Isabel Flores de Oliva, nombre real y terrenal de quien conocemos como Santa Rosa de Lima, nació un 20 de abril de 1586 y fallece ante los ojos humanos un 24 de agosto de 1617. Fue el Papa Clemente X quien canonizó a la peruana Isabel Flores de Oliva.
Santa Rosa de Lima fue la primera santa de América y
las Filipinas, además de ser patrona de nuestra Policía Nacional y de las
enfermeras y enfermeros, del Perú, además de serlo de las fuerzas armadas de
otros países y de diversas instituciones.
Y sigue tan vigente que en un reciente libro titulado
“La ciudad que no existe” del abogado e investigador Bruno Pólack Cavassa,
quien dice que Santa Rosa de Lima en vida en 1615 ante la amenaza de un
desembarco de una flota holandesa en Lima para saquearla, la futura santa
reunió a las mujeres devotas de la ciudad para orar en la iglesia de Nuestra
Señora del Rosario y logró que se
desatara una atípica tormenta de hermosos tintes rosados, que hizo finalmente
que los piratas no ejecutaran su objetivo.
Pero hay otro dato curioso en el libro citado: que un
30 de agosto de 1881, en plena ocupación chilena en Lima, mientras que salía en
procesión, en un pueblo de Chile llamado Pelequén se inauguraba una capilla en
honor a nuestra santa peruana.
Recordemos que en Chincha hay un colegio que lleva su
nombre y es una institución educativa de particular impacto porque en este
colegio se educan niños y niñas de diversos niveles socioeconómicos y cuya
formación en valores corresponden a los de una verdadera educación.
También en Chincha hay centros poblados con el nombre
de la santa, comunidad que le rinde honores cada año, como la ubicada en el
distrito de Pueblo Nuevo. En esta zona se encuentra la institución educativa
“Horacio Zeballos Gámez” que también se suma a los homenajes religiosos.
Isabel Flores de Oliva fue una laica terciaria
dominica cuya vida la consagró al servicio de su prójimo y de la
espiritualidad.
Donde se edifica actualmente el monasterio de Santa
Rosa de Lima era la casa de un conocido contador del gobierno virreinal Gonzalo
de la Maza y de su esposa María Uzategui, quienes la acogieron en sus últimos meses
de vida. Murió de tuberculosis a la edad de 31 año, muy joven pero de una vida
llena de virtudes y sacrificios.
Su biografía nos debe hacer reflexionar sobre cómo
aportamos a nuestra sociedad y al prójimo y en ese sentido tendríamos que
rescatar sus enseñanzas de una de las personajes peruanas más universales que
tiene nuestro país.
Por: Víctor Campos
0 comentarios:
Publicar un comentario