LOS SOCAVONES DE HIJAYA
Cuando se
efectuaron los primeros estudios e investigaciones en el sector denominado
Hijaya, mucho antes de la invasión de los ganaderos chavineros a la mencionada
zona, se hallaron una serie de restos arqueológicos que asombraron a propios y
extraños.
En el primer
término al visitar al famoso promontorio, a simple vista se notó en la parte oeste
del mismo, la presencia de inmensos guarangales, en la parte sur sobresalía un
cerro que producía una sustancia oleaginosa muy parecida al jabón casero, en la
parte alta y plana corrían algunas venas de azogue.
Los
guarangales servían de escondrijos de zorros, condorillos, lagartijas, culebras
y de las famosas palomas llamadas cuculí.
El cerro del
jabón era muy mentado en épocas pretéritas por cuanto mucha gente acudía a
dicho lugar porque dicho producto le servía para el lavado de sus vestimentas y
de los utensilios de cocina. Asimismo en la parte baja del lado sur abundaban
los pepinales de cascara amarillo muy diferentes a los pepinos españoles.
Pero lo que
más llamó la atención fue el hallazgo de innumerables socavones construidos en
las vertientes del aludido promontorio, los mismos que estaban diseñados expresamente
en forma oblicua, vale decir para observar todo el horizonte, unos más grandes
que otros, en su interior se notaban vestigios de juncos, totoras y ramas secas
que le daban un aspecto de aposento; también alrededor de los mismos se
apreciaban incontables sepulturas. Sacando uno, sus propias conclusiones y
teniendo en cuenta que en tiempos remotos abundaba el agua dulce de dicho
sector, por la presencia de manantiales a flor de tierra de comestibles como el
camote, la yuca, el zapallo y otros, entendemos que en el mencionado lugar hubo
vida humana desde épocas inmemoriales.
Se presume
que estos socavones, los Prechinchas se guarecían de los embates de la naturaleza,
tales como la lluvia o el fuerte calor y además como es de amplio conocimiento
que los aborígenes llevaban una vida sedentaria, que se alimentaban de los que
prodigaba la tierra madre entonces es muy posible que habitaran en esta zona.
Transcurrido
el tiempo, malos agricultores con el fin de ganar nuevos terrenos de cultivo,
destruyeron por completo los guarangales y los socavones que aún quedan, sirven
para silos o letrinas públicas.
Cabe
recordar a los lectores, que la exquisita agua dulce que consumían los
chinchanos de antaño, precisamente provenía de los ricos manantiales de Hijaya
y que era trasladada a la ciudad por los aguateros o aguadores.
Por eso hay
que tomar las providencias del caso, a fin de que no se siga destruyendo los multicitados
socavones, ni sean saqueadas las sepulturas que hasta
ahora existen en el famoso promontorio de Hjaya.
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