Por: Ed. Dr.: Claudia Viveros Lorenzo
Nuestra cultura, ha creado como un símbolo sexual la imagen de la mujer.
Esta imagen irreal se puede encontrar en numerosas campañas publicitarias,
revistas, televisión, entre otros. Pero, ¿cómo puede influir en la percepción
de la mente de las mujeres el que alguien solo se fije en su cuerpo? Nussbaum
(1995) describe 3 componentes fundamentales que se dan en la cosificación, el
primer elemento se trata de la "negación de la autonomía", es decir,
no se atribuye la capacidad de elección y autodeterminación. En segundo lugar,
la "inercia", definida como la negación de la capacidad de agencia y
acción; y por último, la "negación de la subjetividad", en donde se
niega la capacidad de experiencia y la capacidad de sentir emociones.
La cosificación es una forma de violencia machista que nos cuesta
identificar como tal por la normalización social que hemos hecho. La sociedad
consumista nos bombardea diariamente con miles de mensajes directos y
subliminales que no somos capaces de analizar de forma consciente pero que se
instalan en nuestro cerebro y, sin darse cuenta de ello, los acabamos
aceptando. Es un problema y hay que hacernos conscientes de su alcance. Hay que
desaprender todo lo que hemos aprendido de forma inconsciente e impuesta y
analizar individualmente el cómo y el porqué se utilizan las mujeres con fines
mercantilistas y de satisfacción de todo tipo de necesidades ajenas. Sólo
cuando veamos la dimensión que supone el maltrato público y diario del cuerpo
de las mujeres en las campañas, veremos las consecuencias de esta cosificación:
discriminación, deshumanización, desnaturalización, sumisión y objetivación
son, sin duda, la raíz de las violencias machistas. Una raíz troncal, fuerte,
que se ramifica en miles de raíces secundarias que van alimentando el tronco y
que hacen que el problema sea más y más grande y difícil de erradicar.
Cabría mencionar algunas de las posibles consecuencias que puede tener la
cosificación en las personas, concretamente en su autoestima. La relación entre
la cosificación sexual y la autoestima ha quedado suficientemente probada. Las
personas que experimentan autocosificación, tienen baja autoestima global y
baja autoestima corporal (Strelan, Mehaffey y Tiggemann, 2003). Sin embargo,
esta relación es diferente en hombres y en mujeres. Considero delicado que las
propias mujeres estén familiarizadas y convivan con la idea de ser cosificadas,
de que se les vea como un objeto, que se han sentido como tal en algún momento
de su vida. Sin embargo, es importante destacar los logros de los movimientos
feministas, ya que en el contexto actual, cada vez menos mujeres aceptan esta
situación de ser consideradas objeto. Del lado de los hombres encontramos que
estos confunden la cosificación con la agresión física a las mujeres. Aunque
algunos consideran que es posible erradicar esta práctica, hay todavía una
resistencia, dado que se tiene naturalizada la idea de la mujer como un objeto
y que esto es justo lo que está siendo difícil que desaprendan. Las nuevas
generaciones deben formarse fuera de este círculo de tradiciones
socioculturales. Al mismo tiempo precisa aclarar que la intención de los grupos
feministas es el de informar y empoderar a las mujeres, no busca que estas sean
más que los hombres, sino que sean totalmente dueñas de sus decisiones y sus
cuerpos, para que no se les utilice como un objeto. Es esta una tarea que
requiere esfuerzos y suma de voluntades en la que hay mucho por hacer, pero la
ruta está trazada, hay que seguir caminando y generando coincidencias.
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