jueves, 2 de enero de 2014

Chincha: recuerdos del cuarenta


Por: José A. Pérez Ríos
 IV
Los cuarenta son los años de la guerra. La segunda guerra mundial que se desarrollaba en otros escenarios tuvo aquí explicables repercusiones estimuladas por la audaz decisión del presidente Prado, al declarar el estado de guerra de nuestro país a las potencias del Eje. La ejecución de la estrategia alemana, la rápida y trágica caída de Italia, la ocupación de Francia y la entrada de los japoneses en la contienda, eran comentadas y discutidas con calor. Los italianos y sus hijos, residentes en Chincha, eran en su mayoría fascistas o simples admiradores de Mussolini. Arraigados por más de ochenta años en nuestro suelo y con vida económica independiente y sólida, no tenían pelos en la lengua para expresar su identificación con el Duce y sus simpatías con el Eje. Los japoneses en cambio, modestos, de economía incipiente y por tradición tolerantes, callaban su nacionalismo y expresaban quedadamente su inquebrantable fidelidad imperial. Al romperse las relaciones diplomáticas entre Perú e Italia, los italianos y sus descendientes no tuvieron problemas mayores; no sucedió igual con los japoneses, algunos de los cuales fueron extrañados del país y sus negocios confiscados o asaltados. El caso más notorio fue el de Munakata, dueño de un gran almacén en la esquina de las ca lles Junín y Chavín. MunaKata y su familia fueron extrañados y su negocio tomado por asalto, desapareciendo de ese modo uno de los mejores establecimientos que tenía Chincha Alta por aquellos años. Con el almacén de Munakata desapareció también Jorge Nogami, joven nisei dependiente del negocio, cuya varonil simpatía atraía a muchas señoritas de la ciudad
Al producirse la corta persecución de japoneses empezó a correr la historia de que Munakata era almirante de la armada nipona, Kuwoyama general de ejército y Antonio Nakamura comandante. La verdad es que Munakata sólo era un tendero de relativo éxito y el recordado amigo Kuwoyama nunca dejó de demostrarnos su habilidad para hacer crecer un pequeño trozo de carne hasta cubrir el tamaño de un plato normal. Pura chismografía.
La guerra continuaba en Eu-ropa, el oriente y el Africa septentrional. Mientras De Gaulle organizaba la resistencia y Montgomery se batía con Ro-mmel, acá se agudizaba cada vez más la lucha política entre el aprismo en clandestinidad, la Unión Revolucionaria todavía con fuerza popular y el gobierno de Prado, que representaba a la oligarquía tradicional. Los apristas chínchanos eran perseguidos y encarcelados, y en los precarios tiempos de recortada libertad abrían nuevamente la casa del pueblo, congregando gran cantidad de ciudadanos. Chincha era visitada regularmente por la soplonería pradista que bajo el nombre de Brigada Política ejecutaba seguimientos y detenciones a discreción provocando la repulsa de la población. Eran representantes chínchanos en el Congreso Nacional los señores Rómulo Jordán Cánepa y Gonzalo Carrillo Benavides, senador por el departamento de Ica y diputado por la provincia, respectivamente. Ambos jugaban a la reelección tras una actuación parlamentaria poco menos que discreta. Se comentaba en la provincia que la única vez que se escuchó la voz de Carrillo Benavides fue cuando se produjo un amago de incendio en la cocina de la cámara y luego apareció él diciendo, en su calidad de directivo: señores, no ha pasado nada. El aprismo provinciano reunía a la mayor parte del electorado y se hizo más fuerte al integrarse al Fren-te Democrático Nacional, del cual fue principal sustento. La Unión Revolucionaria que ha-bía tenido determinante presencia, conservaba aún sus arrestos pero visiblemente erosionada. Ante el continuismo que representaba la reelección de Jordán y Carrillo y la ausencia de una fuerza organizada que los derrotara y abriera para Chincha la posibilidad de renovación, se creó en Lima en 1944 el Frente Universitario Chinchano (FU CH), primera agrupación que aparece con estas siglas, bajo la Inspiración y dirección de Luis F. Solari e integrado por Jorge Donayre Belaunde, Hugo Roy Valerio, Carlos Carrillo Ron-ceros, Américo Natteri Rivera, Arístides Ríos Higginson, E-duardo Anchante Granda, Mario Latinez G., Carlos Natteri Rivera, Marcos Chumbiauca Ríos, Oscar Latinez Granda, Carlos Yuiján, Elsa Carbajal, Miguel Tipián, Luis A. Lévano,
