Por: Ed. Dr. Claudia Viveros Lorenzo
En la era de las
redes sociales y el contenido viral, hemos presenciado la proliferación de
figuras que se autodenominan gurús en diversos campos: desde finanzas y
emprendimiento hasta salud y espiritualidad. Prometiendo fórmulas mágicas para
el éxito, estos "expertos" han logrado amasar seguidores, fama e
incluso fortunas. Sin embargo, el caso reciente de varios falsos gurús
desenmascarados ha encendido alarmas sobre los riesgos de confiar ciegamente en
estos personajes. Los falsos gurús son maestros en la manipulación. A menudo
utilizan estrategias de marketing agresivo y un lenguaje motivacional que apela
a los deseos más profundos de sus audiencias: riqueza, libertad, salud perfecta
o paz interior. Muchos se presentan como casos de éxito personal, mostrando una
vida ideal que rara vez resiste un escrutinio detallado. Su modus operandi
incluye vender cursos costosos, conferencias, llenas de bla bla bla, programas
de coaching o productos milagrosos, prometiendo resultados rápidos y
garantizados. En realidad, los beneficios de estos servicios son, en el mejor
de los casos, dudosos; y en el peor, inexistentes.
En 2024, varios
gurús de alto perfil enfrentaron investigaciones legales por estafa, publicidad
engañosa y daños psicológicos a sus seguidores. Entre ellos, un influyente del
fitness en Estados Unidos fue acusado de vender suplementos adulterados,
mientras que un supuesto coach financiero en Europa fue arrestado por operar un
esquema piramidal disfrazado de inversión. En México, figuras del ámbito
motivacional también han sido cuestionadas por prometer "curas" para
enfermedades graves a través de métodos pseudocientíficos, poniendo en peligro
la vida de sus seguidores. Estos casos destacan la falta de regulación en un
mercado digital donde cualquiera puede proclamarse experto sin necesidad de
validación. Nos vasta ver el ejemplo de la señora “experta” en grafología, que
ha paseado por los principales medios de comunicación de nuestro país, dejando
una estela de dichos superfluos, que puede descontrolar a la audiencia y al
verse expuesta ha cogido como depósito de toda su furia al Doctor Octavio
Octavio Arroyo, personaje de Youtube, que también estuvo inmerso en la
controversia de Marilyn Cote, pues se ha dedicado a desenmascarar a cuanto
charlatán sin estudios, intenta abusar de personas vulnerables. Y es que las
redes le dan voz a todos, y cualquiera se puede colgar de estas para crear
personajes sin pies ni cabeza a los que se les da difusión no solo a través de
la red, sino en medios tradicionales, permitiéndoles acercarse a cualquier
individuo.
El auge de los
falsos gurús no se da en un vacío. Vivimos tiempos de incertidumbre económica,
laboral y emocional. En este contexto, las promesas de soluciones rápidas y
caminos claros hacia el éxito se vuelven irresistibles. Las redes sociales, con
sus algoritmos diseñados para maximizar el engagement, amplifican estas
promesas, asegurando que los mensajes de los falsos gurús lleguen a millones.
La solución no es sencilla, pero comienza con la educación digital. Es fundamental
aprender a identificar fuentes confiables y verificar las credenciales de
quienes ofrecen servicios o productos. Desarrollar un pensamiento crítico
frente a mensajes que prometen resultados milagrosos es clave.
Las plataformas
digitales también tienen un papel crucial. Deben asumir mayor responsabilidad
en la moderación del con-tenido, asegurándose de que quienes se presentan como
expertos cumplan con estándares mínimos de transparencia y credibilidad. El
fenómeno de los falsos gurús es un espejo de nuestra época: refleja la
desesperación, el deseo de pertenencia y el anhelo de soluciones rápidas que
caracterizan a nuestra sociedad. Pero también es un llamado a la cautela. No
todo lo que brilla en el mundo digital es oro, y no todos los que predican el éxito
son dignos de nuestra confianza. En última instancia, combatir esta epidemia
requiere una combinación de regulación, educación y responsabilidad personal.
El futuro del conocimiento y la confianza en el ámbito digital depende de que
como sociedad aprendamos a distinguir entre quienes buscan iluminar el camino y
quienes solo buscan llenarse los bolsillos a costa de nuestra fe.
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