Por:
Oscar Velit Bailetti
¿Qué
es la Confesión? ¿Porqué confesarse?
Si
tuviera que buscarse una imagen que pusiese en gráfico la realidad de la confesión, me parece que
sería muy oportuno la del abrazo. Un abrazo entre el hombre y el Dios que
Cristo nos presenta y nos dice que es un Padre. El hombre que conoce su pecado,
es consciente de haber realizado actos libres, en los que ha elegido
el mal, la no verdad, la fealdad. Ese hombre herido se presenta a su
Padre diciéndole que le gustaría recibir su perdón. Que aquella realidad
negativa, que aquella culpa no existe. Lo que no es fácil imaginar es la
potencia de esa razón.
Cuando
uno piensa por ejemplo en un submarino, en un objeto introducido a muchos
metros de profundidad, la presión que ejerce el agua sobre aquel objeto es
tremenda. Cualquier fisura que presentase una juntura de dos piezas de ese
submarino sería suficiente para que el mar entrase allí por la fuerza que ejerce
sobre todos sus puntos. El amor de Dios es potente, es poderoso. Esta siempre
alrededor del hombre, con sed del hombre, buscando al hombre.
Y
en el momento en que el hombre presenta la más mínima fisura es decir. ¡Yo
quiero vivir con Dios!.¡Yo quiero compartir mi vida con Dios¡ ¡Yo quiero estar
unido a Él! Eso Dios lo aprovecha para inundar el corazón
humano.
Cuando
Cristo resucita; se presenta a los apóstoles, y lo primero que les dice es
¡PAZ!.
Pero
en segundo lugar les dice: “Vayan y
perdonen los pecados. Aquellos que ustedes retengan quedaran retenidos en el
cielo. Lo que desaten quedara desatados en el cielo”.
Lo
que Cristo les das es el poder del perdón;
se lo entrega a los apóstoles, a la Iglesia, para que ella los gestione. Pero quien
perdona es Cristo y El está aquí pero no físicamente.
Entonces
a través de su Cuerpo Místico, de su Cuerpo que es la Iglesia, Él quiere que su
boca, su aliento, sus oídos escuchen y den la paz, el perdón y la curación a cada uno de los
hombres que se acerca a Él.
Benedicto
XVI en su libro. Dios y el Mundo, afronta uno de los desafíos que se le echan a
los que se presenta el cristianismo. Muchas veces se ha dicho que la presión
que ejerce la Iglesia sobre las conciencias es dañina y, sin embargo el Santo
Padre dice: “Es posible que se den abusos de sentimientos de culpa. Pero lo
peor sería la extinción de la capacidad de percibir la culpa.” Y entonces busca
un ejemplo que es muy claro.” Eso era lo que perseguía la educación Nazi, (como
lo hacía Hitler) creían poder asesinar y sin embargo seguir siendo
inocentes”.
Entonces,
así se pisoteó toda la conciencia humana y se pervirtió a la persona. Aquello
que realmente daña al ser espiritual del hombre no es tanto el conocimiento de
sus culpas, como el desconocimiento de ellas. Porque machacaría su conciencia,
la anularía y la despersonalizaría.
No
pocas veces algunas personas al en-contrarse, al escuchar la confesión en que vivimos
los cristianos han dicho, ¡bueno! Pero entonces para el cristiano es una ganga,
la confesión es una ganga. Llegas, haces lo que quieres y en un momento tabla-
rasa, empezar y cuenta nueva.
Y yo muchas veces les contesto, la confesión
no es una ganga. Lo que es una ganga es este Dios del que Cristo nos ha
hablado. Automático no es.
Le
costó a Cristo dar su sangre, dar su vida. Pero no le importa sufrir lo que sea
con tal de poder recuperar a uno de sus hijos.
II Parte.- Cinco
pasos para hacer una buena confesión.
El Primero de ellos es: Examen de conciencia.