Erasmo Díaz Yuiján y muchos más. Este Frente Universitario Chinchano de 1944 produjo un manifiesto dirigido al electorado de la provincia cuyo texto, sorprendentemente, bien podría haber sido concebido en la actualidad. Uno de sus párrafos dice lo siguiente: La provincia que hoy contemplamos y tenemos no es, ciertamente, la que nuestros antecesores nos legaron. La de 1944 se parece muy poco a la de antaño: no ha evolucionado de acuerdo con su brillante porvenir. La ciudad misma, que antes florecía con presagios de grandeza, ofrece hoy un panorama sombrío y de abandono. Aún no se ha llevado a cabo el asfaltado de sus calles. El ornato de sus casas, la eficiencia de su alumbrado eléctrico y de sus servicios pú-blicos, no están a la altura de la jerarquía política que ostenta ni de las riquezas naturales que posee. Su industria, que fuera en otro tiempo orgullo incomparable de la región y del país, se encuentra hoy en el más completo y mortal de los descréditos. No es mejor tampoco la situación por la que, desgraciadamente, atraviesa la agricultura en la provincia. Por otro lado, jamás ha sido tan general e intensa la corrupción moral de sus autoridades ni tan incalificable la indiferencia de sus habitantes. No sólo han existido hasta hace poco, hombres que permanecían resignados ante quienes lucraban voraz y escandalosamente, con las arcas fiscales sino que también no faltaron los que, sin escrúpulos de ninguna clase, no vacilaban en defender o adular a quienes, precisamente, los chinchanos dignos repudiaban y combatían. El cuadro que hoy ofrece Chincha es, pues, verdaderamente desolador y vergonzoso. No se nos oculta que, quizás, haya quienes no lo ven así. Pero ante esos no tenemos nosotros que justificarnos. Siempre han existido, en todas partes, espíritus rastreros, almas miserables, que encuentran motivos de alegría en el infortunio o en las desdichas del pueblo en que nacieron!!!
Los dirigentes del FUCH vi-sitaron Chincha en varias oportunidades y se dirigieron a la ciudadanía desde la rotonda de la plaza de armas. Luis F. Solari, era un orador vigoroso y fluido y los otros jóvenes eran
todos alumnos universitarios distinguidos. Un grupo de con-notados peruanos había constituido en Lima el Frente Democrático Nacional, que convocando a don Antonio Roy a la diputación por Chincha y a Emilio Guimoye a la senaduría por Ica, puso punto final a la vehemencia reeleccionista.
En el atardecer del día de las elecciones, cuando ya era un hecho público el triunfo del candidato Roy en Chincha y el señor Guimoye en "el departamento de Ica, grupos de apristas y frentistas apostados en la esquina de la calle de Los Ángeles y de la plaza de armas, empezaron a asediar la casa de la familia Jordán, amenazando incendiarla. Los Jordán Cánepa solían tener gente armada no sólo custodiando la casa sino otros solares por donde podía producirse sigilosamente el ingreso de enemigos. Sonaron algunos balazos que fueron respondidos por franco tiradores desde los techos de la casa Jordán. El grupo de gente exaltada avanzó algunos metros pero intervino severamente la fuerza pública y el propio candidato Roy, quien noticiado de los hechos se trasladó inmediatamente hasta la plaza de armas controlando los encendidos áni-mos. Según comentaban los apristas, el propósito no era exactamente provocar un incendio sino vigilar las oficinas del Correo, colindantes con la famosa casa, y evitar que se activara nuevamente un forado en la pared lateral que, comentaban, había funcionado en las elecciones de 1939, desvirtuando la voluntad popular.
El aprismo tenía en Chincha a un auténtico líder en la persona de don Domingo Dianderas, mediano industrial que lo que no podía exhibir en físico -pues era de mediana estatura y aparentemente débil-, lo tenía de sobra en personalidad y en valentía, pues soportó con singular coraje persecuciones, acosos y prisión, dando lo mejor de sus energías a la causa en la que creyó firmemente. Otros apristas conocidos por aquellos años eran Julio Arboleda, Urbano Arciniega Abrill, Agustín Cruz, Francisco Mateo Lévano, Alejandro Monasí Valero, Isaías Apolaya.
El triunfo del FDN coincidió con el fin de la guerra. Los chínchanos, acuciosos y urgados de información, seguían en dos direcciones el curso de los acontecimientos. Los combates en El Alamein y la invasión de Normandía iban en el comentario público a la par con el Memorándum de la Paz y los esfuerzos de don Oscar Benavides para obtener una salida que asegurara la continuidad democrática.
El poder legislativo propuso la creación de las Juntas Transi-torias en reemplazo de las llamadas Juntas de Notables, para administrar la vida de los municipios. El FDN llevó a la alcaldía de Chincha Alta al doctor Víctor Villagarcía Blondet y luego al señor Agustín Jordán Arcos. En ambos casos, los cuerpos de concejales eran integrados en mayoría por miembros del aprismo. En lo tocante al doctor Villagarcía primó la influencia del diputado Roy. Al quebrarse tempranamente la relación entre el señor Roy y el aprismo, Villagarcía presentó renuncia a su cargo y el Comité Ejecutivo Provincial del PAP llevó a Jordán Arcos, en propuesta de la que fueron principales conductores los dirigentes Cruz y Arboleda.
