Raúl Sotelo Lévano
Se le representa como una mujer vestida con
su túnica blanca, una venda cubre sus ojos, y su mano sostiene la balanza de la
Ley.
Tratemos
de entender esta figura decorativa. La blancura de su atuendo es sinónimo de
pureza, la venda le impide ver a quién
va a juzgar, la balanza sopesará la fiel expresión de un fallo justo e
imparcial. La espada la usara por si algún despistado intenta pasar por encima
de su autoridad.
El
tristemente recordado Luis Serpa Segura, fue, en una lejana época, presidente
de la Corte Suprema de Justicia. Un día llegó hasta el despacho del otrora
poderoso Vladimiro Montesinos y le entregó para que “estudiara” el proyecto de
resolución que él (Serpa) debería firmar a favor de la reelección de Alberto
Fujimori como Presidente de la República. De esta forma Serpa estaba actuando
como fiel y obediente secretario de oficina. Su alto cargo judicial era solo un
trapeador.
Poco
después este gallardo defensor de la justicia retornó nuevamente al SIN pero ya
acompañado de todos los integrantes de la Sala Constitucional de la Corte
Suprema para recibir la orden que imponía la nueva postulación de Fujimori a la
presidencia. Montesinos simplemente les dijo “cúmplase y ejecútese” y los que en esos momentos representaban la
máxima jerarquía del Poder Judicial, inclinaron la cabeza sumisamente como
señal de obediencia. Más bajo no podía
haber caído este Poder del Estado.
En
estos tiempos los noticieros informativos dan cuenta de las encendidas y justificadas
protestas de los que sufren en carne propia los estragos de la injusticia
cometida en su agravio. Lo que ocurre es que esta mujer vestida de blanco ya
perdió su virginidad y ahora subasta sus caricias al mejor postor, llámense
poderosos e influyentes personajes de la sociedad y de la política. Hoy, la
venda sólo le cubre un ojo para así ver a quién va a favorecer; la balanza con
sus platillos ha sido reemplazada por una enorme bandeja capaz de recibir rumas
de billetes; y la espada la usará para cortar todo intento de reclamo de los
ciudadanos indefensos.
La actual justicia, con su cartera al hombro
y los labios pintarrajeados parada en una esquina del bulevar, se expone a ser
tomada por aquellos que con su dinero y poder creen tener el pleno derecho de
usarla para conseguir sus torvos propósitos
en su desmedido afán de seguir enriqueciéndose.
Pero
todo tiene su final, y en su momento llegará a la presidencia un verdadero
justiciero, incorruptible que cubra a la justicia con una túnica de acero y armarla
con un lanzallamas para acabar con los indeseables.
Otrosí digo:
El Instituto Mundial de Investigación de
la Economía del Desarrollo llegó a la conclusión que, aproximadamente 1,000
millones de personas se acuestan hambrientas todas las noches. Que cada 3.5
segundos alguien muere de hambre, la mayoría niños menores de 5 años. Que el
0.5% de los más adinerados controla un 35% de la riqueza del mundo. Que más de
3,000 millones de personas, o sea, cerca de medio mundo, viven con menos de dos
dólares por día; y que en el 2018, 12 millones de niños morirán antes de llegar
a su siguiente cumpleaños.
Ante
este cuadro pavoroso con cifras escalofriantes que revelan la enorme desigualdad
social de esta humanidad controlada por unos cuantos poderosos dueños de
imperios económicos, se exhibe hoy como una cruel respuesta, el derroche escandaloso
y voraz en las celebraciones de matrimonios, aniversarios, Navidad y Año Nuevo,
donde la mayoría se atragantan y beben hasta el hastío para quedar finalmente a
consecuencia del exceso, exánimes con el abdomen repleto de comida y la mirada
perdida en el vacío a consecuencia del licor ingerido.
Pero cuando el piso se les mueve como
gelatina producido por un movimiento
sísmico, entonces gritan y tiemblan como peleles invocando piedad, piedad que
nunca sintieron por aquellos infelices castigados por el infortunio y la
desdicha.
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