martes, 24 de junio de 2014

Poesía Eucaristía de la obra Legado de Luz”


“Eucaristía” una de las poesías que forma parte de la obra “Legado de Luz”, Palabra y Obra para la eternidad de la M. Edith de la Cruz Cuzcano OP, que será presentada el viernes 27 de junio, por el Colegio dominico, Reina del Santísimo Rosario.
EUCARISTÍA
Te adoro, Señor,
Porque eres digno de adoración;
Te adoro porque eres amor,
¡ esencia pura,
hecho concreto de amor !
Te adoro, Trinidad indivisible,
comunión de tres,
unidad perfecta,
comunión de Amor,
¡Amor, sólo Amor!
Te adoro por todos
Los que olvidan adorarte.
Te adoro por tiempos que  no te reconocí
Y el tiempo que perdí.
Te adoro por los días de tristeza
que me impidieron verte,
y en la bruma de mis tinieblas
y en mi oscuridad
no te adoré.
Te adoro por mis horas de autosuficiencia
En que mi egoísmo no te vio.
Te adoro por mis días de ceguera
En que mi yo de soberbia
No me dejó verte y adorarte.
Te adoro por mis días de alegría
que se perdieron en mi humanidad
olvidando que venían de ti
para refrescar el corazón,
y no te adoré.
Te adoro por mis días de felicidad
que no se enraizaron en Ti
y solo pensé en mí,
y no te adoré.
¡Te adoro!
¡Te adoro!
¡Te adoro!
Mientras despierta el alba,
Despacio y en puntitas de pie,
cuando las aves ha sorprendido al amanecer,
¡yo te adoro, Señor!
Y me uno al amanecer,
Tan solemne  y respetuoso,
Y me uno al coro de los pajarillos
Para adorarte otra vez.
Mientras los hombres despiertan
a la rutina de un lunes o martes
para volver a la tarea de todos los días,
y los autos empiezan a correr,
y el mundo también,
me uno al coro de todos los hombres,
me uno al coro de todos los días,
para adorarte también.
Mientras el nuevo día mantiene
la alegría de la humanidad
y, también, las pruebas y el dolor,
me uno a ese coro que se levanta sin saberlo,
y te vuelvo a adorar.
Mientras hay una mano que todavía se extiende
Siguiendo la intuición de su corazón,
Y aún hay muchas que cierran,
Intentando que las mías se
mantengan abiertas,
Te adoro, Señor, te adoro.
Mientras pasan despacio los días
Cuando hay dolor,
Y son cortos y breves (al parecer)
Los del sol,
Aunque parece que el invierno se hace largo,
te adoro, Señor.
Y en los días de primavera,
y en los días de calor,
en otoño y en el frío,
te adoro, Señor.
Mientras el día se termina
de despertar
con tantos conflictos, y parece todo caos, sé que te quedaste conmigo
y con toda la humanidad.
Allí, en el sagrario
Y en el corazón,
¡te adoro, Señor!
Te adoro, pedazo de Hostia,
hondura y misterio,
encerrado en el sagrario
donde sólo la fe te ve.
Te adoro, pedazo de Pan
Escondido en el tabernáculo,
pasión de la cruz,
silencio infinito
donde solo el amor te ve.
Te adoro, Dios encarnado
En el trigo molido,
comida, alimento y fuerza
donde sólo te comprende
el que tiene fe.
Adoro esa teología
de tu simplicidad.
Te adoro, cercano y gozoso,
porque el corazón de niño
te halla en esta profundidad
solo abriendo los ojos,
solo dejándote hablar.
Te adoro, mi Dios, como un niño;
te adoro, mi Dios, como un hijo
que se sabe amado del Padre.
Te adoro, Señor,
te adoro otra vez.
Te adoro, Señor de rodillas;
te adoro, Señor, puesta en pie;
inclino mi cuerpo para adorarte,
inclino mi corazón también.
Te adoro con toda mi mente,
Con mis ojos y con mi vida, Señor,
Y hasta la sangre que corren en mis venas
La siento bullir por Ti.
Te adoro, Señor;
te adoro, mi Dios.
no hay otro canto
en mis labios ahora,
que adorarte con el corazón.
No hay melodía que cante
sino para adorarte, mi Dios.
Amén.


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