La década del cuarenta está marcada, entre otras cosas, por el incremento incontrolado del internamiento ilegal de azúcar en la provincia, para destinarlo a la producción fraudulenta de vinos y aguardientes. Los subprefectos y las autoridades policiales de esa época no pusieron la necesaria energía para cortar de raíz esta anormalidad. El comentario público señalaba que dichos funcionarios reci-bían dinero de parte de los transportistas y comerciantes ilegales para hacerse de la vista gorda. Sintiéndose afectado en sus promesas de moralización y en su lucha contra la corrupción, el aprismo provinciano reaccionó y organizó piquetes de disciplinarios que, cual ronderos de hoy, recorrían los campos poniendo cerco a las bodegas sospechosas de almacenar azúcar en su interior. Se produjeron varios intentos de ingresar a las bodegas a viva fuerza, llegándose a la violencia y al uso de armas de fuego, cuando no a los garrotazos y a las puñadas. Los piquetes de disciplinarios montaban guardia también en el antiguo control policial de Jahuay, que antes había sido Jagüey, y allí se produjeron más de una vez correteos y balazos con la consi-guiente alarma de la población. La persecución del contrabando por parte del aprismo era un capítulo más en la lucha del partido de Haya de la Torre contra la burguesía y el gamonalismo chinchano, y se prolongó durante varios años, deponiendo las armas en 1956, al propiciar una lista parlamentaria totalmente conservadora. Pero esa es otra historia.
Abundaban los panfletos, ma-nifiestos y hojas impresas anónimas en las que los adversarios se sacaban los trapos al sol. El semanario Combate, dirigido por Guillermo Calderón y editado en Lima, llegaba regularmente a nuestra provincia con titulares impactantes en relación con la conducción aprista del municipio. Combate circulaba en todo el departamento de Ica y las Informaciones y comentarios referentes a Chin-cha estaban a cargo de Luis F. Solari. Cuando se produjo el golpe del 27 de octubre del 48, los dirigentes apristas fueron apresados y algunos de ellos conducidos a Lima en donde pasaron larga temporada en los calabozos del cuartel sexto o en la Penitenciaría. En tanto que algunos apristas chínchanos buscaban refugio en pequeños pueblos alejados, llegaban a Chincha otros militantes de ese partido, procedentes de Lima, con la esperanza de conseguir aquí un lugar seguro. En esos grupos llegaron y vivieron durante varias semanas, alojados en casas de apristas chínchanos, los poetas y activistas de esos tiempos Gustavo Valcárcel y Justo Enrique Debarbieri.
Como fuerza de choque para hacer frente al aprismo se había organizado en Lima en 1946 la Alianza Nacional, de la que era gonfaloniero el escritor y político cajamarquino Eudocio Ra-vines. En otras provincias se constituían también alianzas y frentes para hacer la pelea al Apra. Fletado por agricultores y bodegueros que se sentían afectados por la intransigencia apris ta, se constituyó el Frente Único Chinchano, segundo FUCH, el mismo que abrió local en la antigua calle del Teatro, al lado del hotel Sudamérica, y congregó a empresarios, agricultores y propietarios: los comerciantes estaban divididos. Eran figuras visibles del FUCH la poetisa Carola Bermúdez, Luis Duffaut Uribe, Atilio Grimaldi Bossio y Mario Bertorini Jor-dán. El agricultor Francisco Corbetto obsequió un mimeò-grafo que luego pasó a poder del colegio Pardo. Las diferencias entre el FUCH y el aprismo chinchano dieron lugar solamente a escaramuzas: nunca llegó la sangre al rio ni se armó el gran incendio que algunos radicales esperaban impaciente-mente. Ravines tomó contacto con los dirigentes del FUCH y ofreció ayuda, pero condijo-nándola a exigencias que los fuchistas no aceptaron. Quien sí llegó a Chincha para encabezar una manifestación popular fue Javier Ortíz de Zevallos, otro miembro distinguido de la Alianza Nacional. Ortíz de Ze-vallos participó en una marcha que empezó en la plazuela Bo-lognesi. En el curso de la mar-cha sonaron disparos y se hicie- ron presentes los disciplinarios apristas que quebraron hábil-mente las coordinaciones del FUCH. El propósito era llegar a la plaza de armas y colocar un candado a la puerta del muni-cipio. Al final sólo ingresaron a la plaza, junto con la banda de músicos, los fuchistas Mario Bertorini y Atilio Grimaldi, con sendas banderas en las manos.

El golpe de Odría puso telón a la interesante experiencia del Frente Democrático Nacional, el régimen del doctor Bustamante y el debut del aprismo en asuntos de gobierno. A consecuencia del golpe, la Junta Transitoria de Jordán Arcos se vio precisada a dimitir, dejando el gobierno municipal al garete. Pocas semanas más tarde el Ministerio de Gobierno de la naciente dictadura copaba el municipio con gente afín a los regímenes fuertes, la misma que se mantuvo allí por varios años.

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