Por: Ed. Dr. Claudia Viveros Lorenzo
Cuanto miedo le tenemos a la soledad. Y como
hemos tenido que enfrentarla en los últimos tiempos. Éstos que nos tienen
llenos de incertidumbre y en combate con el mundo y con nosotros mismos.
Tiempos difíciles.
Herman Hesse en su libro El Lobo estepario,
nos dice que “soledad era independencia, yo la había deseado, y la había
conseguido al cabo de largos años. Era fría, es cierto, pero también era
tranquila, Maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío
en el que se mueven las estrellas”.
Muchos hacen cualquier cosa, con tal de no
estar solos, ¡incluso hasta se casan!
Sé perfecto que somos entes sociales. Que en
nuestra naturaleza esta el deseo de poder compartir todo lo que nos acontece y
que nuestras competencias comunicativas necesitan sentirse ejercitadas muchas
veces, transmitiendo información a otros. Pero creo que aprender a estar solos
es un requisito indispensable en cualquier ser humano y una de las experiencias
más enriquecedoras que todos debemos experimentar y derrotar, porque
definitiva-mente al llevarla a cabo nos confrontará a muchos demonios con los
que se tendrá que lidiar. Con esto de la contingencia algunos se vieron
encerrados dentro de casa con una familia a la que apenas conocían. Vivían una
vida donde solo aparecían dentro del entorno familiar para lo indispensable y
de pronto les tocó tener que pasar 24/7 con personas que creían conocer, pero
que tenían pérdidas desde hace tiempo. Para muchos fue toda una pericia, pero
lo lograron, con paciencia y ganaron. Hubo algunos otros que no la libraron y
les sirvió para reconocer que debían tomar decisiones y rumbos diferentes.
Otros les toco quedarse solos en casa. Y empezar a mirarse a ellos mismos, en
tiempo completo. Con tremenda responsabilidad de no buscar convivir, por
salvaguardar a los seres queridos. Y han pasado casi 11 meses. Sé que por muchas
cosas nos podemos quedar o tomar la decisión de estar solos. Pero la soledad
que a raíz del COVID 19 han tenido que enfrentar algunos ha sido especial,
porque aquí más que decisión, ha sido responsabilidad.
La tecnología ha ayudado, nadie lo niega. Tener
la posibilidad de interactuar a distancia través de una video llamada, un
mensaje o una red social es una bendición. Pero jamás sustituirá al poder
energético de un abrazo, un apretón de manos, o una risa compartida.
Nos tocó y necesitamos sacar el mejor
provecho y aprender que esa soledad, nos da independencia y oportunidad de
reconocimiento propio, porque no hay como mirarse al espejo para empezar por
uno mismo los cambios tan anhelados en nuestra vida.
Así que más que estar viendo todo lo malo,
tomemos del cielo esos limones y hagamos limonada. Gracias coronavirus por
forzarnos a detenernos y alentarnos a volver nuestros ojos a lo más elemental.
Avancemos hacia la retrospección. Florezcamos desde dentro. Todo tiene un
porqué y un cuándo. Y este es el momento.
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