Raúl Sotelo Lévano
Tenía 46 años, y era el hombre más joven en ser elegido
presidente de Estados Unidos, y el único católico en ocupar la Casa Blanca. El
22 de noviembre de 1963, John Fitzgerald Kennedy y su esposa Jacqueline se
desplazaban en una limusina descapotada por una avenida de la ciudad de Dallas,
donde iba a dar un discurso.
Eran las 12:30 de la tarde, cuando sonaron unos disparos y
dos balas alcanzaron al presidente, una en el cuello y otra en la cabeza.
Llevado prontamente a un hospital cercano, JFK fue declarado muerto a la 1.00
pm. La policía entro en acción de inmediato y a la hora capturo e identificó
como autor del crimen a Lee Harvey Oswald, un trabajador del depósito de libros
de donde se presume salieron los disparos.
El domingo 24 de noviembre, cuando el detenido era trasladado
a la cárcel, el sujeto Jack Ruby, que operaba un club nocturno en Dallas, sin
que nadie lo obstaculice, le disparo a quemarropa. Oswald murió dos horas después
Los hechos ocurridos luego formaron una especie de telaraña
donde se tejieron diversas hipótesis sobre las causas reales que motivaron el
asesinato del presidente de la nación más poderosa del planeta.
La investigación que realizó el FBI, llamada la Comisión
Warren, encabezada por Earl Warren, presidente de la Corte Suprema, determinó
que Lee Harvey Oswald actuó solo, y que disparo tres veces desde de una ventana
del sexto piso del depósito de libros. Pero, la opinión pública estadounidense
expreso sus dudas. Existían razones para sospechar que detrás del atentado
existió toda una organización criminal decidida a ultimar al presidente
Kennedy, y que Oswald solo fue una pieza
más y acabo siendo un chivo expiatorio. La interrogante que cobró inusitada
fuerza fue ¿Por qué lo mataron a pocas horas del crimen y a manos de un oscuro
personaje ligado a la vida nocturna? Simplemente para que no abriera la boca y
pusiera al descubierto la identidad de los autores intelectuales.
Han pasado 50 años desde entonces, y a la duda sigue allí vigente.
Existen en una oficina 50 mil documentos relacionados al asesinato del
presidente Kennedy, y que aún se mantienen en el más estricto secreto. ¿Algún
día se sabrá la verdad? Quizás sí, quizás no.
Los restos de John F. Kennedy reposan en el cementerio nacional
de Arlington, cerca del rio Potomac, en las proximidades del Pentágono. A
diario centenares de personas visitan su tumba, que está al lado de la que
ocupa su esposa Jacqueline.
Otro si digo: El extinto Nicolás Atilio Defino Puccinelli,
que fuera presidente de la federación Peruana de Futbol y gestor directo de la
construcción de la Villa deportiva Nacional en Chincha, denominada hoy como
Videnita, una denominación diminutiva, carente de significación y que no dice
nada, merece un justo y merecido homenaje. Su nombre debe figurar en lo alto de
la entrada principal de tal complejo deportivo.
Será un justo reconocimiento a nuestro comprovinciano, que
siempre tuvo presente a la tierra que lo vio nacer, y que dejó como legado tal
obra a la juventud de hoy y de siempre.
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