Para los que amamos el cine, ver la entrega anual de los premios
Oscar de la Academia, es como ver el súper bowl, o como una final de la UEFA
Champions League. Nos armamos de todas las botanas, bebidas, y el sitio más
cómodo, para presenciar desde la alfombra roja, hasta el último minuto del
show, en donde se premiara, a lo mejor de la producción cinematográfica del año
anterior.
Este 2020, ha sido un año histórico, pues por fin una cinta, en un
idioma distinto al inglés ha logrado ganar la estatuilla a mejor película. La
surcoreana “Parásitos”, se llevó cuatro premios, incluyendo, mejor director,
mejor película internacional, mejor guión original y mejor película. Si no la
ha visto, por favor corra a la sala más cercana a disfrutarla, porque en verdad
que es una obra maestra.
Pero más allá de su excelente calidad, lo más trascendental, es la
historia y el mensaje que nos trae: el mundo estereotipado y sumergido en
discriminación y clasismo en el que estamos ahogándonos cada vez más. Es un
poco más de dos horas, su director, Bong Joo-Ho, nos sienta a pensar cómo es
que sin darnos cuenta, todos en algún
momento hemos sido parásitos sociales y hemos practicado alguna de las
conductas que nos expone. Desde el auto que usamos, el colegio al que nuestros
hijos asisten, la ropa que vestimos, la comida que comemos, nuestros círculos
amicales y los conceptos enraizados entre el bien y el mal, están influidos en
el dinero. Lo perseguimos y hacemos hasta lo inimaginable con tal de obtenerlo
y sobrevivir dentro de esta sociedad que nos marca, día a día que debemos
adorarlo más que a un Dios. El dinero nos transforma, muchas veces, no a todos;
pero si a muchos, es horribles monstruos que creen que por tenerlo, saltamos a
un nivel especial, en donde nuestra sangre se transforma y por alguna extraña
razón se vuelve más rica en plaquetas, que el que no lo tiene, (léase lo de las
plaquetas como sarcasmo puro, por favor). Y aunque no nos de mucha tranquilidad
y comodidad, definitivamente, en una convivencia sana, no debería estar
inmiscuido. Todos somos exactamente iguales. Sentimos, necesitamos, deseamos,
sufrimos, etc., por igual. Nada nos hace especial, y mucho menos papel moneda
ni hierro forjado en forma circular. El
respeto y el bien hacer deben ser parte fundamental en la educación
ofrecida en el seno familiar, además de enseñar a otorgar el valor real, que un
billete puede tener.
Urge aprender a preocuparse por el otro, considerar sus requerimientos
como personas que están dentro de una at-mósfera cercana, sea cual sea, la
labor que estos desempeñen en el rompecabezas social en el que estemos
inmiscuidos.
El cuerpo del que vende tacos, como del que recoge por las mañanas
la basura, así como el de Bill Gates o Carlos Slim, está compuesto exactamente
igual al de cada uno de nosotros.
Nada nos hace superior a nadie, y por lo tanto no tenemos el
derecho a etiquetar, señalar ni estereotipar la labor, lenguaje, olor,
educación o forma de vida. Este nuevo siglo se ha distinguido por la lucha por
los derechos de las minorías, pero nos falta mucho trecho por recorrer, y solo
con educación y amor, podremos superar este cáncer tan dañino, que nos separa y
nos fomenta sentimientos de odio y lo que es peor, un odio, mal infundado y
hasta incomprendido, bañado de ignorancia y fuertes sentimientos de inseguridad
personal.
Después de ver parásitos, le aseguro que quedará sensibilizado y
muchas reflexiones que-darán en su cabeza, las cuales lo llevarán a un reforzamiento
de valores y principios humanos.
Y aquí me detengo a tocar el tema de Ingrid Escamilla, la joven que
fue brutalmente asesinada de cinco puñaladas esta semana por su pareja y luego
degollada. Un acontecimiento más de violencia de género que impactó a todos, y
del que no se ha dejado de hablar. Una mujer que durante años vivió violencia e
incluso después de morir a manos de este hombre desquiciado, el cual no se
conformó con quitarle la vida, sino que ni su cuerpo respetó después de haberla
aniquilado, también está sufriendo la innegable violencia de los medios, que
sacaron a la luz, terribles imágenes de su cadáver.
El morbo obviamente vende, y genera ganancias, sin importar la
dignidad de esta mujer y sus familiares, gente sin escrúpulos, filtró las
fotografías que todos hemos visto y que mucho seguirán compartiendo. En redes
sociales no faltó tampoco las opiniones violentas, enjuiciando la relación de
la chica con este hombre casi 20 años mayor que ella, y hasta burlándose del
acto del que fue víctima. Qué poca empatía. Qué pocos valores morales, Cuánto
nos hace falta por crecer y aprender a amar al prójimo y entender y respetar el
dolor ajeno.
Esto también nos convierte en parásitos, en virus mortales, algunos
creo que pueden ser mucho más letales que el coronavirus. Es por ello que es tan importante acercarnos
al arte, en cualquiera de sus expresiones, lo invito a ver buen cine, teatro,
danza, a leer, pero sobre todo, acercarse a conocer al prójimo, sea cual sea su
situación, para dejar de ser parásitos sociales.
Ed. Dr. Claudia Viveros Lorenzo
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