Uno de
los grandes y más coloquiales dichos dice que si algo no me cuadra, mejor “piensa
mal y acertarás”. La incertidumbre que actualmente se está viviendo en el
Perú ante su segunda vuelta electoral me despierta realmente mucha
incredulidad. Sobre todo, porque como ya alguna vez he dicho, en alguna columna
pasada, el fujimorismo es un cáncer del
cual no han logrado sanar en el hermano país sudamericano. Y que ya pasó, de
fase IV (cómo lo catalogué la última vez) a metástasis. En donde todo el
organismo se ha impregnado y se prepara para la muerte súbita (aunque si lo
vemos desde esta perspectiva, pues esta etapa cuando mucho dura seis meses, así
que podría ser un lapso concreto en el que se pueda fraguar el renacimiento de
la nación).
Y es
que Keiko Fujimori nos ha demostrado que es una mujer sin límite alguno. A ella
no le importa nada, más que llegar. No conoce de vergüenza, de moral, ni ética. Y todo ha sido convenientemente
raro para esta mujer. De pronto llegó a segunda vuelta un maestro desconocido
que por arte de magia contendrá la presidencia
como único contrincante ante ella. Y pues lo ha vestido muy bien. Con el
personaje de macabro comunista, ante el cual, debido al terrorífico recuerdo de
esa época, ningún habitante de esa país quiere volver a tener en el poder. Y
cual es la única opción: Keiko Fujimori. Ah caramba! Ni en película de
Hollywood se dan esas coincidencias tan inverosímiles. Sinceramente esta
armado. Es evidente. Castillo nunca ha tenido ninguna preparación política, no
sabe ni formular dos ideas en público, es imposible creer que haya podido
convencer a un solo Cristiano de brindarle su voto. No, no y no señores. Está
hecho, Keiko por fin se saldrá con la suya y se sentará en la silla. Porque es
obvio que nadie en sus cinco sentidos va a votar por Castillo.
Lo
único que queda es volver a la movilización inmediata. Gestar la rápida
manifestación en cuanto venga el primer atropello desvergonzado. No bajar la
guardia y mientras, trabajar en la educación. Construir y madurar a los
personajes políticos que quieran ocupar lugares en el Congreso, alcaldías, etc.
Dios
los guarde y de este golpe la experiencia los fortalezca. Es triste.
Indignante. Espeluznante. Deseo que puedan salir avante de este tremendo reto.
Porque sí es un hecho, que es un reto para cada uno de los habitantes de este
país, los cuales tendrán que funcionar como grandes observadores y gestores de
la evolución.
No
queda más que decir: Vamos Perú!
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