Por: Ed. Dr. Claudia
Viveros Lorenzo
Hay en las nuevas generaciones un sentimiento de creer que todo se
lo merecen, el cual hace que muchos anden bien perdidos y viviendo en
Disneylandia, sin aterrizar en la vida real. Esa que es dura, poco justa y
llenita de sacrificios. La generación “X” nos hemos visto muy fraternales y
permisivos, vaya, hemos rayado en la sobreprotección y la continua posición de
querer resolverles la vida a toda costa, para que no tengan que sufrir lo que
nosotros si apechugamos con gusto y harta entrega y dedicación.
Hasta donde recuerdo, antes todo se ganaba desde casa, desde un permiso,
un viaje, un cambio de ropa, vaya, hasta la educación. Hace por lo menos tres
décadas no existían tantas alternativas privadas, lo que hacía que estuviéramos
atenidos a pasar en los mejores lugares exámenes de admisión, en las únicas
entidades gubernamentales, quienes daban cabida a solo los mejores, los de más
alto promedio, los de mejor rendimiento, y era una lucha continua, de
superación de esfuerzo, de anhelo por salir adelante y por construirse y
reconstruirse una y otra vez, en cimientos de mejora. Ahora, las nuevas
generaciones, que están sobre expuestas, en todos los sentidos, con el alcance
de un click pueden obtener lo inimaginable. Y ha adoptado personajes casi hasta
de inalcanzables. Creen saberlo, poderlo y repito, merecerlo todo. Recuerdo que
cuando estudiaba, anduve conociendo y pidiendo oportunidad en varias empresas,
mis primeros sueldos fueron paupérrimos, pero uno asistía con la entereza de
poder estar presente, aprender, aportar y estar listo para cuando se presentara
una oportunidad, ser de los candidatos que hubieran demostrado que se merecían
ingresar oficialmente en ellos. No decíamos “no”, ni poníamos peros, hacíamos
todo lo posible por encontrar soluciones, por ser propositivos, por conocer,
por distinguirnos, sabíamos que todo ese tiempo invertido sería valioso. Y vaya
que lo fue!
Siempre estaré agradecida de mis domingos a las siete de la mañana
en famoso periódico veracruzano con el director de esa época, cita donde nos
reunía y asignaba fuentes para poder producir la nota de la semana, donde hacía
pedazos nuestras redacciones y nos retaba a lograr complacerlo demostrando que
teníamos agallas, que queríamos aprender y que no había límites. Uf, no se
imaginan como me sentí la primera vez que tuve una nota a ocho columnas,
(escrita en conjunto con dos compañeras más que habíamos hecho una
investigación exhaustiva sobre un tema en ese entonces de interés). No nos
pagaron ni un céntimo, pero la experiencia fue valiosísima. Y así podría
contarles muchas. Las cuales agradezco y son parte del repertorio, que 22 años
después y en muchos ámbitos de la comunicación y la educación (que son mis dos
ramas más fuertes) he vivido y que me respaldan para ser la profesional que
soy. No me construí de la noche a la mañana. Y ahora, obvio, me siento con un
poquito más de derecho de elegir y poder decir si o no a lo que quiero. Y sigo
aprendiendo y reconociendo que todo esfuerzo siempre suma. Pero uy, las nuevas
generaciones se niegan por completo a vivir el proceso. Creen que en el afán de
no sentirse “abusados”, no tienen por qué realizar algo si no es bajo un sueldo
seguro, oficial y constante. Los observo, los escucho y al hacerlo lo único que
se me viene a la mente es pensar, que a estos jóvenes nadie les ha aclarado que
“Roma no se hizo en un día” Perdidos en todos los aspectos están, no me explico
cómo y desde dónde acumularán experiencia, desde sus Smartphone o sus
pantallas? Se lo preguntaré a la almohada hoy si me da tiempo…mientras, voy a
buscar que otra cosa puedo seguir aprendiendo y en donde puedo seguir
aportando. Linda semana, sígase cuidando, lavando las manos.
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