La Municipalidad de Lima y el Gobierno Regional de Ica celebran el segundo aniversario del plato bandera con una gran feria gastronómica
La ciudad de
Chincha se viste de fiesta y trasladó su sabor a Lima para celebrar el segundo
aniversario de su plato bandera: la inigualable carapulcra con sopa seca
chinchana, un manjar que trasciende el paladar y refleja la historia e
identidad cultural de toda una región.
En el marco de este aniversario, la Municipalidad de
Lima y el Gobierno Regional de Ica presentaron la Expo Chincha, que se realizó
en el emblemático pasaje Santa Rosa del centro histórico de Lima. Fue una
oportunidad para que los emprendedores, los artistas y los amantes de la
gastronomía chinchana compartan y celebren la riqueza cultural del departamento
de Ica.
Entre las actividades programadas destacan la
degustación de más de 500 porciones de carapulcra con sopa seca chinchana, así
como danzas típicas que reflejarán la alegría y el espíritu del pueblo
chinchano.
La carapulcra y la sopa seca, conocidas cariñosamente
como el manchapecho, constituyen un legado gastronómico declarado de interés
público y prioridad regional mediante la Ordenanza Regional N.º
016-2021-GORE-ICA. Este reconocimiento busca posicionar la gastronomía
chinchana a nivel local, nacional e internacional, llevando el sabor de Ica a
cada rincón del mundo.
La historia de la sopa seca se remonta a 1880, con la
llegada de los inmigrantes italianos a las fértiles tierras de Sunampe, en
Chincha. Inspirados en las pastas europeas, los mestizos locales adaptaron los
ingredientes peruanos y españoles para crear una pasta única. Por su parte, la
carapulcra tiene raíces que se hunden en la época preinca, en el distrito de
Grocio Prado. La papa fresca, su ingrediente principal, era consumida desde
tiempos ancestrales, y con la llegada de insumos como el maní, el ají y las
carnes, el plato adquirió la forma y el sabor que hoy conquista los paladares.
El nombre manchapecho, según la tradición, proviene de la huella que dejaba en
la ropa de quienes disfrutaban este potaje durante las reuniones familiares o
festividades locales.
De esta manera, Lima se convirtió en el punto de
encuentro entre la fe, la tradición y la gastronomía del sur peruano,
celebrando el sabor y la identidad de todo un pueblo.
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