martes, 10 de marzo de 2020

ABUSO SEXUAL INFANTIL Prevención y Programas de Tratamiento I




                        Por: Oscar Velit Bailetti.- Especialista en Seguridad Ciudadana
Éste es un material para que un profesional que sabe poco o nada del tema pero que se enfrenta a un caso de abuso sexual infantil tenga herramientas y conocimientos suficientes para saber reaccionar ante él. Mi intención es proporcionar recursos a estos profesionales, no un dominio absoluto de la cuestión que sólo se puede tener como especialista. Pero lo más importante, todos conocemos el dolor de los niños y niñas, padres, hermanos, familiares en general y como ciudadanos por ellos y en nombre de ellos. Hay que hacer algo, hay que parar esto. El maltrato infantil, (maltrato físico, negligencia y abandono físico, maltrato y abandono emocional, abuso sexual, agresión sexual, exhibicionismo, explotación sexual infantil), se define como acción, omisión o trato negligente, no accidental, que priva al niño de sus derechos y su bienestar, que amenaza y/o interfiere su ordenado desarrollo físico, psíquico o social y cuyos autores pueden ser personas, instituciones o la propia sociedad. Casi todos los tipos de maltrato aparecen combinados con otro u otros, excepto en el caso de la negligencia. Y/ o, en numerosas ocasiones, los comportamientos de agresores y agredidos son muy similares en las diferentes clases de maltrato.
 Ya sea por acción o por omisión, procedente de los poderes públicos o privados y de la actuación de los profesionales al amparo de la institución, que vulnere los derechos básicos del menor, con o sin contacto directo con el niño. Se incluye la falta de agilidad en la adopción de medidas de protección o recursos. Los profesionales de todos los ámbitos, incluido el judicial, han de tener claro que hay formas de coerción que pueden resultar tanto o más dañinas para el niño o niña que el empleo de la violencia en el episodio de abuso sexual infantil. Todas las instituciones deberían desarrollar líneas de trabajo que incluyan formación a profesionales, sensibilización social, evaluación de programas y estudios de incidencia relativos a todas las tipologías de maltrato, incluidas la negligencia y el maltrato psíquico.
 Para que se cometa un abuso sexual infantil, se describen cuatro condiciones para que este se produzca: Primera condición, relacionada con la motivación del agresor para cometer el abuso. En este sentido, los estudios establecen distintas categorías de motivaciones en los agresores sexuales, cada uno de los cuales desarrolla un “modus operandi” diferente : Por una parafilia sexual.  Por repetición transgeneracional de experiencias previas de abuso en la infancia.  Por un componente psicopático de personalidad. Por trastorno de control de los impulsos. Pedófilo exclusivo, por fijación obsesiva con un objeto sexualizado.  Segunda condición, relacionada con la habilidad del agresor para superar sus propias inhibiciones y miedos, recurriendo para ello al alcohol y las drogas. Tercera condición, por la que se vencen las inhibiciones externas o los factores de protección del niño. Cuarta condición, que le permite vencer la resistencia del niño, para lo que se recurre al uso de la violencia, de la amenaza, del engaño y de la manipulación. En este punto, hay menores especialmente vulnerables como los niños con discapacidades, puesto que en algunos casos su capacidad para oponer resistencia se ve seriamente mermada o como el caso de los menores de tres años. Se deberían promover programas de sensibilización social que incrementen el conocimiento sobre el abuso sexual infantil y erradiquen las falsas creencias sociales que están en la base de una visión distorsionada del problema que posibilita que las personas e instituciones lo nieguen o se inhiban ante él. .. Todas las instituciones deberían promover la realización de estudios de incidencia de abuso sexual infantil en las distintas Comunidades Autónomas, estableciendo además un registro unificado de casos en las mismas, si se quiere tener una visión real de la magnitud del problema en nuestra ciudad.
Pese a la elevada incidencia de abusos sexuales a menores, no hay pruebas de que en la actualidad haya más casos que hace 40 ó 50 años. La detección sí ha sufrido un aumento importante, pero no puede asegurarse de que la incidencia también haya crecido. Además, sabemos que se conocen sólo entre el 10 por ciento y el 20 por ciento de los casos reales. Los abusos sexuales a menores son, por lo tanto, más frecuentes de lo que generalmente se piensa, aunque es necesario precisar que en estos porcentajes se incluyen desde conductas sexuales sin contacto físico (por ejemplo, el exhibicionismo) hasta conductas más íntimas como el coito anal o vaginal. Así, uno de cada cuatro casos de abusos sexuales infantiles consiste en conductas muy íntimas y exigentes, como el coito vaginal o anal, el sexo oral y la masturbación. Es importante dejar claro que la mayoría de los abusos sexuales son perpetrados por personas cercanas y conocidas por el niño, muy a menudo de su propia familia, o amigos de los padres, vecinos, etc.
Los estudios prueban que se abusa más severamente y con mayor violencia en el caso de las niñas, además de que la edad de inicio del abuso también es menor en su caso. La edad de máxima incidencia de casos de abuso, tanto en niñas como en niños, suele ser de los 6 a los 12 años. Debemos destacar igualmente la prevalencia mayor del abuso sexual infantil entre los niños con discapacidad física o psíquica. Un niño con este tipo de características tiene tres veces más de probabilidades de sufrir un abuso sexual que cualquier otro niño.

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