Por: Ed. Dr. Claudia Viveros Lorenzo
Sacarnos de la cabeza aquellas tantas palabras que nos dijeron y que nos
jodieron la vida, que somos feas, que somos gordas, que somos demasiado
delgadas, que no tenemos "buen cuerpo" que si nuestra nariz o si
nuestro cabello, o nuestras piernas o nuestras manos, que somos inútiles, que
no sabemos hacer nada bien, que debemos saber cocinar y hacer tortillas para
considerarnos mujeres completas, que si somos demasiado tontas o ingenuas o que
somos unas putas, o pendejas o cualquier otro insulto patriarcal, que si fue
nuestra culpa, que si nos lo merecíamos, que si nosotras nos lo buscamos, que
si nosotras lo permitimos, que si fue nuestra culpa otra vez, porque ¡esa como
duele!
Que si nunca fuimos suficiente o si nunca hicimos lo suficiente, que si
las malas notas, que lo que nos faltaba, que si cualquier cosa.
Desaprender, y volver a creer que somos fuertes, que somos poderosas, que
somos imparables, que somos talentosas, que somos importantes, que somos
maravillosas, que somos perfectas tal cuál somos, que la belleza es un
constructo y que cada una de nosotras somos hermosas, sin más.
Desaprender y abrazarnos a nosotras mismas, recuperar la confianza y la
libertad que nos arrebataron, recuperar las ganas de volar que teníamos cuando
éramos niñas, volver a reír hasta que nos duela la panza, volver a confiar,
volver a creer, volver a soñar, volver a dibujar un cielo azul o nublado o lo
que nos guste más.
Desaprender y volver a sonreírnos al espejo, volver a enfrentar nuestros
miedos, volver a volar.
Desaprender, desaprender que no somos todo lo malo que nos dijeron que
éramos y volver a empezar, pero esta vez más consientes, más valientes, más
fuertes. Aprender a ser y adorar esa maravilla de cuerpo, de mente, de
espíritu. Lo únicas que somos, lo imparables. Desaprender a conceder y buscar
el respeto de otros, porque el único realmente valioso es el propio. Respetemos
nuestras emociones, nuestras creencias, protejamos nuestra integridad. Hay
tanta posición machista que incluso me primero aplaudido (pensando que estoy
siendo violenta con las de mi propio género cuando marco oportunidades de
mejora) o he cuestionado paradigmas que no se han planteado con ojos más
abiertos. ¡Los detengo! No tengo más que actitud solidaria con otra mujer.
Porque si no tiene las herramientas todavía para salir del cascarón se las
acerco. Y si no las puede procesar mi trabajo es dejárselas ahí para que logren
vivir su proceso, deseando que algún día desaprendan y lo logren, porque sueño
con un mundo diferente (uno que yo ya no voy a vivir) pero que sí pueden
hacerlo mis tataranietas y si yo tengo que impulsar a la nieta y a sus amigas
ahí estaré. Aplaudo a las que marcharon este 8M. Las que se pusieron un listón
o se vistieron de morado. Y a las otras como yo que luchan desde su vida
diaria. Sigamos sin parar.
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