Por: Alfredo Pachas
En toda etapa de la vida existen recuerdos gratos, momentos inolvidables
que quedan marcados en nuestra memoria. En la soledad de tu hogar imaginas ver
correteando a tu pequeña princesa; alguna lágrima se desliza por tu mejilla a
la par que esbozas una sonrisa al imaginar juguetes desparramados en la sala,
hojas de cuadernos garabateadas en el piso, cojines por el suelo y la casa
hecha un caos. De pronto, vuelves a la realidad. Ella ya creció, ahora es una
señorita, y hoy que es su cumpleaños, ¿quién le cantará?, ¿quién la aupará?,
¿quién la abrazará por mí?
Evoco la época cuando la llevaba al colegio en aquella vieja bicicleta
que, hoy estropeada por el tiempo, se resiste a perder su valor residual.
Recuerdo cuando, ya en secundaria, a pesar de que su escuela quedaba a una
cuadra de la casa, la iba a recoger y, antes de llegar a la puerta, gritaba:
“¡Nicole…!, ¡Nicole…!”. Sus amigas le hacían bullying sano: “¡Ya llegó tu
abuelo bullero!”. Creciste siendo maravillosa y, ante tus travesuras, mi enojo
sucumbía con tu sonrisa; mi debilidad asomaba cuando aceptaba tus caprichos.
Hace poco, en mi cumpleaños, me diste el mejor regalo: graduarte de
“arqui”. Cumpliste tu meta, pero eso es solo el primer paso. Tus sueños son más
grandes: no los dejes huir. Tienes unos padres maravillosos que siempre estarán
contigo. Y el mejor consejo que te puedo ofrecer como abuelo es que aprendas a
vivir tanto con tus derrotas como con tus triunfos. El camino al éxito nunca
será un edén, un jardín de flores ni un arcoíris. Siempre habrá obstáculos que
sortear, porque “...A veces pensamos, cuando ocurren dificultades, cuando pasan
cosas que no salen como deben, cuando pierdes a un ser querido, cuando sufrimos
una derrota o cuando nos privan de nuestra libertad, que todo se derrumba, que
todo ha terminado. No, no es verdad. Es solo el principio, porque la grandeza o
el éxito no vienen cuando todo sale bien. La grandeza viene cuando la vida de
veras te pone a prueba, cuando te enfrentas a la realidad, cuando te llevas
golpes, desilusiones, cuando te caes o tropiezas, cuando te embargan tus
cuitas. Porque solo si has estado en el valle más recóndito o en el abismo más
profundo puedes llegar a saber lo maravilloso que es estar en la montaña más
alta...”.
Mi querida Nicole, sé que algún día emprenderás raudo vuelo y te irás de
casa en busca de un futuro mejor. Pero, dentro de tus cosas, te llevarás una
parte de mi corazón y un pedazo de mi vida.
Mientras tanto, cuánto quisiera brindarte tantas cosas, darte muchos
regalos, complacerte en tus caprichos y gustos… pero sabes muy bien que lo
material es baladí, que lo más valioso —como lo decía un escritor uruguayo— no
es lo que llevas en el bolsillo, sino lo que llevas en el corazón. Y a ti te
llevo dentro.
Que estas líneas o palabras sean el mejor estímulo para ti, mi querida
“arqui”. Tu infancia, tu niñez y juventud han dejado un tatuaje en mi vida. Y
aunque no sea el mejor abuelo del mundo, quiero que sepas que seré un escudo
para ti, que siempre habrá alguien que te proteja sin que lo notes, y que
estaré allí como un faro en las tinieblas, iluminando tu camino.
Feliz cumpleaños, mi querida Nicole
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