Raúl Sotelo Lévano

Aquella cicatriz no fue
tan larga como el prolongado nombre como fue bautizado: Ángel Agustín María
Carlos Fausto Mariano Alfonso del Sagrado Corazón de Jesús Lara y Aguirre del
Pino, pero reducido a su mínima expresión quedó sólo Agustín Lara, a secas.
Bajo de estatura,
delgado, cara afilada, voz ronca; por cierto no era el prototipo ideal comparado
con un atildado galán. Pero, a contrapeso fue el compositor más exitoso con sus
boleros románticos que tuvieronincreíbles aceptación en toda América y parte de
Europa.
Allí están los
inmortales como: Solamente una vez (amé en la vida), Veracruz, Guitarra
guajira, Palmeras, Tropicana, Pecadora, Amor de mis amores, Arráncame la vida,
Aventurera, Estoy pensando en ti, Palabras de mujer, entre otros. Su primera canción
la tituló Marucha, dedicada a una de sus novias, que originó una pelea entre
esta y su rival, ambas disputándose las preferencias del músico.
Don Agustín era un
mujeriego empedernido, un gallo de varios corrales. Su físico precario en nada
favorecía sus afanes de conquistador; sin embargo, no le impidió relacionarse
con seis bellas ejemplares. El máximo galardón que consiguió fue cuando en
1945, llevó al altar a María Félix, considerada entonces como una de las
mujeres más hermosas del cine mexicano. A ella le dedicó las letras de María
Bonita, Aquel amor y Noche de ronda.
A España le ofreció
estas bellas canciones: Toledo, Granada, Sevilla, Valencia y Madrid; y en
gratitud, Francisco Franco, el gobernante de entonces, le obsequió una hermosa
residencia en Granada.
Ya en su edad avanzada
sufrió un accidente que le causó fractura de la pelvis. El 3 de noviembre de
1970, entró en estado de coma, y después de tres días falleció a consecuencia
de un derrame cerebral a los 73 años. Por orden del presidente, Agustín Lara
fue sepultado en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón de Dolores en
la ciudad de México.
He dejado para el final
la cicatriz del compositor. Era parte de su personalidad, algo así como un
distintivo que lo identificaba como autor, cantante y actor. Presumo que él
bien pudo someterse a una cirugía estética, pero determinó no borrarla porque
sin esa cicatriz ya no era Agustín Lara.
¿Quién se la originó?,
el “flaco de oro”, como así lo llamaban, tocaba el piano en diversos centros nocturnos,
y en esas circunstancias, la corista llamada Estrella, en un arranque de celos,
se le abalanzó y con un pedazo de botella dejó marcada para siempre la cara del
más grande compositor de México.
El bolero jamás
desaparecerá mientras exista en el mundo estos dos elementos que son su
esencia: la mujer y el amor. Pasarán al olvido todos los ritmos creados o por
crear, pero el bolero no, porque es
trágico, sentimental y apasionado. Seguirá dando vueltas y más vueltas, igual
que un satélite, por el espacio musical y estará allí eternamente, tal como
quedó la cicatriz en el rostro pálido de Agustín Lara.
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