Cuando el hombre se presenta ante su conciencia, muchas veces puede haber
perdido la nitidez de aquello, que es bueno y que es malo. Puede ha-ber perdido
de algún modo la noción o la sensibilidad del olfato para captar, donde se
encierra bondad y maldad en su obra.
Y
por eso la Iglesia siempre ha sido partidaria de ejercer los exámenes de conciencia.
Los exámenes son como formadores de la conciencia. Esos despertadores que
siempre te dicen aquello que esta por el camino bueno y aquello que sin embargo
esta desviado.
El Segundo de los pasos, es el dolor de los pecados.- Cuando hablamos del dolor
muchas veces se nos viene a la cabeza los dolores físicos. El dolor de muela,
el dolor de estómago. No tiene nada que ver con esto.
Una
manera de hacer sufrir a una madre podría ser por ejemplo, ponerla en una sala
separada con dos ambientes por un cristal . Y en uno de los lados la pongo a
ella y en el otro me pongo yo. Si saco un cuchillo y me pongo a cortarme el
dedo pulgar poco a poco. Veré que los gritos de mi madre son de ¡horror!. Son
¡terro-ríficos! Porque le estaría doliendo muchí- simo que yo me cortase un dedo.
Realmente a ella no le estoy haciendo nada.
Pues
algo así ocurre con Dios, cuando nosotros hacemos alguna acción que nos hace daño a nosotros mismos a Dios le
duele. Cuando hacemos una acción que hace daño a otra persona, también le
duele, cuando realizamos una acción que le hace daño a El directamen- te, que le ofende a Él, también
le duele.
¿Entonces
que dolor hace falta para confesarse bien?
Pues,
el de la conciencia del dolor que yo he causado en Dios, aunque también existe
un dolor más imperfecto como es el del temor
al castigo, el temor a vivir eternamente
sin Dios en la soledad. Y entonces ese es suficiente, también es digno. Porque
cualquier prestigio que nosotros hagamos
es suficiente para que Dios nos conceda su perdón.
El Tercer paso es el
propósito de la enmienda.- Cuando uno se confiesa tiene la idea de rehacer su
vida de acuerdo con las enseñanzas de
Jesucristo, pero eso no quiere decir que en un
día en una semana en unas horas, yo vaya a cambiar completamente de
conducta. Hay hábitos, hay fuerzas en que muchas veces son más fuertes que yo.
El........
de mina, sencillamente consiste en decir yo quiero y al final del camino llegar
a adecuar mi vida exactamente a las enseñanzas de Jesucristo. ¡No se si ahora podre!. Pero mi
intención es ir en ésa dirección. ¡ Yo quiero rehacer.! ¡Yo quiero cambiar! . Y
entonces, por eso pido perdón al Señor para que con su ayuda sea más capaz.
El cuarto paso es el de decir los pecados al
confesor.- Confesarse. Aquí subrayaría dos cosas.
1.=
Que es normal que habitualmente nos
confesemos de las mismas cosas, igual que el cuerpo suele enfermar habitualmente
de lo mismo, porque tiene sus puntos débiles, físicos.
El
alma también tiene sus puntos débiles. Y es frecuente que pida perdón a Dios
habitualmente de unas cosas que se padecen o que se llaman con el mismo nombre.
Pero de la misma manera que yo compro todos los días pan, pero el pan que
compro es distinto. Aquello lo que pido
perdón a Dios son realidades distintas y, por otro lado la exigencia de decir
todo.
2.-Cuando
yo me pongo delante de Dios. Digo : ¡Oh, Dios Mío !. Esta es mi situación de mi
vida, este es el empleo de la libertad que yo he realizado. Y, yo lo que quiero
es pedirte perdón. Va implícito que mi voluntad es presentarle todo mi pecado
para que Él me conceda todo su perdón. Ir y
ocultar alguna de las acciones serias, pues contrasentido. Y por eso no
solo Dios no nos podría perdonar sino que además se esconde como cierta burla a
Dios. “Vengo para decirte todo, pero no te lo digo”.
