Por: Oscar Velit Bailetti.- Especialista en Seguridad Ciudadana
¿Acaso nos estamos acostumbrando a vivir en la inseguridad y la violencia
?- Con mucho estupor ;y conformismo de otros, noto que nadie reclama nada sobre
la inseguridad que persiste en nuestra ciudad, salvo alguna excepción. Ni
siquiera nuestras autoridades hablan de los factores que contribuyen a la
inseguridad y violencia.
Esta violencia, que tiene su origen en las actividades de la delincuencia
organizada y cuyas manifestaciones hemos des-crito en anteriores artículos , es
una realidad compleja, difícil de explicar en una sencilla relación de
causalidad; es también una realidad multidimensional, que toca distintos
ámbitos de la vida, en los que debemos descubrir los factores que contribuyen a
su existencia y sobre los que se debe intervenir, para prevenirla, atenuar sus
efectos y atender a las personas más vulnerables.
La economía es uno de los ám-bitos
en los que debemos buscar los factores que contribuyen a la existencia de la
violencia organizada. La desigualdad y la exclusión social, la pobreza, el
desempleo, los bajos salarios, la discriminación, la migración forzada y los niveles
inhumanos de vida, nuestra ciudad se ha llenado de gente que proviene de
Ayacucho, Cuzco, Huancayo, Huancavelica, Huanuco y hasta de Colombia , entre
otros que exponen a la violencia a muchas personas: por la irritación social
que implican; por hacerlas vulnerables ante las propuestas de actividades ilícitas y porque favorecen, en quie nes tienen dinero, la corrupción
y el abuso de poder. El contexto de la actividad económica es el de la
globalización. Este fenómeno no es, a priori, ni bueno ni malo; dependiendo de
cómo se gestione propiciará la redistribución de la riqueza o el incremento de
la pobreza y la desigualdad. La globalización ha favorecido
la difusión y el fortalecimiento de un modelo de economía de mercado que se ha
mostrado incapaz de resolver, como lo pretendía, todos los problemas sociales.
Si bien, en este contexto, este modelo de economía ha propiciado el
crecimiento económico de algunos sectores productivos, también ha originado, el
deterioro de sectores vulnerables, que apenas han podido subsistir o que han
sido excluidos de una economía moderna que no se interesa por aspectos
fundamentales de la vida social y económica como son el derecho al trabajo, la
conservación de los recursos naturales y la preservación del medio ambiente. La
democracia no ha alcanzado la economía y no se ha consolidado un mercado justo
y solidario. Las oportunidades no son las mismas para todos. Vemos como
empresas extranjeras realizan trabajos en nuestra ciudad y quienes se benefician?
solo los de construcción civil, para muchos jóvenes desocupados no hay
vacantes. Los productos agrícolas se encarecen por los intermediarios. Grandes
empresas trasnacionales, en competencia desigual, sacan del mercado a las empresas
medianas y pequeñas. Los precios no son fijados por la oferta y la demanda sino
por quienes tienen el control del mercado. La economía local y regional
se corrompe por la interrelación de grupos mafiosos y grupos de interés.
En las actividades económicas el imperio de la ley del más fuerte es una forma
de violencia que genera frustración y rencor social.
Esta situación se ha profundiza do
por el progresivo deterioro de la capacidad adquisitiva de los trabajadores;
por el incremento del desempleo; la falta de condiciones favorables para la
micro, pequeña y mediana empresa; la caída en la calidad de vida, la corrupción
endémica,la paulatina disolución de las clases medias y la concentración de
riqueza en pocas manos
Esta distribución desigual de la riqueza abona el sustrato para la
delincuencia organizada. Los negocios ilícitos, que implican graves riesgos,
ofrecen la perspectiva de tener jugosas utilidades en breve plazo. Esto es una
tentación para quienes se encuentran en el límite de la so-brevivencia y
excluidos de los procesos productivos. También lo es para quienes quieren sostener
un estilo de vida suntuosa que excede las posibilidades que da un nivel de
ingresos ordinario. La necesidad y la ambición exponen de igual manera a pobres
y ricos a buscar ganancias sin importar su procedencia, ni los riesgos y costos
humanos que implican. La desigualdad provoca una honda insatisfacción y
sensación de injusticia, que es la puerta de entrada de la violencia y por consiguiente,
de un clima de inseguridad.
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