lunes, 8 de mayo de 2023

Nuestra evolución cerebral


Por: Ed. Dr. Claudia Viveros Lorenzo

No puede descartarse que los individuos que mejor se adapten a la sociedad basada en la información dejen, con el tiempo, una mayor descendencia que aquellos que no logren adaptarse a ella, lo que, si estas tendencias se mantienen durante un periodo de tiempo suficiente, podría fomentar la selección de genes que favorecieran una mejora de determinadas capacidades cognitivas.

Sean cuales sean los escenarios que debamos afrontar en el futuro, las únicas opciones para nuestra especie son el desarrollo de la inteligencia o la extinción. La generalización de la cultura simbólica se tradujo en cambios biológicos, como el aumento de la longevidad y de la neuroplasticidad. Algunos científicos opinan que la prolongación de la educación, al retrasar el inicio de la reproducción, se traducirá en un aumento de la longevidad.

¿Proseguirá en el futuro nuestra evolución cerebral? La mayor parte de los científicos cree que la evolución biológica humana ha cesado totalmente, dado que esta suele tener lugar entre poblaciones geográficamente aisladas, y por efecto protector de la civilización ante los rigores de la selección natural. La evolución adaptativa experimentada por el ser humano a partir del Neolítico parece haber sido más de cien veces más rápida que la que caracterizó la mayor parte de la evolución de la especie Homo sapiens. Los cambios culturales han reducido la mortalidad, pero todo indica que la reproducción diferencial todavía persiste

Sin embargo, ¿podemos estar seguros de que ello es así? ¿Ha dejado de actuar la selección natural en los numerosos países en desarrollo donde las infecciones son endémicas y donde amplios sectores de la población no tienen acceso a la medicina moderna? Si nos limitamos a los países desarrollados, ¿podría existir una reproducción diferencial dependiente de las características genéticas de cada individuo? Sabemos que el estrés sostenido produce ansiedad, depresión y contribuye a las enfermedades cardiovasculares, transtornos que afectan negativamente a la reproducción. También que la disminución de espermatozoides detectada en numerosos países industriales podría estar relacionada tanto con el estrés como con la contaminación ambiental. Esta última se ha relacionado con distintos tipos de cáncer, los cuales pueden darse en plena edad reproductiva. ¿Pueden ciertos individuos, más resistentes al estrés o a los efectos de los contaminantes ambientales, tener más descendencia que otros? La mortalidad por accidentes, drogas o violencia son relativamente frecuentes entre jóvenes y adolescentes de sociedades desarrolladas. ¿Es más frecuente la mortalidad por dichas causas entre individuos con determinadas características emocionales y cognitivas? Si ello es así podría existir una selección contra determinados genes relacionados con algunos aspectos de la personalidad, la inteligencia y otras capacidades cognitivas, los cuales tenderían a propagarse menos que otros.

No sabemos, sin embargo, qué dirección podría tomar dicha evolución. Aunque no parece existir una tendencia evolutiva hacia una mayor capacidad cognitiva, este fenómeno se ha producido repetidas veces en diversas especies de aves y mamíferos, dado que una mayor inteligencia puede incrementar las posibilidades de supervivencia y reproducción en especies sociales y de larga vida. Ello no garantiza, sin embargo, que vaya a persistir el progresivo aumento de capacidad cognitiva que ha caracterizado a la evolución humana. Tampoco es posible predecir con exactitud el rumbo que seguirá nuestra sociedad. Los cambios ocurridos en las últimas décadas apuntan, sin embargo, a que nos dirigimos hacia una sociedad basada en la información, en la que los cambios sociales y tecnológicos serán cada vez más rápidos y en la que una gran mayoría de individuos requerirán una gran flexibilidad y capacidad de adaptación, así como un aprendizaje continuo, y cada vez más acelerado, a lo largo de la vida. Una sociedad basada en la información no podrá seguir permitiéndose desperdiciar las capacidades cognitivas de nuestra especie: la mayor parte de los seres humanos se verán obligados a convertirse en estudiantes vitalicios. Además tendrán que adaptarse a continuos cambios tecnológicos y sociales. Se trata de una situación totalmente nueva, de la que desconocemos sus consecuencias. Ninguna de las revoluciones de la información ocurridas anteriormente, incluyendo la escritura y la imprenta, afectaron a un porcentaje tan amplio de la población, exceptuando, tal vez, la revolución cultural del Paleolítico superior. Ninguna, desde luego, exigió la adquisición por parte de cada individuo de tal volumen de información.

En todo caso nuestra evolución futura estará más condicionada que nunca por la cultura. Hasta ahora esta se ha limitado a contribuir a la selección de diversos genes, algunos de los cuales promovieron mejoras en nuestra inteligencia. No parece exagerado predecir que, en el futuro, mediante métodos culturales que abarcarán desde mejoras en la nutrición y creación de entornos estimulantes hasta el uso de fármacos y la manipulación genética, podremos influir en nuestras capacidades cognitivas, mejorándolas. Los avances en las tecnologías de almacenamiento y procesado de la información extracerebral llevarán a la creación de una «mente global» cuyas potencialidades desconocemos. La coevolución entre genes y cultura podría adquirir más importancia que nunca y lograr tal vez, si antes no provocamos nuestra propia extinción, que la evolución cultural, biológica y cognitiva de la especie humana llegue a alcanzar niveles que actualmente somos incapaces de imaginar.

No existe, sin embargo, la seguridad de que las tendencias actuales vayan a mantenerse el tiempo suficiente para permitir los cambios evolutivos antes descritos. La superpoblación, el cambio climático o desastres ecológicos podrían llevar al colapso de nuestra especie y a una reducción drástica del número de seres humanos en el planeta. En este caso, la civilización tal como la conocemos habría sido el equivalente de unas agradables vacaciones durante las cuales se habría relajado la implacable acción de la selección natural. En las condiciones creadas por dicho colapso, la selección natural volvería a actuar con toda su crudeza y solo desplegando todo nuestro ingenio lograríamos sobrevivir.

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