El último paso cumplir la
penitencia.=
Consistirá, pues en unas oraciones, en unas acciones pequeñas que uno puede
realizar con facilidad y que son como
los primeros pasos dentro de ese nuevo camino que se ha propuesto andar.
Estos
cinco pasos siempre han estado presentes en la confesión. El orden ha ido
variando por ejemplo: La penitencia había que cumplirla antes de recibir el
perdón.(antes de la absolución).
Pero
la Iglesia profundizó y se dio cuenta que se podría interpretar o llegar a la
idea confundida de que el perdón lo tengo por las obras de penitencia, que realizamos.
Y la Iglesia dijo; vamos a ponerla después. Primero Dios nos concede el perdón
a través de su Iglesia y es gratuito el perdón y luego la penitencia más que un
pago es un comienzo de vida nueva.
Tercera parte.- ¿Quién, ha inventado los
pecados?
¿Quién
ha hecho la lista, el elenco de lo que es bueno, de lo que es malo? ¿De lo que
es grave de lo que es leve? El pecado en sí mismo son aquellos actos que van en
contra de la verdad del hombre, en contra del propio bien del hombre, en contra
de una vida bella y buena.Los diez Mandamientos recogen esta moral natural que está inscrita en el corazón del hombre.
San Pablo, cuando escribe a sus comunidades, distingue en
aquellos pecados que les quitan la vida (aquellos que producen la muerte), y
aquellos que no producen la muerte,
y èl especifica alguno de ellos.
Y
la Iglesia no ha hecho más que continuar con esa tradición con esas enseñanzas
de Pablo. Igual que en la vida humana hay actos que rompen la relación con una
persona, entre padres e hijos, entre un
matrimonio, entre amigos. Hay actos que
efectivamente ensucian pero no la
rompen. Esos son los pecados mortales y los pecados veniales
Cuarta Parte .- ¿Cómo
confesarnos?
No
hace falta aprender a confesarse, podríamos decir en cuanto a la formalidad. Lo
importante es toda la conversión interior. Basta con encontrar un sacerdote o
un confesionario y decir. ¡Oiga me quiero confesar !. Y entonces allá surge una
conversación en la que el sacerdote nos va acompañando, nos va ayudando.
De
todas formas si uno quiere ir con más
seguridad, lo clásico, la forma establecida es un saludo cristiano que se dice “Ave María Purísima “ y
el sacerdote contesta ”sin pecado
concebida”. A continuación uno dice el tiempo desde que se confesó. Pues hace tanto tiempo .Mi última confesión
fue...... Y le quiero pedir perdón a Dios de........(y dice las cosas de las
que se arrepiente). Y que quiere pedir perdón a Dios.
Una vez que ha terminado. Luego puede decirle
al sacerdote ¿no le importa preguntarme? Y así me ayuda Ud. hacerme el examen y a decir las cosas.
Una
vez terminada el sacerdote da unos consejos, algunas pautas que puedan ayudar de
acogida y de fuerzas, y de medicina. Y luego
por último le impone una penitencia que suele ser algún acto de acción sencilla;
para rehacer la buena vida.
¿
Y qué dificultades se nos pueden presentar para confesarnos.?
Me
parece que la principal dificultad que puede surgir y que surge de hecho, es la
incapacidad nuestra para entender el enorme amor de Dios para con nosotros, el
enorme interés y la misericordia suya, que no le importa nada más que poder
estar junto a cada uno de sus hijos.
Recuerdo
una imagen que ponía Santo Tomás de Aquino. Decía, que todos los pecados de todos
los hombres, de todos los tiempos, en todo el planeta, todos ellos en comparación
con el amor de Dios, la misericordia y la potencia del amor de Dios venían a
ser como un grano de arena y una montaña.
Todo
nuestro mal es como un grano de arena al lado de la bondad y del amor de Dios,
que vendría a ser como una enorme sierra montañosa.
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