sábado, 24 de marzo de 2018

Reflexiones para la Semana Santa



Por: Oscar Velit Bailetti
I Parte: Sacramento de la Penitencia.
¿Qué es la Confesión? ¿Porqué confesarse?
Si tuviera que buscarse una imagen que pusiese en gráfico  la realidad de la confesión, me parece que sería muy oportuno la del abrazo. Un abrazo entre el hombre y el Dios que Cristo nos presenta y nos dice que es un Padre. El hombre que conoce su pecado, es consciente de haber realizado actos libres, en los que  ha elegido  el mal, la no verdad, la fealdad. Ese hombre herido se presenta a su Padre diciéndole que le gustaría recibir su perdón. Que aquella realidad negativa, que aquella culpa no existe. Lo que no es fácil imaginar es la potencia de esa razón.
Cuando uno piensa por ejemplo en un submarino, en un objeto introducido a muchos metros de profundidad, la presión que ejerce el agua sobre aquel objeto es tremenda. Cualquier fisura que presentase una juntura de dos piezas de ese submarino sería suficiente para que el mar entrase allí por la fuerza que ejerce sobre todos sus puntos. El amor de Dios es potente, es poderoso. Esta siempre alrededor del hombre, con sed del hombre, buscando al hombre.
Y en el momento en que el hombre presenta la más mínima fisura es decir. ¡Yo quiero vivir con Dios!.¡Yo quiero compartir mi vida con Dios¡ ¡Yo quiero estar unido a  Él!  Eso Dios lo aprovecha para inundar el corazón humano.
Cuando Cristo resucita; se presenta a los apóstoles, y lo primero que les dice es ¡PAZ!.
Pero en segundo lugar les dice: “Vayan y perdonen los pecados. Aquellos que ustedes retengan quedaran retenidos en el cielo. Lo que desaten quedara desatados en el cielo”.
Lo que Cristo les das es el poder del perdón;  se lo entrega a los apóstoles, a la Iglesia,  para que ella los gestione. Pero quien perdona es Cristo y El está aquí pero no físicamente.
Entonces a través de su Cuerpo Místico, de su Cuerpo que es la Iglesia, Él quiere que su boca, su aliento, sus oídos escuchen y den la paz,  el perdón y la curación a cada uno de los hombres que se acerca a Él.
Benedicto XVI en su libro. Dios y el Mundo, afronta uno de los desafíos que se le echan a los que se presenta el cristianismo. Muchas veces se ha dicho que la presión que ejerce la Iglesia sobre las conciencias es dañina y, sin embargo el Santo Padre dice: “Es posible que se den abusos de sentimientos de culpa. Pero lo peor sería la extinción de la capacidad de percibir la culpa.” Y entonces busca un ejemplo que es muy claro.” Eso era lo que perseguía la educación Nazi, (como lo hacía Hitler) creían poder asesinar y sin embargo seguir siendo inocentes”. 
Entonces, así se pisoteó toda la conciencia humana y se pervirtió a la persona. Aquello que realmente daña al ser espiritual del hombre no es tanto el conocimiento de sus culpas, como el desconocimiento de ellas. Porque machacaría su conciencia, la anularía y la despersonalizaría.
No pocas veces algunas personas al en-contrarse, al escuchar la confesión en que vivimos los cristianos han dicho, ¡bueno! Pero entonces para el cristiano es una ganga, la confesión es una ganga. Llegas, haces lo que quieres y en un momento tabla- rasa, empezar y cuenta nueva.
 Y yo muchas veces les contesto, la confesión no es una ganga. Lo que es una ganga es este Dios del que Cristo nos ha hablado. Automático no es.
Le costó a Cristo dar su sangre, dar su vida. Pero no le importa sufrir lo que sea con tal de poder recuperar a uno de sus hijos.
II Parte.-   Cinco pasos para hacer una buena confesión.
