Por: Ed. Dr.Claudia Viveros Lorenzo
En los tiempos que corren, donde el debate se da más en redes que en
aulas o cafés, una peligrosa confusión ha ido creciendo como hierba mala: creer
que el feminismo odia a los hombres. Es una acusación fácil, repetida con eco y
sin reflexión, que desinforma y polariza. Pero es momento de decirlo con todas
sus letras: el feminismo no es misandría. Y entender esta diferencia no solo es
urgente, es necesario para cualquier sociedad que aspire a la justicia.
El feminismo —bien entendido— no busca eliminar al hombre, ni
desplazarlo, ni castigarlo. Lo que busca es equidad. Es decir, igualdad de
derechos, de acceso, de oportunidades y de libertades. El feminismo denuncia
estructuras históricas que han favorecido al varón en casi todos los terrenos
de la vida pública y privada, desde el poder político hasta la división del
trabajo en el hogar. Pero eso no significa que todos los hombres sean
culpables, ni mucho menos que merezcan odio por su género.
Ese odio, cuando aparece, tiene un nombre distinto: misandría. Y sí,
existe. Pero hay que subrayar que no representa al feminismo. La misandría es
el desprecio o aversión hacia los hombres por el simple hecho de serlo. A
diferencia del feminismo, que es una lucha con sustento social y político, la
misandría es un sentimiento visceral, un extremo que en ocasiones se disfraza
de justicia pero que, al igual que la misoginia, deshumaniza y simplifica.
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¿Existe la misandría? Sí, pero no es lo mismo que el feminismo Aunque
algunos sectores confunden el feminismo con un ataque a los hombres, es
importante diferenciar entre un movimiento por la equidad y un sentimiento de
odio.
¿Qué es la misandría? La misandría es el odio, desprecio o prejuicio
hacia los hombres por el solo hecho de serlo. No es una ideología, ni un
movimiento político estructurado, pero sí puede manifestarse en actitudes
individuales o discursos extremos.
Ejemplos reales de misandría:
1. Frases comunes en redes
sociales:
·
“Todos los hombres son basura.”
·
“Odio a los hombres, no los necesito para nada.”
2. Posturas de grupos
radicales:
·
Propuestas de comunidades exclusivas de mujeres
donde los hombres no sean bienvenidos, ni siquiera como niños.
·
Promoción del rechazo absoluto a cualquier tipo
de relación (laboral, afectiva, familiar) con hombres.
3. Violencia verbal o
psicológica por prejuicio de género:
·
Mujeres que ridiculizan el sufrimiento
masculino.
·
Burlas públicas sobre el suicidio de hombres.
4. Contenido viral
misándrico:
·
Videos que celebran desgracias de hombres.
·
Cuentas que promueven el “uso y desecho” de
hombres como lema.
¿Es lo mismo que la misoginia?
No. La misoginia es el desprecio a las mujeres con una base histórica,
religiosa, política e institucional. Se refleja en feminicidios, leyes
discriminatorias, exclusión económica y violencia estructural. La misandría,
aunque real, no tiene el mismo alcance ni respaldo sistémico.
¿Y el feminismo? El feminismo busca igualdad de derechos, justicia social
y transformación de estructuras de poder, no el reemplazo de un sistema por
otro dominado por el odio. Es un movimiento incluyente, que incluso reconoce
cómo el patriarcado también daña a los hombres al imponerles estereotipos de
fuerza, éxito y silencio emocional.
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Por eso, confundir feminismo con misandría no solo es un error, es una
trampa. Una trampa que beneficia a quienes desean que todo siga igual. Si cada
vez que una mujer alza la voz por sus derechos es tachada de odiosa, de
exagerada o de resentida, entonces el mensaje se silencia antes de llegar al
fondo. Y eso no es debate, es censura.
La misandría debe ser señalada, sin duda. Pero no como excusa para
desacreditar al feminismo. Hay que tener el valor de pensar con matices y no
con etiquetas. Porque ni todas las feministas odian a los hombres, ni todos los
hombres entienden su privilegio. Pero todos, absolutamente todos, tenemos un
lugar en la conversación sobre cómo construir una sociedad más digna para todas
las personas. “No confundas la voz que exige justicia con el grito del odio;
porque el odio solo destruye, pero la justicia transforma.”
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