Querido/a Amigo/a: César Maside, C. M.
Una vez
alguien le dijo a Dios: háblame. Entonces cantó un jilguero. Pero no lo
escuchó. Miró a su alrededor y dijo: déjame verte. Y una estrella brilló
hermosa en la noche. Pero no miró al
cielo. Entonces indignado gritó fuertemente: déjame ver un milagro. Y le nació el hijo que
esperaba. Pero no se dio cuenta de esa vida que amanecía. Entonces gritó
desesperado: tócame, déjame sentirte. Dios le tocó suavemente. Pero sin
pensarlo retiró una bella mariposa de su mejilla. Y llorando volvió a gritar:
Dios, necesito tu ayuda. En ese momento le llegó un correo electrónico con
buenas noticias y dándole aliento y el abrazo de quien le quería. Pero lo borró
sin leerlo.
Esto
nos debe hacer recordar que Dios está de
corazón en cada cosa y siempre a nuestro lado en todo, en lo grande y en lo pequeño.
La “envoltura” casi siempre no es la que tú esperas. Dios nos habla a través de
las personas y de las cosas más sencillas y menos esperadas. ¡Oye!, espera
siempre lo inesperado. Poder saborear a Dios no es una conquista del hombre. Si
lo conocemos es porque Él salió primero
a nuestro encuentro. Y mejor que saber cosas de Dios, es crear actitudes de
contemplación y acogida, de súplica y petición, para dejarnos empapar de su presencia, de su gracia y de
sus dones. Y, ¿sabes?, no hables sólo de
las cosas de Dios, mejor déjalas crecer
en ti.
El Evangelio destruye para siempre la imagen de
un Dios mudo e intransigente, indiferente
e insensible a la suerte de los hombres. Necesitamos conocer a un Padre que no
quiere el sufrimiento, el hambre, la guerra, la violencia, la injusticia y que
corresponsabiliza a todos sus hijos en la construcción de un mundo nuevo. Descubrir
a Dios como Padre nos compromete a servir a los demás como a hermanos. El
verdadero rostro de Dios es el amor que perdona y ama, no el juez que condena.
La parábola del hijo pródigo es la mejor
y más hermosa fotografía de Dios.
Es como para guardarla al lado del corazón. Por eso nos dice san Juan que “Dios
es Amor”. Su perdón es gratuito, generoso, absoluto, sin cálculos, total, sin
reproches, espontáneo y con alegría.
No
pienses en un Dios siempre con la “tarjeta roja” a punto, ajeno al mundo, enemigo
del hombre, un Dios policía, contrario a la libertad y castigador. Él crea el
universo por amor, gobierna el mundo de cara a su perfección y plenitud y se comunica
con el hombre para darle a conocer su proyecto. Hace promesas de salvación,
envía a su Hijo para decirnos su
programa y completar su obra. Nos hace hijos suyos, nos salva de las raíces del
mal y nos da el Espíritu como luz y fuerza para nuestro caminar; nos promete la
resurrección y la vida que no acaba. ¡Ah! y ¿sabes?, está cerca de Dios, quien
se siente frágil y pequeño, necesitado de ayuda y de salvación; quien es capaz de amar y de acoger, de comprender
y perdonar; quien se siente solidario con los problemas
de los otros y está dispuesto a tender su mano al que precisa ayuda; quien no puede pasar indiferente ante las necesidades
y lamentos y se compromete ante el que
está triste y sufre; quien escucha la
voz de la conciencia y busca con decisión ser fiel al proyecto de Dios en medio
de las dificultades. Pero no puede encontrarlo el que se hace a sí mismo el
centro de todo y convierte las cosas en ídolos. Nuestra amistad con Dios se construye
a pedacitos, ¿sabes? El amor crece cuando se reparte. Qué triste sería el mundo si todo estuviera ya hecho.
Pregúntale a la Navidad
qué puedes hacer.
