Por: Ed. Dr. Claudia Viveros Lorenzo
No hay actitud más miserable, que esa que señala que
el malo vive, hasta que el bueno lo deja. ¿La ha analizado? Se ha dado cuenta
que a través de ella, estamos quitándole toda la responsabilidad de sus actos a
aquel que los comete y se los colgamos a la víctima, la cual todavía después de
ser en quién recaen las malas situaciones, tiene que responsabilizarse de la
mala consciencia de su victimario. Cuanta miseria. Que terrible tendencia a
incluso, a sobajar los buenos actos, minimizándolos, pero eso sí viendo siempre
como proeza a todo a aquel que hasta calificamos de “listo” cuando abusa del
otro sin que obtenga una reprimenda o ejecute un dolo saliendo ileso de su mal
acto. Pero ¿por qué no alentamos y glorificamos lo bueno? Qué nos cuesta
enseñar a cuidar al prójimo, a empatizar realmente a entender la gloria de
servir.
Muchas veces el discurso que enseñamos a nuestros
hijos es de defensa, segura estoy que usted habrá escuchado o dicho alguna vez
aquello de: “cuidadito y te dejas”. Y sí ya sé que a veces ante una persona
maliciosa hay que buscar crear una armadura que impida a éste dañarnos. Pero
entonces, la premisa sería, que tanto estamos trabajando en crear personas con
actitud de bondad, y buenaventura, o solo nos enfrascamos en generar,
competidores, enfatizados y desplazar y no dejar ser desplazados. Ah ya
recuerdo, me salta a la memoria una de esas frases que escucho de mis
antecesores: es “que el mundo es mundo”, ¿acaso no podemos generar un mundo
diferente, con una dinámica distinta?
Nos encanta ver películas donde el amor y la bondad
triunfen, pero lo dejamos ahí en historias, en cuentos de hadas, y no hacemos
nada porque estas lleguen a ser parte de nuestra vida diaria. No creo que sea
tan difícil y sin duda todo está en la educación, en la enseñanza de los buenos
valores, en cambiar nuestro “chip” y lanzarnos a desarrollar mejores conductas,
más conscientes pero sobre todo, más responsables de nuestros actos, sin caer
siempre en que los “otros” sean quienes carguen con nuestros actos. Es horrible
como tachamos de “tontos” a todos que tratan de seguir las reglas, que se
preocupan por el prójimo, que ven la vida con positivismo, que aprecian la
lucha y el sacrificio que les trae una recompensa. ¿A dónde vamos a parar si le
seguimos enseñando a las nuevas generaciones que hay que estar bien “listos”
para abusar antes de ser abusado?
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