Por: Oscar Velit Bailetti.-Especialista en Seguridad Ciudadana
La Policía viene ejecutando redadas y captura de
delincuentes encontrándose con que en su mayoría son chicos extravertidos
(persona cuyos intereses y preocupaciones se encuentran en el mundo que la
rodea),de entre 16 y 18 años, hijos meno-res entre varios hermanos, que dejaron
el colegio y que han sido objeto de maltratos en su familia, y que se han
despreocupado de ellos pues los padres son convivientes que siempre andan
discutiendo y agrediéndose verbal y físicamente y/o viven separados; y
dedicados al comercio ambulatorio donde los hijos menores también tienen que
trabajar para apoyar en el sustento de la familia sobre todo si hay hermanos
menores. Y de esta manera buscan la alternativa más fácil de conseguir
dinero cometiendo robo o hurto, el
delito más usual, donde obtienen un
botín que en promedio llega a los 1000 ó 1500 nuevos soles mensual, a pesar de
que el 70 por ciento de los chicos que roba consume drogas, no usan ese dinero
para comprar drogas, sino ropa de marca y darse gustos, como salir a comer a un
restaurante o ir a bailar a una discoteca y pagar 10.00
nuevos soles por una cerveza. Y el 30 por ciento usa parte de lo recaudado para ayudar a su familia. Ese es el retrato de los muchachos de hasta
19 años que cometen delitos, aunque no hay estadísticas confiables y éstas
pueden extrapolarse a la situación de los menores en conflicto con la ley
penal; donde la principal conclusión podría ser
que se encuentran entre los chicos estudiados, y que terminan por inclinarlos hacia el
delito. Entre ellos, hay circunstancias económicas, sociales, familiares y de
personalidad. La mayoría de los chicos
comienzan a robar entre 16 y 18 años. Comienzan a delinquir a los 10 y a
los 16 ya representan el 30 por ciento de los casos. La juventud, a la hora de
delinquir, se asocia con la falta de poder y la impaciencia que impera en ese
momento de la vida. Además, en el 91 por ciento de los casos se trata de
varones, donde luego comprometen a la enamorada o conviviente. El desempleo,
los sueldos deprimidos, las brechas sociales excesivas y la baja posibilidad de
arresto o sentencia determinan la frecuencia del delito. Si un arrebato
puede lograr ganancias equivalentes al
ahorro de medio año de trabajo, con las chances a favor de que no será
atrapado, la tentación gana terreno. De hecho, el delito más frecuente entre
los chicos estudiados es el robo con armas, el robo y el hurto.
Pero la economía no lo explica todo. Un cierto
porcentaje de los jóvenes que delinquen sufren o han sufrido hasta el momento del maltrato de su familia. "No existe mayor
incentivo para un comportamiento antisocial que ser criado como un niño no
deseado”. El orden del nacimiento en el grupo familiar es uno de los
determinantes. Un buen porcentaje de los
chicos provienen de una familia que
tiene más de cuatro hijos. Además, el que se dedica a la delincuencia o
drogadicción corresponde al menor de
los hermanos o al penúltimo. Esto puede relacionarse con que el primogénito es
el hijo que tiene la mayor atención de los padres y los hijos menores son más
influidos por sus hermanos o se trata de
su hermano o medio hermano. Estos menores con un fuerte olor a pegamento
asaltan a los peatones que esperan el colectivo en el caso de los que van a
distritos o caminan por la calle sola y desprevenida.
No tienen miedo, no tienen vergüenza, ni alguna
visión social, pero los jóvenes delincuentes tienen plena conciencia que la ley
los protege, por ser menores de edad. La delincuencia se ha convertido en un
flagelo provocando angustia y
desesperación en los hogares que con sacrificios han logrado reunir algunos
bienes, los cuales les son arrebatados en forma violenta por delincuentes que
no escatiman en ingresar a las viviendas
sin importar si están desocupadas o no. Para cometer estos ilícitos cualquier
hora es oportuna y todo medio es correcto, no importando las consecuencias. Las
armas blancas y de fuego salen a relucir para intimidar a los moradores, y a los propietarios de motos lineales o de
cualquier vehículo motorizado los cuales, son amarrados y abandonados en lugares descampados para que no se les
dificulte la acción delictiva, arrasando con todo lo que encuentran a su paso
ya sea dinero, joyas, artículos electrónicos y vehículos que hayan en el lugar.
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