 El Primero de ellos es: Examen de conciencia. Cuando el hombre se presenta ante su conciencia, muchas veces puede haber perdido la nitidez de aquello, que es bueno y que es malo. Puede ha-ber perdido de algún modo la noción o la sensibilidad del olfato para captar, donde se encierra bondad y maldad en su obra.
Y por eso la Iglesia siempre ha sido partidaria de ejercer los exámenes de conciencia. Los exámenes son como formadores de la conciencia. Esos despertadores que siempre te dicen aquello que esta por el camino bueno y aquello que sin embargo esta desviado.
 El Segundo de los pasos, es el dolor  de los pecados.- Cuando hablamos del dolor muchas veces se nos viene a la cabeza los dolores físicos. El dolor de muela, el dolor de estómago. No tiene nada que ver con esto.
Una manera de hacer sufrir a una madre podría ser por ejemplo, ponerla en una sala separada con dos ambientes por un cristal . Y en uno de los lados la pongo a ella y en el otro me pongo yo. Si saco un cuchillo y me pongo a cortarme el dedo pulgar poco a poco. Veré que los gritos de mi madre son de ¡horror!. Son ¡terro-ríficos! Porque le estaría doliendo muchí- simo que yo me cortase un dedo. Realmente a ella no le estoy haciendo nada.
Pues algo así ocurre con Dios, cuando nosotros hacemos alguna acción que  nos hace daño a nosotros mismos a Dios le duele. Cuando hacemos una acción que hace daño a otra persona, también le duele, cuando realizamos una acción que le hace daño a El directamen- te, que le ofende a Él, también le duele.
 ¿Entonces que dolor hace falta para confesarse bien?
Pues, el de la conciencia del dolor que yo he causado en Dios, aunque también existe un dolor más imperfecto como  es el del temor al castigo, el temor a  vivir eternamente sin Dios en la soledad. Y entonces ese es suficiente, también es digno. Porque cualquier prestigio que nosotros hagamos  es suficiente para que Dios nos conceda su perdón.
El Tercer paso es el propósito de la enmienda.- Cuando uno se confiesa tiene la idea de rehacer su vida de acuerdo con las enseñanzas  de Jesucristo, pero eso no quiere decir que en un  día en una semana en unas horas, yo vaya a cambiar completamente de conducta. Hay hábitos, hay fuerzas en que muchas veces son más fuertes que yo.
El........ de mina, sencillamente consiste en decir yo quiero y al final del camino llegar a adecuar mi vida exactamente a las enseñanzas de  Jesucristo. ¡No se si ahora podre!. Pero mi intención es ir en ésa dirección. ¡ Yo quiero rehacer.! ¡Yo quiero cambiar! . Y entonces, por eso pido perdón al Señor para que con su ayuda sea más capaz.
El cuarto paso es el de decir los pecados al confesor.- Confesarse. Aquí subrayaría dos cosas.
1.= Que es normal que habitualmente  nos confesemos de las mismas cosas, igual que el cuerpo suele enfermar habitualmente de lo mismo, porque tiene sus puntos débiles, físicos.
El alma también tiene sus puntos débiles. Y es frecuente que pida perdón a Dios habitualmente de unas cosas que se padecen o que se llaman con el mismo nombre. Pero de la misma manera que yo compro todos los días pan, pero el pan que compro es distinto. Aquello  lo que pido perdón a Dios son realidades distintas y, por otro lado la exigencia de decir todo.
2.-Cuando yo me pongo delante de Dios. Digo : ¡Oh, Dios Mío !. Esta es mi situación de mi vida, este es el empleo de la libertad que yo he realizado. Y, yo lo que quiero es pedirte perdón. Va implícito que mi voluntad es presentarle todo mi pecado para que Él me conceda todo su perdón. Ir y  ocultar alguna de las acciones serias, pues contrasentido. Y por eso no solo Dios no nos podría perdonar sino que además se esconde como cierta burla a Dios. “Vengo para decirte todo, pero no te lo digo”.
