Por: Alfredo Pachas
“... Gracias por haberme llevado en tus hombros y
mostrarme lo maravillo que es estar en la cima del mundo...”
Esta linda frase siempre la recordaré. Era mediodía
del domingo cuando me alistaba para asistir a un almuerzo que había organizado
mi familia por el día de mi cumpleaños, cuando de pronto sobre el tálamo
observe una carta escrita a mano. Al principio no le tome tanta importancia. A
mi edad .- a veces suele ocurrir .- se me olvidan ciertos detalles y pensé que
tal vez sería el discurso que brindaría aquella tarde. Salí rápidamente de la
habitación y cuando me dirigía a la puerta de salida pensé rápidamente y me
dije: “si yo no acostumbro a escribir mis alocuciones a mano, todo lo hago en
la PC” la curiosidad me invadió y regresé a mi cuarto, cogí la misiva y empecé
a leer rápidamente. Conforme iba deletreando me empezó a salir “agua por mis
ojos”. Sentí que algunas lágrimas discurrían por mis carrillos. Eran palabras
que llegaban directo a mi corazón. Frases como: “...cuando pienso en mi infancia,
uno de los recuerdos más bellos que tengo es cuando me llevabas sobre tus
hombros por la calle. Me sentía en lo más alto del mundo sobre los hombros del
mejor abuelo del mundo. Aunque ya crecí tú sigues igualito siempre alegre,
mostrándole una sonrisa a la vida, con una chispa única, si pareciera que hasta
cuando te enojas parece que ríes”.
Debo admitir que ya eres una señorita, que ya
aprendiste a surcar los vientos sola en busca de un futuro mejor y pronto
volaras muy lejos, porque los hijos o nietos son como las cometas, le vas dando
cada vez más cuerda hasta que levantan vuelo en busca de un horizonte mejor.
Mi querida Vale, que tus sueños se conviertan en un
nuevo amanecer, quiero que sepas que siempre estaré contigo, que la distancia
no será un adiós. Ya en el ocaso de mi vida parece que se me acaba el tiempo,
pero debes saber que siempre estarás en mi corazón.
Hoy que es tu cumpleaños te deseo lo mejor para ti mi
querida “Vale”.
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