Por: Oscar Velit Bailetti.- Especialista en Seguridad Ciudadana
Éste es un material para que un profesional que sabe
poco o nada del tema pero que se enfrenta a un caso de abuso sexual infantil
tenga herramientas y conocimientos suficientes para saber reaccionar ante él.
Mi intención es proporcionar recursos a estos profesionales, no un dominio absoluto
de la cuestión que sólo se puede tener como especialista. Pero lo más
importante, todos conocemos el dolor de los niños y niñas, padres, hermanos,
familiares en general y como ciudadanos por ellos y en nombre de ellos. Hay que
hacer algo, hay que parar esto. El maltrato infantil, (maltrato
físico, negligencia y abandono físico, maltrato y abandono emocional, abuso
sexual, agresión sexual, exhibicionismo, explotación sexual infantil), se
define como acción, omisión o trato negligente, no accidental, que priva al
niño de sus derechos y su bienestar, que amenaza y/o interfiere su ordenado
desarrollo físico, psíquico o social y cuyos autores pueden ser personas,
instituciones o la propia sociedad. Casi todos los tipos de maltrato aparecen
combinados con otro u otros, excepto en el caso de la negligencia. Y/ o, en
numerosas ocasiones, los comportamientos de agresores y agredidos son muy
similares en las diferentes clases de maltrato.
Ya sea por acción o por
omisión, procedente de los poderes públicos o privados y de la actuación de los
profesionales al amparo de la institución, que vulnere los derechos básicos del
menor, con o sin contacto directo con el niño. Se incluye la falta de agilidad
en la adopción de medidas de protección o recursos. Los profesionales de todos
los ámbitos, incluido el judicial, han de tener claro que hay formas de
coerción que pueden resultar tanto o más dañinas para el niño o niña que el
empleo de la violencia en el episodio de abuso sexual infantil. Todas las
instituciones deberían desarrollar líneas de trabajo que incluyan formación a
profesionales, sensibilización social, evaluación de programas y estudios de
incidencia relativos a todas las tipologías de maltrato, incluidas la
negligencia y el maltrato psíquico.
Para que se cometa un
abuso sexual infantil, se describen cuatro condiciones para que este se
produzca: Primera condición, relacionada con la motivación del agresor para cometer
el abuso. En este sentido, los estudios establecen distintas categorías de
motivaciones en los agresores sexuales, cada uno de los cuales desarrolla un “modus
operandi” diferente : Por una parafilia sexual. Por repetición
transgeneracional de experiencias previas de abuso en la infancia. Por un componente psicopático de personalidad. Por
trastorno de control de los impulsos. Pedófilo exclusivo, por fijación obsesiva
con un objeto sexualizado. Segunda condición,
relacionada con la habilidad del agresor para superar sus propias inhibiciones
y miedos, recurriendo para ello al alcohol y las drogas. Tercera condición, por
la que se vencen las inhibiciones externas o los factores de protección del
niño. Cuarta condición, que le permite vencer la resistencia del niño, para lo
que se recurre al uso de la violencia, de la amenaza, del engaño y de la manipulación.
En este punto, hay menores especialmente vulnerables como los niños con
discapacidades, puesto que en algunos casos su capacidad para oponer
resistencia se ve seriamente mermada o como el caso de los menores de tres
años. Se deberían promover programas de sensibilización social que incrementen
el conocimiento sobre el abuso sexual infantil y erradiquen las falsas
creencias sociales que están en la base de una visión distorsionada del
problema que posibilita que las personas e instituciones lo nieguen o se
inhiban ante él. .. Todas las instituciones deberían promover la realización de
estudios de incidencia de abuso sexual infantil en las distintas Comunidades
Autónomas, estableciendo además un registro unificado de casos en las mismas,
si se quiere tener una visión real de la magnitud del problema en nuestra ciudad.
Pese a la elevada incidencia de abusos sexuales a
menores, no hay pruebas de que en la actualidad haya más casos que hace 40 ó 50
años. La detección sí ha sufrido un aumento importante, pero no puede
asegurarse de que la incidencia también haya crecido. Además, sabemos que se
conocen sólo entre el 10 por ciento y el 20 por ciento de los casos reales. Los
abusos sexuales a menores son, por lo tanto, más frecuentes de lo que
generalmente se piensa, aunque es necesario precisar que en estos porcentajes
se incluyen desde conductas sexuales sin contacto físico (por ejemplo, el
exhibicionismo) hasta conductas más íntimas como el coito anal o vaginal. Así,
uno de cada cuatro casos de abusos sexuales infantiles consiste en conductas
muy íntimas y exigentes, como el coito vaginal o anal, el sexo oral y la masturbación. Es importante
dejar claro que la mayoría de los abusos sexuales son perpetrados por personas
cercanas y conocidas por el niño, muy a menudo de su propia familia, o amigos
de los padres, vecinos, etc.
Los estudios prueban que se abusa más severamente y con
mayor violencia en el caso de las niñas, además de que la edad de inicio del
abuso también es menor en su caso. La edad de máxima incidencia de casos de
abuso, tanto en niñas como en niños, suele ser de los 6 a los 12 años. Debemos
destacar igualmente la prevalencia mayor del abuso sexual infantil entre los
niños con discapacidad física o psíquica. Un niño con este tipo de características
tiene tres veces más de probabilidades de sufrir un abuso sexual que cualquier
otro niño.
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