El último paso cumplir la penitencia.= Consistirá, pues en unas oraciones, en unas acciones pequeñas que uno puede realizar con facilidad y que  son  como  los primeros pasos dentro de ese nuevo camino que se ha propuesto  andar.
Estos cinco pasos siempre han estado presentes en la confesión. El orden ha ido variando por ejemplo: La penitencia había que cumplirla antes de recibir el perdón.(antes de la absolución).
Pero la Iglesia profundizó y se dio cuenta que se podría interpretar o llegar a la idea confundida de que el perdón lo tengo por las obras de penitencia, que realizamos. Y la Iglesia dijo; vamos a ponerla después. Primero Dios nos concede el perdón a través de su Iglesia y es gratuito el perdón y luego la penitencia más que un pago es un comienzo de vida nueva.
Tercera parte.- ¿Quién, ha inventado los pecados?
¿Quién ha hecho la lista, el elenco de lo que es bueno, de lo que es malo? ¿De lo que es grave de lo que es leve? El pecado en sí mismo son aquellos actos que van en contra de la verdad del hombre, en contra del propio bien del hombre, en contra de una vida bella y buena.Los diez Mandamientos recogen esta moral natural  que está inscrita en el corazón del hombre.
 San Pablo, cuando  escribe a sus comunidades, distingue en aquellos pecados que les quitan la vida (aquellos que producen la muerte), y aquellos que no  producen la muerte, y  èl especifica alguno de ellos.
Y la Iglesia no ha hecho más que continuar con esa tradición con esas enseñanzas de Pablo. Igual que en la vida humana hay actos que rompen la relación con una persona, entre padres e hijos, entre  un matrimonio, entre amigos. Hay actos que  efectivamente ensucian  pero no la rompen. Esos son los pecados mortales y los pecados veniales
Cuarta Parte .- ¿Cómo confesarnos?
No hace falta aprender a confesarse, podríamos decir en cuanto a la formalidad. Lo importante es toda la conversión interior. Basta con encontrar un sacerdote o un confesionario y decir. ¡Oiga me quiero confesar !. Y entonces allá surge una conversación en la que el sacerdote nos va acompañando, nos va ayudando.
De todas formas  si uno quiere ir con más seguridad, lo clásico, la forma establecida es un saludo  cristiano que se dice “Ave María Purísima “ y el sacerdote  contesta ”sin pecado concebida”. A continuación uno dice el tiempo desde que se confesó.  Pues hace tanto tiempo .Mi última confesión fue...... Y le quiero pedir perdón a Dios de........(y dice las cosas de las que se arrepiente). Y  que quiere pedir  perdón a Dios.
 Una vez que ha terminado. Luego puede decirle al sacerdote ¿no le importa preguntarme? Y así me ayuda Ud.  hacerme el examen  y a decir las cosas.
Una vez terminada el sacerdote da unos consejos, algunas pautas que puedan ayudar de acogida y de fuerzas, y de medicina. Y luego  por último  le impone  una penitencia  que suele ser algún acto de acción sencilla; para rehacer la buena vida.
¿ Y qué dificultades se nos pueden presentar para confesarnos.?
Me parece que la principal dificultad que puede surgir y que surge de hecho, es la incapacidad nuestra para entender el enorme amor de Dios para con nosotros, el enorme interés y la misericordia suya, que no le importa nada más que poder estar junto a cada uno de sus hijos.
Recuerdo una imagen que ponía Santo Tomás de Aquino. Decía, que todos los pecados de todos los hombres, de todos los tiempos, en todo el planeta, todos ellos en comparación con el amor de Dios, la misericordia y la potencia del amor de Dios venían a ser como un grano de arena y una montaña.
Todo nuestro mal es como un grano de arena al lado de la bondad y del amor de Dios, que vendría a ser como una enorme sierra montañosa.

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