Raúl Sotelo Lévano
Ramón se llamaba este personaje
peculiar. Un tipo de barrio, con mucha calle, bohemio empedernido y con un
árbol frondoso de conquistas amorosas. Se vanagloriaba de ello en cuantas
tertulias se abarcaba este tema siempre a solicitud para saber cuál era su
secreto para conquistar una mujer por más resistencia que ofreciera.
En eso si, don Ramón
era un tacaño, no soltaba prenda tan fácilmente, pero cuando escuchaba “mozo
sirve otra copa más”, entonces se convertía en una especie de Caja de Pandora
de donde comenzaba a sacar todos sus recuerdos de antaño. Decía:
“Amigo, el dinero no lo es todo. El pretendiente debe tener un buen
porte, no interesa su raza, pero si es cholo mejor (él lo era). Ser un perfecto
romántico, un buen bailador de boleros y sones cubanos, generoso con las
hembras y vestir con elegancia. Con todo lo anterior incluyendo un verbo
florido, es más que suficiente para que la mujer
elegida se derrita como un helado expuesto al sol”.
Me gané la amistad de
don Ramón, y lo abordé de inmediato “usted
es la persona que busco”. Le expliqué milimétricamente mi drama melodramático
y mi impotencia para coger aquella manzana madura que no caía a pesar de mis esfuerzos
varoniles. Le revelé que
ella era extremadamente ro-mántica y una eximia bailarina.
¿Raúl, saben tus piernas moverse sin
enredarse al son de un bolero en una cuadratura de treinta centímetros por cada
lado?
“Bueno, no soy un experto pero me defiendo”.
“Bien, ya tienes ganado medio partido.
Apriétala y cántale al oído “Angustia” y te garantizo que gritarás ¡bingo¡ en
cuestión de minutos”.
Me entregó una
cartilla conteniendo una variedad de encendidas frases amorosas que llegarían,
según él, a encandilar a la dama causante de mi desvelo y que terminaría rendida
en la tarima del sacrificio.
Dejé de ver a don
Ramón por mucho tiempo, y cuando nos reencontramos me encaró ¿y cómo te fue?
Abatido completamente
le confesé “o usted es un pésimo
consejero en cosas del amor, o yo soy un mal cazador de avispas. No me ligó
nada don Ramón”.
“Lo que pasa Raúl es que bailando boleros eres una calamidad y allí
fracasaste, ¿verdad?”
“Si, no me salió nada. Me faltó feeling”.
“Vamos hombre no te desanimes. Toma esta otra rece-ta, y esta si no
falla”.
“Ah
no, bastante tengo con la que me dio. Solo me queda un último camino por recorrer:
la muerte”.
“Estas loco, ¡por una mujer!, si hay por millares. Salde tu esquina y no
arrojes la toalla en señal de rendición. ¡Pelea!”
“No don Ramón, usted será mi verdugo. Sin ella mi vida no vale ni un
céntimo. No me alcance un revólver, ni un cuchillo, ni siquiera una soga.
Compré media botella de ese aguardiente que usted bebe en la Parada, y que será
suficiente para volar al infinito a reunirme
con el Creador”.
Por supuesto, que no
tomé ese veneno ni siquiera mezclado con miel de abeja. Ni loco que fuera.
Tiempo después me datearon
que vieron paseando por la plaza de armas a ella y al pérfido de don Ramón
tomados de las manos. Mi perdición fue entregarle una fotografía de la ingrata,
según dijo, para “rezarla” y bajarle el copete de orgullosa.
Resultó que don Ramón
era brujo y de los buenos, y no tuvo ninguna dificultad para conquistarla. Así
cualquier gana
OTROSI
DIGO:
La política para los periodistas, comunicadores o como se les llame; es un amplio
campo de acción para ejercer sus investigaciones, su análisis y su
enjuiciamiento llegado el caso, pero de manera imparcial, esto es sin ataduras
o mordaza que le obligue callar lo que debe decir.
Pero cuando ese
periodista sin ningún rubor en la cara se arroja de cabeza a la piscina llena
de agua maloliente, como es la política, es un microbio más en esa llaga
purulenta.
Contagiados ya por el
virus, en adelante usará su medio, no sólo para autoelogiarse (que les encanta),
sino para hundir a como dé lugar al contrincante, o para esconder su cabeza
cuando su líder se prostituye en la corrupción.
De fiscalizador
asumirá el papel nada edificante de apañador, y toda la suciedad de su agrupación
política lo ocultará bajo la alfombra.
En adelante su pluma o
su micrófono tendrán en la subasta el valor de un mísero céntimo, entonces sí
estará practicando el más vil de los oficios.
Al verdadero
periodista la política tal como está ahora, le debe causar náuseas y no formar
parte de ella.
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