Raúl
Sotelo Lévano

En el primer caso, es la sentencia que un despechado
le dicta a la mujer amada para que vea pasar su cuerpo sin vida maltratado por
la traición.
Trataba de impresionarla para que cambie de actitud y
retorne a su lado. Y le funcionó porque ella temerosa que él tomara una fatal
decisión, corrió a su lado, le pidió perdón y reiniciaron su
vida sentimental
con más pasión que antes. Ahora ella ya no espera el paso de un cuerpo inerte
sino está atenta al nacimiento del fruto de una relación que estuvo a punto de
naufragar.
En el segundo caso, el destino dio un vuelco
inesperado a los protagonistas, el enemigo contra todos los pronósticos cumplió
con pagar incluido intereses el dinero que le debía al prestamista, quien
completamente impresionado porque no lo esperaba, sucumbió ante la emoción y su
corazón se paralizó. El guión de actuación de los actores había cambiado.
En efecto, el que canceló su deuda ahora esperaría el
paso del cadáver de aquél que precisamente iba hacer lo propio con él. Como
tenía buenos sentimientos no lo consideraba su enemigo sino una persona que lo
auxilió en su momento difícil.
Sumamente abatido, al pasar
el féretro
frente a él, entregó un ramo de flores a los familiares y se sumó al cortejo
fúnebre.
“No esperes acongojado en la puerta de su casa el paso
del cadáver sangrante de Jesús Crucificado, sino con gozo y júbilo glorifica la
presencia de su cuerpo resucitado envuelto en una túnica blanca”.
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