miércoles, 27 de julio de 2016

UNA BOMBA BAMBEADA


Por: Raúl Sotelo Lévano
Cuando un latrocinio es perpetrado sin que se derrame una sola gota de sangre y se emplea para su ejecución la meticulosidad y el ingenio, demuestra palmariamente que el hampa criolla ha cambiado sus métodos.
Con toda seguridad Robert Herrera Montesinos, asistente administrativo de la Corte Suprema, ya había sido chequeado al milímetro por una banda de delincuentes. Sólo él faltaba para iniciar el operativo planeado rigurosamente.
El frio cañón del revólver en su nuca le indicaba que solo le quedaba obedecer. Los condujeron en un automóvil hasta su domicilio, y allí junto a su esposa Katherine, quedó a merced de sus captores.
Al funcionario le pusieron al corriente lo que tenía que hacer apenas amaneciera. Viajar con dos de ellos que lo esperarían afuera, llegar hasta su oficina y sacar el dinero guardado en la caja fuerte. Retornar todos donde le aguardaba su consorte vigilada por dos de la gavilla. “Ya sabes Robert, si fallas o intentas jugarnos sucio, tu mujer se muere, y tú volarás con esta bomba accionada a control remoto que colocaremos en tu cuerpo”, fue la sentencia.
En el torso desnudo de Herrera le adhirieron un extraño artefacto lleno de cables. “Si todo lo echas a perder, este juguete que cargas encima reventará y te recogerán en trocitos”, fue la última advertencia.
Las horas que transcurrieron hasta el otro día estuvieron cargadas de enorme tensión. Nadie pegó los ojos.
El automóvil se detuvo frente al Palacio de Justicia. Bajó Herrera Montesinos y resueltamente se encaminó hasta su despacho. Abrió la caja fuerte y prácticamente la dejó vacía. Salió y se unió con los indeseables, y todos abandonaron el lugar. Más adelante lo hicieron bajar del vehículo en el Parque del Trabajo, en San Martín de Porres, y a partir de este momento Robert inició su calvario.
Sudando copiosamente y con los nervios destrozados, se en-caminó a todo lo que daba sus piernas hasta el puesto policial más cercano. “Tengo una bomba de tiempo pegado a mi cuerpo, sáquenlo porque puede explotar” suplicó al llegar. El aterrorizado comisario no lo atendió, pues no sabía si tenía al frente a un loco o un terrorista suicida.
Robert, al borde del colapso, y a pie, llegó jadeando hasta la delegación de Independencia. Su desesperado relato y su semblante de espanto convenció a los policías que de inmediato llamaron al Escuadrón de Desactivación de Explosivos. El hombre fue llevado a un descampado, y los del EDEX, con indisimulado terror, despojaron lentamente el artefacto adherido a su cuerpo.
¿Qué era la cosa? Un vetusto receptor a transistor, incapaz de provocar ni siquiera un tímido ¡Plin!

Otrosí digo: En un pasaje de la película “La caída de la Casa Blanca”, se ve al Presidente de los Estados Unidos, representado por el actor Jaime Foxx, recorriendo un túnel construido por debajo del grandioso edificio, huyendo de sus enemigos que habían tomado por asalto la Casa Blanca. En tal circunstancia, el mandatario le confiesa a un agente del Servicio Secreto que lo acompañaba, que ese túnel lo usaba el otrora presidente John F. Kennedy para hacer ingresar de forma clandestina hasta su aposento a la rubia Marilyn Monroe, con quien sostenía un encendido romance.
Se dice que el Presidente Kennedy reveló a su amante datos confidenciales secretos, y que en  buena cuenta comprometía hasta el cuello a personalidades de la banca y de la política estadounidense. Como ella estaba dispuesta a revelarlos es que ocurrió su muerte en circunstancias extrañas que hicieron suponer fue víctima de un atentado criminal por parte de los posibles involucrados.
  Fiel admirador de ella, próximamente viajaré para colocar rosas rosadas en su tumba, que eran de su predilección. Como mujer, Marilyn si fue una verdadera bomba que despertó pasiones.


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