Por: Oscar Velit Bailetti
Este domingo 16 de septiembre, Solemnidad de la Exaltación
de la Cruz, se celebrará en Perú el Día Nacional de la Familia. Efectivamente
el segundo domingo de septiembre fue señalado como Día Nacional de la Familia
según Decreto Ley 23465 del Gobierno Peruano del año 1982.
Con este motivo
en el atrio de nuestro Templo provincial de Santo Domingo, Monseñor
Héctor Eduardo Vera Colona, Obispo de nuestra Diócesis de Ica, celebrará la Santa Misa
con la participación de delegaciones de los grupos de Pastoral Familiar
y fieles en general de las parroquias de la provincia de Chincha.
También han sido invitadas las principales autoridades. Se espera que
numerosas familias se congreguen para dar gracias a Dios y pedirle fortaleza
por la gran parte de los problemas que se suscitan en la infidelidad del
matrimonio y son por huir de esa luz, que es la cruz, la entrega mutua, el
sacrificio diario por la educación de sus hijos, ese amor que se va alimentando
en la medida que mata al egoísmo.
Un matrimonio sin cruz se destruye, una familia sin
cruz se corrompe.
También es la oportunidad de pedirle a la Virgen María
para que interceda por los esposos e hijos para que proteja y promueva a que la
familia encuentre un remanso de paz, en donde los hijos puedan educarse con esa
serenidad, ternura y cariño. Que la escuela y el colegio sean un complemento de
la familia y no un adversario; y, que la legislación respete la naturaleza
humana de lo que es la familia, no solo en la dimensión sacramental, sino en la
dimensión natural del complemento de hombre y mujer que genera esa sociedad
nuclear que por siglos ha sido y es fundamental para la humanidad. Este día es
el momento del amor, del perdón, del muero para que vivas, disminuyo para que
crezcas, de la humildad para la verdad, de la libertad dentro de la norma moral
y de la dignidad de la persona humana.
La Familia católica tiene que orientar, motivar y
promover una acción organizada en la Iglesia para que las familias cristianas
comprendan, valoren y respondan a su misión de ser formadoras de personas, servidoras
de la vida, educadoras en la fe y promotoras del bien común. No dejamos de
reconocer las situaciones difíciles que vive la familia -por ejemplo violencia intrafamiliar, en que
con frecuencia son víctimas los niños, los discapacitados, los ancianos, las
mujeres; desintegración; extrema pobreza que obliga a emigrar y dejar la familia
incompleta; crecimiento de índice de familias monoparentales; influjo de la
creciente mentalidad divorcista o de perspectiva de género; por mencionar sólo algunos aspectos-; sin embargo reconocemos el
esfuerzo de muchas familias por conservar los principios de su identidad
natural y cristiana; valoramos la lucha de muchos esposos por vivir la
fidelidad, la indisolubilidad y la santidad del matrimonio, así como la generosidad
de los padres por acoger, proteger y educar a sus hijos.
De modo que la celebración de este Día de la Familia
es una invitación a que las familias crean en sus valores, a que sean lo que
están llamadas a ser: célula fundamental de la sociedad, santuario de la vida,
iglesia doméstica, íntima comunidad de vida y amor.
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