Por:
Óscar Velit Bailetti
Ven para acá me
dijo dulcemente mi madre cierto día. Ven y dime que causas tan extrañas
te arranca esas lágrimas hijo mío, que cuelgan de tus trémulas pestañas, como
gota cuajada de rocío…¿ Tú tienes una pena y me la ocultas?. Me dijo. ¿No sabes que la madre más sencilla
sabe leer en el alma de sus hijos como tú en tus libros? ¿Quieres que te
adivine lo que sientes? Me preguntó cogiéndome de los hombros…. Ven para acá,
que con un par de besos disiparé las nubes que te dañan. Yo me puse a llorar, y
le dije que no tenía nada. Le dije que ignoraba las causas de mis lágrimas. Le
dije que de vez en cuando se me oprime el corazón y lloro, me lleno de angustia
de pena y dolor.
Ella inclinó la
frente pensativa y enjugando sus ojos y los míos con una punta de su blusa. Me dijo más tranquila.
¡LLAMA SIEMPRE A TU MADRE, CUANDO SUFRAS!..... ¡QUE VENDRA MUERTA O VIVA !......Si
está en el mundo vendrá a compartir tus
penas. Y sino, vendrá a consolarte desde arriba.
Y así lo hago cuando algo tengo, como cuando
algo perturba mi hogar. Y no hay calma. Y; entonces siento que se me ensancha
el alma, y continúo hacia adelante. Sé que ella sigue a mi lado, que ella
también ora por mí.¡Madre te extraño mucho! Eras tan buena para mí… No, que digo: ¡perdóname!. ¡ERES BUENA PARA MÌ!.
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