Raúl
Sotelo Lévano
Casi es imposible saber el día y hora
que dejaremos de existir en este mundo, quizás si aquellos condenados a muerte
por una sentencia judicial. La horca y la silla eléctrica los estará esperando
para darles el puntillazo final.
En el 2012, Brittany
Maynard de 29 años, comenzó a sentir fuertes dolores en el cuello y la cabeza.
Examinada por los médicos se le diagnosticó un glioblastoma en fase IV, el tumor
más mortífero de los que atacan el sistema nervioso. No le dieron ninguna
esperanza de sobrevivir.
El impacto emocional al
comienzo fue contundente y devastador, pero Brittany recuperó el aplomo al
recibir el apoyo y fuerza para resistir tan doloroso trance por parte de su
esposo y familiares. Es así como, a manera de despedida decidió viajar a
diferentes lugares y disfrutar a plenitud de lo que ella más amaba, como era la
naturaleza.
El último lugar que
visitó fue el Gran Cañón del Colorado, y al término de su excursión, decidió quitarse
la vida el sábado 1 de noviembre pasado. Ella confesó: “Tener esta opción al final de mi vida se ha convertido en algo
increíblemente importante. Me ha dado una sensación de paz durante un tiempo
turbulento que de otra manera estaría dominada por el miedo, la incertidumbre y
el dolor”.
Para efectuar su
decisión de eliminarse, ella y su esposo se trasladaron a Portland, en Oregón,
uno de los cinco estados de EE.UU. en los que se permite el suicidio asistido
por médicos.
El 1 de noviembre, cumpliendo
su promesa, Brittany Maynard, en su habitación y rodeada de sus familiares, ingirió
las píldoras que acabarían con su existencia. Fue el epílogo de un meticuloso
programa que esta valiente mujer había diseñado antes de eliminarse.
No faltaron las voces discrepantes
por la decisión asumida por Brittany, pero era su opción y no tenía otra
alternativa y evitar así las dolorosas e insoportables etapas de sufrimiento
físico causado por un cáncer maligno e incurable.
Era su cuerpo enfermo,
era su agonía que ya asomaba, eran sus largas noches de desvelo, era su
impotencia para calmar a sus seres queridos ante el drama que vivía, era su
amor a su esposo completamente abatido, era su cáncer que la consumía; entonces
era ella la única para poner punto final a su calvario llamando a la muerte
para que venga a buscarla. ¡Qué saben los que se oponen al suicidio sino
sienten en carne propia los estragos de una letal enfermedad como la que
padecía Brittany!
No le dio gusto a su
cáncer para que la aniquilara hasta dejarla como un despojo humano. No, se le
enfrentó decidida y le dijo: “Muero pero
te vas conmigo a la tumba. Allí te pudrirás maldito hasta desaparecer, mientras
mis cenizas seguirán veneradas por mi esposo como evidencia que sigo existiendo
en su recuerdo”.
Brittany, ahora eres
una de las estrellas que parpadean en el cielo nocturno como una clara señal
que aún vives.
Mi alma muy triste y pesarosa,
a las flores quiero ocultar mi
amargo dolor yo no quiero que las flores sepan los tormentos que me da la vida,
si supieran lo que estoy sufriendo, por mis penas
llorarían también.
Silencio están durmiendo los nardos
y las azucenas, no quiero que sepan mis penas, porque si me ven llorando, morirán.
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