Por:
Ed. Dr. Claudia Viveros Lorenzo
Por
unanimidad se aprobó y dice textual. “Queda prohibido que la madre, padre o
cualquier otra persona que ejerza patria protestad, tutela o guarda custodia y
crianza de niños y adolescentes utilice el castigo corporal o humillante como
forma de corrección o disciplina de niños, niñas y adolescentes”. El pleno del
Senado, en México, aprobó la prohibición legal expresa a todo tipo de maltrato
y humillación, que incluso pueda llegar a calificarse como “tortura”.
Se define como castigo corporal o físico,
todo aquel acto cometido, en contra de niños, niñas y adolescentes en el que se
utilice la fuerza física, incluyendo golpes con la mano, o con algún objeto,
empujones, pellizcos mordidas, tirones de los cabellos y de las orejas, obligar
a sostener posturas incómodas, quemaduras, ingestas de alimentos hirviendo u
otros productos o cualquier otra acto que tenga como objeto, provocar dolor o
amenaza, molestia o humillación cometido en contra de niños, niñas y
adolescentes.
Por supuesto esto levantó controversia y motivó
a un sinfín de comentarios y posturas. Ya sabemos que las nuevas generaciones
son muy distintas a las anteriores, y que sobre todo, éstas, las del siglo XXI,
“las ultramodernas”, traen un toquecito, que por desgracia se lo hemos dado
nosotros mismos, en esta constante actitud de sobreprotección que desde que
tuvimos la idea en mente de darles vida, les brindamos. Y por favor, no me mal
entienda, no estoy diciendo que si no se les castiga o maltrata se les
sobreprotege, porque no va por ahí la cosa. Lo que sí, es que los hemos cuidado
tanto y les hemos resuelto completamente todo, para que no sufran, para que sus
derechos estén salvaguardados por completo, para que se sientan, plenos, o
resumido en una sola frase, (una que usan muchos sin control y con exceso
autoflagelación) “para que no vivan lo que nosotros vivimos”. Que los volvimos
irreverentes, poco sacrificados, un tanto irresponsables y poco interesados a
acoplarse a las reglas.
Pero no me quiero salir de tema. Aquí la cosa
es, que se debate y se establece que no se les puede tocar ni hacer sentir
molestias de ningún tipo, ni humillación. Pero pues las líneas para delimitar
estas situaciones son súper delgadas, porque todos somos diferentes, sentimos,
entendemos, resistimos diferente y será muy difícil determinar que sí es y qué
no.
La reforma a la Ley General de Derechos de
Niñas, Niños y Adolescentes y al Código Civil Federal, establece como
transcribí ya, que se prohíbe el castigo, (en muchos de sus tonos) pero también
esa ley, no establece ningún tipo de sanción en contra de quien ejerza esos
actos y de igual forma dice textual: que las niñas, niños y adolescentes,
tienen derecho a recibir orientación, educación, cuidado y disciplina de su
madre, padre, de quienes ejerzan la patria protestad, tutela o guarda custodia
y crianza, así como de los encargados y el personal de instituciones
educativas, deportivas, religiosas, de salud, de asistencia social, de cuidado,
penales, o de cualquier otra índole, sin que en modo alguno, se autorice a estos
el uso de castigo corporal y el trato humillante”.
Pero nos deja igual, no? Lo prohíbe, pero no
lo sanciona. A qué jugamos. O es que, solo el Senado, avienta la piedra, pero
esconde la mano, para no meterse en camisa de once varas?
Quizá, solo es un preámbulo para por fin
empezar a tomar cartas sobre el asunto. Porque por desgracia hemos tenido que
ser lector o testigos de noticias, donde la violencia intrafamiliar raya en la
locura, con torturas extremas y casos que han llegado hasta el infanticidio. Creo
que, cada quien educa a sus hijos como mejor puede, nadie nace sabiendo ser
padre, y todos dentro de las conductas racionales que nos competen por
establecer conductas, e imponer reglas que sean de beneficio para la
edificación de las personitas a las que les hemos dado la vida.
Lo que también, es que este tipo de
acercamientos a tener en la mira, este tipo de actitudes extremas es un
reconocimiento y un develo a circunstancias muchas veces negadas y ocultadas,
las cuales han construido o mejor dicho, destruido personas, las cuales han
tenido que lidiar con monstruos tanto emocionales como físicos, que por
desgracia eran su familia más próxima.
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