jueves, 26 de marzo de 2020

El Papa Francisco en la Misa de la Casa Santa Marta



                                                Por: Oscar Héctor Velit Bailetti
En la Misa celebrada en la Casa Santa Marta de este martes 24 de marzo, el Papa Francisco advirtió que la pereza es un pecado que “el diablo puede usar para aniquilar nuestra vida espiritual”, que la tristeza “es la semilla del diablo” por lo que invitó a recordar que el agua de nuestro Bautismo es “símbolo de nuestra fuerza”.
“Pensemos en el agua, esa agua que es un símbolo de nuestra fuerza, de nuestra vida, el agua que Jesús usó para regenerarnos, el Bautismo. Y pensemos también en nosotros, si alguno de nosotros tiene el peligro de resbalar en la pereza, en este pecado ‘neutral’: el pecado de lo ‘neutro’. Es esto, ni blanco ni negro, nadie sabe lo que es. Y es un pecado que el diablo puede usar para aniquilar nuestra vida espiritual y también nuestra vida como personas”, advirtió el Papa.
En su homilía, el Santo Padre reflexionó en las lecturas del día y destacó que “la liturgia de hoy [martes 24] nos hace reflexionar en el agua, como medio de salvación” pero recordó que “el agua también es un medio de destrucción, pensemos al diluvio” universal, dijo.
En las lecturas de hoy “el agua es para la salvación”, señaló el Papa al referirse a la primera lectura del libro del profeta Ezequiel (47:1-9, 12) que describe “esa agua da vita, sana las aguas del mar, es una nueva agua que cura” y al pasaje del Evangelio de San Juan (5:1-16) que describe cuando Jesús curó a un paralítico que esperaba ser sanado al lado de una piscina durante 38 años.
En esta línea, el Pontífice se detuvo en el Evangelio para reflexionar en “aquella piscina donde iban los enfermos, llena de agua para sanarse porque se decía que de vez en cuando se movían las aguas, como si fuera un río, porque un ángel descendía del cielo, y el primero, o los primeros, que se arrojaban en el agua eran curados”.
“Muchos -como dice Jesús- muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, estaban esperando la curación, la agitación del agua”, subrayó.
Además, el Santo Padre se detuvo en el personaje del paralítico, un hombre que llevaba 38 años esperando allí la curación.
“Hace pensar esto ¿no? Es demasiado… porque uno que quiere ser curado, se ‘las arregla’ para tener a alguien que lo ayude, se mueve… pero él, 38 años allí, a tal punto que no se sabe si está enfermo o muerto”, afirmó el Papa quien añadió que Jesús viéndolo allí, y sabiendo que llevaba mucho tiempo allí le preguntó: ¿quieres curarte?
En este sentido, el Santo Padre se detuvo en la actitud de aquel hombre y en su respuesta, que no dice sí, sino que se queja porque no tiene a nadie que lo ayude y advirtió que “la respuesta a la propuesta de Jesús para ser curado es una queja en contra de los otros. Es así, 38 años quejándose de los otros. Y no haciendo nada para sanar” por lo que explicó que “la clave es el encuentro de Jesús, después, cuando lo encontró en el templo y le dijo: estás curado, no peques más, para que no te suceda algo peor”.
La tristeza es la semilla del diablo
“El pecado de estar allí, de sobrevivir y quejarse de la vida de los otros: el pecado de la tristeza que es la semilla del diablo, de aquella incapacidad de tomar una decisión en la propia vida, pero si mirar a los otros para quejarse, no para criticarlos, sino para quejarse: ‘ellos van antes, yo soy la víctima de esta vida’. Las quejas, respiran quejas estas personas”, advirtió el Papa.
De este modo, el Santo Padre comparó la actitud de este hombre paralítico con la del ciego de nacimiento que escuchamos el domingo pasado para ver “con cuánta alegría, con cuánta decisión recibió la curación, y también con cuánta decisión fue a discutir con los doctores de la ley” en cambio, el paralítico solamente informó: si, fue aquel, “punto, sin compromisos con la vida”.
“Me hace pensar en muchos de nosotros, en muchos cristianos que viven en este estado de pereza, incapaces de hacer algo, quejándose de todo. La pereza es un veneno, es una niebla que rodea el alma y no la hace vivir. Es también una droga porque si tú la pruebas seguido, gusta. Y tú terminas como un ‘triste- dependiente’, un ‘perezoso-dependiente’… Es como el aire. Y este es un pecado bastante común entre nosotros, la tristeza, la pereza, no digo la melancolía, pero se acerca”, indicó el Papa.
Finalmente, el Santo Padre señaló que “nos hará bien leer este capítulo 5 de San Juan para ver cómo es esta enfermedad en la que podemos caer. El agua es para salvarnos, pero yo no puedo salvarme porque la culpa es de los otros, y permanezco 38 años allí…”.
“Jesús me curó: no se ve la reacción de los otros que son curados, que toman la camilla y bailan, cantan, dan gracias, lo dicen a todo el mundo. No va hacia adelante. Los otros le dicen que no se puede hacer y él dice: ‘quien me ha curado me ha dicho que si’, y va hacia adelante. Y después, en lugar de ir hacia Jesús, agradecerle y todo, informa: ‘fue Él’. Una vida gris, pero gris por aquel mal espíritu que es la pereza, la tristeza, la melancolía. Que el Señor nos ayude a entender qué tan feo, qué tan maligno es este pecado”, concluyó.
ORACION POR LOS SACERDOTES FALLECIDOS
También pidió que oremos por los sacerdotes fallecidos  ya van más de 50 sacerdotes fallecidos por causa del coronavirus en 20 días. La mayoría de ellos son sacerdotes mayores de 70 años. Desde el viernes 20 de marzo han fallecido 10 sacerdotes.
De los sacerdotes fallecidos, 20 son de la Diócesis de Bérgamo, 6 de la Diócesis de Parma, 4 son de la Archidiócesis de Milán, 4 de la Diócesis de Cremona, 4 de la Diócesis de Lodi, 3 de la Diócesis de Pesaro, 2 de la Diócesis de Piacenza-Bobbio y 2 de la Diócesis de Brescia.
Asimismo, en las Diócesis de Nuoro, Pavía, Trento, Bolzano-Bressanone, Reggio Emilia-Guastalla, Casale Monferrato, Tortona, Salerno-Campagna-Acerno, Vallo della Lucania ha fallecido 1 sacerdote en cada una.
De los sacerdotes fallecidos hasta el momento, el más joven es el P. Sandro Brignone, de 45 años, de la Diócesis de Salerno. En cambio, el más anciano es el P. Mario Cavalleri, de 104 años, de la Diócesis de Cremona. Al finalizar la Misa, el Santo Padre rezó en silencio nuevamente ante el Santísimo Sacramento e impartió la Bendición eucarística.

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