Por: Raúl
Sotelo Lévano
Beny Moré
cantaba este son cubano “Ya son las 12 y no llega, me hacía lo mismo que ayer;
y yo espera y espera tratando de entender. Entonces se abre la puerta y por fin
llega mi querer”.
¿Su querer? Si, así como lo lee, su querer, era sin
duda su esposa o quizás su machina que llegaba a la medianoche, igual que el
día anterior. ¿Dónde había estado? ¿Con quién? ¿Fue al cine? ¿A visitar a un
familiar? ¿A orar a un templo? No, apuesto doble contra sencillo que ella salió
en noche de ronda. O sea, bueno ustedes lectores que son bien perspicaces saben
a qué me refiero.
Emperatriz, que así se llama esta joyita de dos quilates,
con todo desparpajo le dice dulcemente a Pantaleón, su marido: “Cariñito mío,
amor mío, no te preocupes, ya estoy aquí, dame un besito, vete a tu cuarto despacito
sin hacer ruido y duerme feliz”.
El menso de Pantaleón, que de león no tenía ni la
melena, mordió el anzuelo y en el colmo de su ingenuidad le responde: “Sí mi
vida, descansa, debes estar agotada”.
Noche de ronda, noche de perdición, de juerga, noche
de luces de colores con el ambiente saturado de humo de cigarro, licor y otras
sustancias nocivas; noche bullanguera con música estridente. Es decir, una
noche más negra que la boca del lobo, y precisamente son los lobos que acechan
a las que salen de ronda en las noches, como por ejemplo, Emperatriz, una verdadera
actriz para embaucar a su Pantaleón haciéndole creer que era una Dama de las
Camelias.
¿Y cómo terminó el bueno de don Panta? Pues, fue
suficiente que llegara una noche un poco tarde a casa al encontrarse con unos
amigos en un bar, para que le caiga todo encima. Doña Emperatriz lo masacró a
su gusto y lo expulsó del hogar.
Lo insólito es que fue denunciado por violencia
familiar y ahora se dedica íntegramente a su nuevo trabajo: hace ronda por las
noches vigilando un condominio familiar. ¡Cosa más grande chico!
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