Cuando
un personaje de la intelectualidad de Chincha se va con su presencia sustantiva
corporal hacia la eternidad, se retira definitivamente de nuestro entorno profesional
y amical para convertirse en un ser excepcional porque durante el desarrollo de
su excelente trayectoria de vida familiar, social; política y cultural, logró
conmover las fibras más sensibles de nuestra conformación anímica espiritual...
Y por ello Chincha lo recordará por siempre. Don Eduardo Antonio Ber-naola
Murgueytio ha muerto.
Los
profesionales de la pluma, los periodistas radiales y televisivos, sus colegas
del magisterio, sus amigos, vecinos, familiares y todos aquellos quienes gozamos
de sus elocuentes pláticas y de su especial didáctica que nunca se olvidarán,
hoy nos hallamos acongojados por el infausto acontecimiento de su partida. A la
edad de 92 años parte en viaje a las estrellas a reencontrarse con sus seres
amados, con sus amigos y familiares que hoy le enseñan el camino de la luz divina
desde donde al mismo tiempo estará velando por nuestras almas...
Don
Eduardo es uno de los últimos pilares del periodismo chinchano y además, con el
re-cuerdo de sus enseñanzas, es quien impone en las nuevas generaciones de
periodistas, un viejo estilo casi olvidado, el de expresar la verdad con la
fortaleza que la humildad exige, algo que lo convierte en un paradigma de vocación
con la exposición gozosa de sus “memorando”, por la impresión verídica de los
hechos desde su muy práctica visión, resaltando con ello virtudes y valores con
cuyo perfil marcó definitivamente el nuevo camino hacia el rescate de la moral
y la ética profesional…Específicamente por el énfasis de su especial sensibilidad
que aplicaba para poder entender a las personas y ser al mismo tiempo
querendoso con su público lector...Y es aquí cuando nos quedamos sin palabras
al querer resumir en este corto espacio una vida de elocuentes y positivas
anécdotas, con una ironía muy propia y vivencias serias y jocosas que nunca se
borrarán de nuestra memorias y de nuestros corazones... y es en tal sentido
que, desde la sinceridad de nuestras almas, avasallados por la resignación,
culminamos diciendo ;
¡EDUARDO
ANTONIO...
Descansa
en paz...¡
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