
Pasó el tiempo y
cada día su cariño se acrecentaba, y sí alguien con niños llegaba de visita el
ponía especial atención en ellos; pasaron los años y el Bam-Bam me recibía siempre con esa alegría
especial de él, frotaba su rostro en mis piernas, me seguía amoroso juntó con los demás, pero los años fueron pasando y fueron poco a poco haciendo mella en su organismo, empezó a
desplazarse lentamente, sus ojitos ante alegres, eran tristes, pero trababa siempre de demostrar su alegría, era ya un anciano, un, venerable anciano que aún
con sus deficiencias propias de la edad mantenía un espíritu joven, mostrando,
sus dientes en una sonrisa perruna, le gustaba ser
acariciado, sus momentos de alegría que lo llevaban a tratar de correr detrás
de su compañerita Lulú, y el Chino para ir hasta el corralito. De pronto
sus patitas no tenían ya la fuerza de la juventud, se
caía y sus ojos clamaban el auxilio, lo cogía en brazos y lo
llevaba hasta donde él quería ir.
Su apetito era normal, pero fue decayendo poco a poco, hasta que ya
no podía pararse, sus ojitos casi blancos ya no veían, pero reaccionaba a la
voz a los olores, y así llegó el día 21 de marzo, ya no pudo pararse más ni
para hacer sus necesidades, es por ello que opté por cargarlo y llevarlo hasta
su lugar preferido en mi dormitorio, y con su colita me llamaba para que le
limpie las heces y la orina, descansaba y, reaccionaba a las caricias, al suero
que aplacaba su sed. Al amanecer del día 25 de marzo llamó nuevamente con su
colita que golpeaba tres veces y siendo la 1.35 de la madrugada, para ser
limpiado y haciendo un gesto de mucho dolor arrojó sangre por el hocico y se
quedó tranquilo había partido mi engreí-do, el hijo de cuatro
patas, el leal amigo al que solo le faltaba hablar, al mas fiel al que sentía que mi salud estaba mal, se acurrucaba a mis o me lamía dándome tranquilidad o tal vez que
me quería curar.
Al amanecer colocado desde el momento de su muerte en una Vi e ja
camita acariciando su cabecita le rogaba a Dios, lo tuviera a su lado, pues se
lo merecía, y a las 10. 35 am. procedí a sepultarlo en una huerta de mis amigos
Talla en la famosa Toma de Cala.
Esta crónica es para que Uds. sepan amar y querer hasta el último
momento a nuestras mascotas, no maltratándolas, no botándolas a la calle para
que ellos se alimenten en la basura o
utilizando a las hembras para comercializar sus crías, ellas tienen que ser
amadas, respetadas, protegidas y ahora
en es-tos momentos de emergencia, aprovechemos la oportunidad para darle todo
el cariño que ellos necesitan, no teniéndolos amarrados, o encadenados, sino
dándoles el respeto, que necesitan. A ellos, solo les falta hablar, para
decirnos lo que sienten por nosotros o lo que necesitan, que les duele o tal
vez contarnos algo.
Bam-Bam representaría para mí una parte muy grande de mi familia pues se convirtió en una de esas grandes compañías que nutren
nuestras vidas, nunca fue un perro agresivo, nunca se comportó mal ni con los
visitantes o con las familias, hoy solo queda el recuerdo de este gran compañero que debe de estar en algún otro
cuerpo reencarnado como lo dicen las creencias hindúes y que algún día
estaremos juntos nuevamente.
GIACOMO DEL PIAMONTE
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