Sigue ola de robos, asaltos, asesinatos, extorciones, cobro de cupos

Por: Oscar Velit Bailetti.- Especialista en Seguridad Ciudadana.Qué vergüenza y qué indignación cómo es que las autoridades de nuestra provincia se quedan cruzadas de brazos y agachan la cabeza ante una turba de fanáticos violentos, ignorantes e irrespetuosos? . Nadie asume una responsabilidad ante todos estos hechos delictivos que flagelan a nuestra querida provincia a diario. Y, ¿cómo es que los ciudadanos  no respondemos masivamente para exigir que se respeten las libertades consagradas en nuestra Constitución, ni más ni menos, y que se combata  de una vez por todas como debe ser a todos estos malos individuos en los que se encuentran también inmersos, autoridades, funcionarios y Policía. Para poder tener  la ciudad ordenada y tolerante que merecemos.

¿Acaso se van a salir con la suya estos sujetos, violando im-punemente la ley e imponiendo a los demás  su autoridad aplicando el amedrentamiento, la extorsión el miedo. Parando cuanta obra  que signifique pro-greso. Ah, y, sobre todo, ¿no es la destrucción arbitraria, de servicios básicos a la que también amenazan, como la de cualquier otra propiedad privada o pública, pues hasta amenazan a la Iglesia Católica que construye Capillas con el esfuerzo y colaboración de los fieles. Acaso no es un delito que no merezca, en automático y por mandato explícito de la ley, la inmediata respuesta de las autoridades, la reparación del daño patrimonial y de los perjuicios causados a terceros, la celebración de un proceso penal y, finalmente, el castigo de los culpables?

 ¿En qué ciudad vivimos? ¿Qué mensaje están enviando los representantes del Estado a la sociedad? Si la respuesta de nuestros gobernantes ha sido tan acobardada y pusilánime, ¿qué diablos podemos esperar, en el tema de la administración de la justicia, cuando uno de los primerísimos problemas al parecer sigue siendo la cultura de la ilegalidad? ¿No es devastador, desde el punto de vista de la moral pública, que la ley no se aplique (y, luego entonces, que los fanáticos sigan violentando tranquilamente las leyes en un territorio que clama la participación plena de nuestras autoridades y de la Sociedad Civil que nos representan ?.)

Más allá de los propósitos expresados es el momento de reformular la estrategia de la seguridad ciudadana, que se combata a la delincuencia y atención a las víctimas de la criminalidad y de los excesos cometidos por estos grupos en el contexto de la guerra declarada a nuestra ciudad,  la violencia extrema sigue causando estragos y ha provocado ya muchas muertes. Ciertamente, nadie habría esperado tanto crecimiento de la criminalidad en nuestra Chincha Sin embargo, en nuestras autoridades regionales, provinciales y distritales  pareciera haberse diluido y en parte de la sociedad la conciencia de que nuestra ciudad se encuentra sumido en una catástrofe de seguridad ciudadana de que la criminalidad organizada mantiene el control en la provincia, las instituciones están infiltradas por la delincuencia y continúa la ola de homicidios en diversos puntos. Como lo he señalado en este espacio, desde el año 2006 (Algunos periodistas dicen : “nadie se pronuncia”.  Yo estoy cansado de hacerlo), el hecho de que la administración Municipal no  haya expresado un deslinde claro con respecto a las desastrosas políticas de seguridad, en sí mismo, es un he-cho  que se requiere formular, además, una estrategia integral –esto es: social, educativa, administrativa, política, económica y de salud, además de policial– para enfrentar la ofensiva de la delincuencia. Sigue siendo una asignatura pendiente y urgente, además, por cuanto resulta inaceptable que la ciudad siga sumida en un baño de sangre, en un vacío de autoridad que afecta a muchas de sus distritos, en una zozobra y en el dolor de nuevas muertes violentas. ¿Qué pasa?, acaso estamos siendo gobernados por autoridades llenos de cobardia.?

Cobardía, según diversos diccionarios, se define esencialmente como una carencia de valor o entereza de ánimo. La cobardía es un vicio considerado como la degeneración de la prudencia. Es ese exceso de prudencia incapaz de afrontar las consecuencias. En general la cobardía es vista con desprecio en la mayoría de las culturas, si no es que en todas.

Pero ¿por qué esta ocurrencia de hablar sobre cobardía? Resulta que nuestra ciudad esta secuestrada por un grupo de vándalos armados y sus habitantes obligados a padecer las arbitrariedades. Todo ante la mirada cobarde de las autoridades que cobran, y muy bien, de nuestros impuestos y que en teoría están obligados a velar por la seguridad de los ciudadanos. Padecemos una terrible plaga constituida por un agresivo grupo de individuos;  grupo que tiene en jaque a las autoridades, esas hipotéticamente elegidas para cumplir y hacer cumplir la ley. Y digo hipotéticamente pues por lo que a diario vemos la ley no aplica sanciones drásticas.

Estos especímenes le tienen tomada la medida a nuestras "autoridades". Intuyo las razones que han impedido actuar a los responsables de hacer cumplir la ley y sospecho las consideraciones que alimentan el paralizante miedo que se le tienen a los agresivos y sé que nunca nos las dirán; pero en una sociedad que se precie de respetuosa de la ley, el razonamiento más elemental nos lleva a la conclusión de  que las autoridades están para vigilar el cumplimiento de la ley; no hay excusa válida, para eso se hi-cieron elegir. Si nos hubieran dicho, con todas sus letras, que la ley no  se aplicaría para esa horda de barbajanes otro sería el panorama. No se votó por tener autoridades de membrete, medrosas y cobardes.