llegue. Hoy vuelven a casa decepcionados como si hubieran bebido un jarope, sin recursos, sin nada. “cero balas”, en modo “chihuán”, solo con sus sueños e ilusiones envueltas en una maleta listas para tirarlos al río, ver como cae al vacío y se lo lleva la corriente. Que importa, empezarán de cero porque allá en el rancho grande, en la chacrita pan no ha de faltar y, al menos de hambre no morirán. Hoy solo quieren volver a casa para ver a sus padres antes que mueran, abrazar a sus hermanos, los amigos de infancia, ver el barrio querido, el campito de tierra, volver a correr  por los pastos, caminar a pie descalzo, bañarse en “corito” en el río o en la acequia chica encima de un tallo de plátano y jugar en la orilla con sus escarchas y rogarle a los apus que llueva  y haga más fértiles sus tierras o pedirle al Inti que suelte sus energías para que los llene de optimismo o suplicarle a la diosa Quilla (la luna) que ilumine la noche para poder pasear por la plaza del pueblo.
Todos esos recuerdos es lo único que los mantiene vivos, saben que mañana cuando despierten sus ojos y vean que siguen viviendo comprenderán el enorme valor de la vida. Saben que van a empezar de nuevo y prometerán que ésta patria querida se volverá a levantar cual ave fénix. Por ahora lo único que desean es VOLVER A CASA.

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