martes, 16 de agosto de 2016

¡Sigues viva Brittany!


Raúl Sotelo Lévano
Casi es imposible saber el día y hora que dejaremos de existir en este mundo, quizás si aquellos condenados a muerte por una sentencia judicial. La horca y la silla eléctrica los estará esperando para darles el puntillazo final.
En el 2012, Brittany Maynard de 29 años, comenzó a sentir fuertes dolores en el cuello y la cabeza. Examinada por los médicos se le diagnosticó un glioblastoma en fase IV, el tumor más mortífero de los que atacan el sistema nervioso. No le dieron ninguna esperanza de sobrevivir.
El impacto emocional al comienzo fue contundente y devastador, pero Brittany recuperó el aplomo al recibir el apoyo y fuerza para resistir tan doloroso trance por parte de su esposo y familiares. Es así como, a manera de despedida decidió viajar a diferentes lugares y disfrutar a plenitud de lo que ella más amaba, como era la naturaleza.
El último lugar que visitó fue el Gran Cañón del Colorado, y al término de su excursión, decidió quitarse la vida el sábado 1 de noviembre pasado. Ella confesó: “Tener esta opción al final de mi vida se ha convertido en algo increíblemente importante. Me ha dado una sensación de paz durante un tiempo turbulento que de otra manera estaría dominada por el miedo, la incertidumbre y el dolor”.
Para efectuar su decisión de eliminarse, ella y su esposo se trasladaron a Portland, en Oregón, uno de los cinco estados de EE.UU. en los que se permite el suicidio asistido por médicos.
El 1 de noviembre, cumpliendo su promesa, Brittany Maynard, en su habitación y rodeada de sus familiares, ingirió las píldoras que acabarían con su existencia. Fue el epílogo de un meticuloso programa que esta valiente mujer había diseñado antes de eliminarse.
No faltaron las voces discrepantes por la decisión asumida por Brittany, pero era su opción y no tenía otra alternativa y evitar así las dolorosas e insoportables etapas de sufrimiento físico causado por un cáncer maligno e incurable.
Era su cuerpo enfermo, era su agonía que ya asomaba, eran sus largas noches de desvelo, era su impotencia para calmar a sus seres queridos ante el drama que vivía, era su amor a su esposo completamente abatido, era su cáncer que la consumía; entonces era ella la única para poner punto final a su calvario llamando a la muerte para que venga a buscarla. ¡Qué saben los que se oponen al suicidio sino sienten en carne propia los estragos de una letal enfermedad como la que padecía Brittany!
No le dio gusto a su cáncer para que la aniquilara hasta dejarla como un despojo humano. No, se le enfrentó decidida y le dijo: “Muero pero te vas conmigo a la tumba. Allí te pudrirás maldito hasta desaparecer, mientras mis cenizas seguirán veneradas por mi esposo como evidencia que sigo existiendo en su recuerdo”.
Brittany, ahora eres una de las estrellas que parpadean en el cielo nocturno como una clara señal que aún vives.
Mi alma muy triste y pesarosa,
a las flores quiero ocultar mi amargo dolor yo no quiero que las flores sepan los tormentos que me da la vida, si supieran lo que estoy sufriendo, por mis penas llorarían también.
Silencio están durmiendo los nardos y las azucenas, no quiero que sepan mis penas, porque si me ven llorando, morirán.




   

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