Jesús nos enseña a “conocer” a su Padre. Y “conocer” en la Biblia significa
tener con Dios una relación de afinidad, de cercanía, de familiaridad,
de intimidad. Es alguien cercano que se
hace compañero de camino. En-Manuel
significa “Dios dentro de nosotros”. El libro de la Sabiduría lo llama “amigo de la vi-da”. Es una manera
de hablar de Él como padre y madre. El
amor incondicional de los padres nace de la ternura de sus entrañas. Y eso es
lo que siente Dios por nosotros. Y todo su lenguaje evoca esa experiencia de
relación filial. Pero, ¡claro!, al contemplarla dureza de nuestro mundo,
guerras, catástrofes, enfermedades, se “remueve” y manifiesta en nosotros ese
“pequeño ateo” que todos tenemos en el
“sótano” de nuestra vida y que constantemente está tratando de asomarse.
El
dolor es un misterio que no podemos resolver, pero necesitamos apoyarnos en la
fe y fiarnos de Dios. La esperanza nos capacita para ir más allá del problema
del mal y acudir al mejor recurso usado por Jesús en el momento más difícil de
su sufrir, que se atrevió a decir: “Padre, en tus manos pongo mi vida”. Cada
vez que en nuestra vida se nos hace presente el sufrimiento, el camino es dar
siempre un paso más allá de nuestras dudas, de nuestra angustia y saber que la
realidad última es acogedora y tiene un nombre familiar: Padre. Y como sabemos
que Dios ha amado tanto al mundo que hasta le dio a su propio Hijo, la actitud
básica del cristiano es vivir en “urgencia agradecida”. Agradecerle el tener a
Jesús como hermano, maestro y Señor.
Somos
valiosos para Dios. Este es uno de los temas que más nos cuesta aceptar. La
buena noticia del Evangelio es la de la gratuidad del amor de Dios. Le hemos caído bien y nos quiere. Y el caso
es que nosotros le seguimos cantando: “no estés eternamente enojado”…Y el que
Dios nos quiera no depende de nosotros. Llueve y hace sol para los buenos y malos. Dios es como es. Y porque es Amor no
puede remediar el querernos. Y es que no sabe, ni puede, ni quiere, hacer otra
cosa que no sea amarnos. Y ¡claro!, no
nos queda más remedio que responder a ese amor, aunque el suyo es gratis.
¡Ah!,
y no podemos llamar a Dios Padre nuestro si no llamamos y tratamos como
hermanos a los otros. Tienes que sentirte y relacionarte dentro de una
“familia numerosa”. Mucha gente va a
misa sin sentirse asamblea y al darse la mano de la paz es como si le diera un calambre. Hay algo
que debiera circular y no circula.”Te bendigo, Padre, porque estas cosas se las
has manifestado no a los sabios, sí a la gente sencilla”.
Es
como si Jesús se alegrara por coincidir
con el Padre en aquello que ha ido sintiendo a lo largo de su vida, ese írsele
el corazón detrás de los pequeños y excluidos. ¡Oye!, tenemos que
acostumbrarnos a su estilo, haciéndonos afines, e ir haciendo nuestras sus preferencias,
sus opciones. Pero la compasión no es algo que se enseña, es algo que se contagia.”No
basta ser índice extendido, hay que ser también mano acogedora”.
Un
cristiano de a pie que sólo escuchara
los medios de difusión, hoy, se tropezaría sólo con la cara más rigurosa e inexacta del cristianismo. Y no encontraría lo más
gozoso de la vida cristiana que es la de ser acogidos y sentirnos familia y
estar “amenazados” de ser felices. ¡Oye! participa del secreto de la alegría de
esa gente que canta, celebra, bendice y agradece. Sólo la invocación y la vida,
no el discurso, nos posibilita el acceso a Dios. Nos sentimos en buenas manos,
nos fiamos de Aquel de quien se fió Jesús. Si algo sabemos de Dios, es que su
deseo más hondo sobre nosotros no es el de
nuestras hermosas teorías sobre Él, sino
el de que nos fiemos perdidamente de que en sus manos estamos definitivamente
a salvo. Felicidades y un abrazo
cordial.
cesarmaside@gmail.com
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