Por: Oscar Velit Bailetti
Inescrupulosos sujetos se visten de
mendigos y divagan por las calles de nuestra ciudad para aprovecharse de aquellas personas
de buen corazón.
La mayoría de los chinchanos se hacen dominar por las
emociones y terminan colaborando ante la apariencia que muestran estos falsos
menesterosos; donan sin saber el verdadero destino de su dinero.
He podido observar cómo lle-gan
estos menesterosos, hasta la familia completa de ciudades cercanas y que se
cambian de vestimenta y se ponen otra para solicitar dinero mencionando el
pariente que les acompaña que tiene cáncer terminal, y quieren una colaboración
para su cura. Estos se cubren la cara para no ser reconocidos.
Antes de darles una manito de
caridad a este tipo de personas debemos mirar bien si son verdaderos o falsos,
muchas veces te cuentan historias falsas y cuando les preguntas de qué
enfermedad sufre, titubean y responden cualquier disparate. Asì vemos a un
jovencito que se aposta en la Avenida Benavides cerca a la UGEL; este una vez
que se retira lo ven correr y jugar normalmente en su barrio. La multitud
contribuye en la proliferación de los falsos pordioseros que actúan compaginados
con mafias que explotan a los niños mediante la mendicidad.
Me contaba un señor comerciante
del mercado "estos vienen a contar su plata cerca de mi puesto y sacan hasta
300.00 nuevos soles diarios en unas cuantas horas. Mientras yo me
sacrifico todo el día y no llego ni a la mitad".
Los desocupados con solo estirar la mano y repe
tir un discurso conmovedor durante todo el día
encuentran la forma más fácil de obtener dinero.
La falsa mendicidad se ha
convertido en el oficio más rentable de los últimos años, cada día estos
inescrupulosos reinventan sus estrategias de estafa para no ser descubiertos, fingen padecer enfermedades terminales,
contar historias desgarradora para lucrar de la ingenuidad de los transeúntes.
Esta es una nueva
modalidad de robo que afecta a la población auspiciado por la candidez de
algunos chinchanos especialmente mujeres que contribuyen en la proliferación de
los vagabundos, “entregamos el pescado en vez de enseñar a pescar”.
La mendicidad no es un fenó-meno de pobreza, sino
consecuencia de las personas holgazanes quienes viven atrapados en el mundo del
facilismo.
Las horas
estratégicas que operan son los feriados y hora punta, son expertos de la calle conocen el
movimiento comercial de la ciudad. En navidad y Semana Santa hacen su agosto.
Merodean en la puerta de los centros comerciales, mercados, parada, y luego
desaparecen, son los fantasmas de la ciudad. La mayoría de los falsos mendigos
son mujeres de 35 a 60 años, seguido de los niños y varones, en comparación con
los verdaderos mendigos es todo lo contrario. Los verdaderos necesitados son
perjudicados pues son juzgados por la franqueza de sus palabras.
Sería bueno que la
Beneficencia pública haga un operativo con la Fiscalía de prevención y la
familia, para erradicar a estos personajes que atentan contra la buena fe.
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