Por: Juan Manuel Medina Cañas
La Provincia de Chincha, siempre se
ha caracterizado por ser un pueblo eminentemente católico, por encima de todas
las cosas, en virtud de ello venera con gran fervor cristiano al Patrón de la
ciudad como es la sagrada imagen del Señor Crucificado, a la Virgen María y a
todos los santos de su devoción; por eso en cada festividad se esmera que la
misma, tenga el mayor de los éxitos.
Desde la
implementación del catolicismo en este territorio, las parroquias son las
únicas entidades de organizar todas las actividades con motivo de la
celebración de la Semana Santa en esta localidad; es así que se inicia en horas
de la mañana del día Domingo de Ramos, con la bendición de las palmas tradicionales;
en los momentos vespertinos se traía desde la avenida América de esta urbe, en
burrito de color blanco para el recorrido del Señor del Triunfo por el contorno
de la Plaza de Armas y de algunas vías preferenciales.
El día Viernes
Santo se prohibía terminantemente consumir carne fresca de cualquier animal
doméstico, solamente se permitía apetecer el bacalao seco y algunos cereales.
Al mediodía se acudía fervientemente al templo de Santo Domingo de Guzmán, para
escuchar al párroco el hieratismo de las siete palabras de Jesús crucificado, a
la siete de la noche al compas de repiques de campanas, salía de su templo la sagrada
imagen del Patrón de la ciudad para efectuar en su vistoso andar su recorrido
procesional por las calles poblanas, acompañado de un inmenso mar de creyentes,
de bandas de músicos, en hombros de las respectivas cuadrillas de cargadores,
para así ir derramando bendiciones a los hogares chinchaltinos.
El día sábado en
horario nocturno sabía de su santuario el Señor del Santo Sepulcro para
realizar su periplo por el perímetro de la Plaza Mayor. Terminaban las
festividades con una ceremonia especial en ho-nor de la Resurrección del Señor,
efectuando también su travesía por el contorno de la Plaza Principal.
Como no recordar
que en estas fiestas, la llegada de los devotos de las campiñas chinchanas en
sus lujosas cabalgaduras con sus bridas y correajes adornados de plata, las
mismas que eran guardadas en un antiguo local llamado “El Corralón de los
Burros” ubicado en la segunda cuadra de la calle El Panteón (hoy Santo Domingo).
Cabe rememorar
las retretas efectuadas en la rotonda de la Plaza de Armas y en el atrio de la
iglesia, con la presencia de prestigiosas bandas de músicos denominados “Los
Huatieros” y la quema de fastuosos castillos de fuegos artificiales, el
apostamiento de las cholas vivanderas a lo largo del Pasaje de la Iglesia (hoy
Lastemia Raffo de Cabrera) para el expendio de comidas típicas de la región, el
exquisito ponche chinchano, los dulces y los refrescos de toda calidad, con excepción
de la venta de bebidas alcohólicas.
Es dable también
recordar a las vendedoras de picarones (buñuelos) y enmelados (borrachitos),
las anticucheras con sus famosas frituras y a los bizcocheros con sus
agradables panetones (los cabezones) y las semitas blancas.
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