martes, 24 de diciembre de 2013

SÍ, PADRE: TÚ ESTÁS DE CORAZÓN EN CADA COSA


       Querido/a  Amigo/a:                  César Maside, C. M.
Una  vez  alguien le dijo a Dios: háblame. Entonces cantó un jilguero. Pero no lo escuchó. Miró a su alrededor y dijo: déjame verte. Y una estrella brilló hermosa  en la noche. Pero no miró al cielo. Entonces indignado gritó fuertemente: déjame  ver un milagro. Y le nació el hijo que esperaba. Pero no se dio cuenta de esa vida que amanecía. Entonces gritó desesperado: tócame, déjame sentirte. Dios le tocó suavemente. Pero sin pensarlo retiró una bella mariposa de su mejilla. Y llorando volvió a gritar: Dios, necesito tu ayuda. En ese momento le llegó un correo electrónico con buenas noticias y dándole aliento y el abrazo de quien le quería. Pero lo borró sin leerlo.
Esto nos debe hacer recordar que Dios está  de corazón en cada cosa y siempre a nuestro lado en todo, en lo grande y en lo pequeño. La “envoltura” casi siempre no es la que tú esperas. Dios nos habla a través de las personas y de las cosas más sencillas y menos esperadas. ¡Oye!, espera siempre lo inesperado. Poder saborear a Dios no es una conquista del hombre. Si lo conocemos  es porque Él salió primero a nuestro encuentro. Y mejor que saber cosas de Dios, es crear actitudes de contemplación y acogida, de súplica y petición, para dejarnos  empapar de su presencia, de su gracia y de sus dones.  Y, ¿sabes?, no hables sólo de las cosas de Dios,  mejor déjalas crecer en ti.
El  Evangelio destruye para siempre la imagen de un Dios mudo e intransigente,  indiferente e insensible a la suerte de los hombres. Necesitamos conocer a un Padre que no quiere el sufrimiento, el hambre, la guerra, la violencia, la injusticia y que corresponsabiliza a todos sus hijos en la construcción de un mundo nuevo. Descubrir a Dios como Padre nos compromete a servir a los demás como a hermanos. El verdadero rostro de Dios es el amor que perdona y ama, no el juez que condena. La parábola del hijo pródigo es la mejor  y  más hermosa fotografía de Dios. Es como para guardarla al lado del corazón. Por eso nos dice san Juan que “Dios es Amor”. Su perdón es gratuito, generoso, absoluto, sin cálculos, total, sin reproches, espontáneo y  con alegría.
No pienses en un Dios siempre con la “tarjeta roja” a punto, ajeno al mundo, enemigo del hombre, un Dios policía, contrario a la libertad y castigador. Él crea el universo por amor, gobierna el mundo de cara a su perfección y plenitud y se comunica con el hombre para darle a conocer su proyecto. Hace promesas de salvación, envía a su Hijo para  decirnos su programa y completar su obra. Nos hace hijos suyos, nos salva de las raíces del mal y nos da el Espíritu como luz y fuerza para nuestro caminar; nos promete la resurrección y la vida que no acaba. ¡Ah! y ¿sabes?, está cerca de Dios, quien se siente frágil y pequeño, necesitado de ayuda y de salvación;  quien es capaz de amar y de acoger, de comprender y  perdonar;  quien se siente solidario con los problemas de los otros y está dispuesto a tender su mano al que precisa ayuda;  quien no puede pasar indiferente ante las necesidades y lamentos  y se compromete ante el que está triste y sufre;  quien escucha la voz de la conciencia y busca con decisión ser fiel al proyecto de Dios en medio de las dificultades. Pero no puede encontrarlo el que se hace a sí mismo el centro de todo y convierte las cosas en ídolos. Nuestra amistad con Dios se construye a pedacitos, ¿sabes? El amor crece cuando se reparte. Qué triste sería  el mundo si todo estuviera ya hecho. Pregúntale a la Navidad qué puedes hacer.
 Jesús nos enseña  a “conocer” a su Padre. Y “conocer” en la Biblia  significa  tener con Dios una relación de afinidad, de cercanía, de familiaridad, de intimidad.  Es alguien cercano que se hace compañero de camino. En-Manuel  significa “Dios dentro de nosotros”. El libro de la Sabiduría  lo llama “amigo de la vi-da”. Es una manera de hablar de Él como  padre y madre. El amor incondicional de los padres nace de la ternura de sus entrañas. Y eso es lo que siente Dios por nosotros. Y todo su lenguaje evoca esa experiencia de relación filial. Pero, ¡claro!, al contemplarla dureza de nuestro mundo, guerras, catástrofes, enfermedades, se “remueve” y manifiesta en nosotros ese “pequeño ateo” que todos  tenemos en el “sótano” de nuestra vida y que constantemente está tratando de asomarse.
El dolor es un misterio que no podemos resolver, pero necesitamos apoyarnos en la fe y fiarnos de Dios. La esperanza nos capacita para ir más allá del problema del mal y acudir al mejor recurso usado por Jesús en el momento más difícil de su sufrir, que se atrevió a decir: “Padre, en tus manos pongo mi vida”. Cada vez que en nuestra vida se nos hace presente el sufrimiento, el camino es dar siempre un paso más allá de nuestras dudas, de nuestra angustia y saber que la realidad última es acogedora y tiene un nombre familiar: Padre. Y como sabemos que Dios ha amado tanto al mundo que hasta le dio a su propio Hijo, la actitud básica del cristiano es vivir en “urgencia agradecida”. Agradecerle el tener a Jesús como hermano, maestro y  Señor.
Somos valiosos para Dios. Este es uno de los temas que más nos cuesta aceptar. La buena noticia del Evangelio es la de la gratuidad del amor de Dios.  Le hemos caído bien y nos quiere. Y el caso es que nosotros le seguimos cantando: “no estés eternamente enojado”…Y el que Dios nos quiera no depende de nosotros. Llueve y hace sol  para los buenos y  malos. Dios es como es. Y porque es Amor no puede remediar el querernos. Y es que no sabe, ni puede, ni quiere, hacer otra cosa que no sea amarnos.  Y ¡claro!, no nos queda más remedio que responder a ese amor, aunque el suyo es gratis.
¡Ah!, y no podemos llamar a Dios Padre nuestro si no llamamos y tratamos  como  hermanos a los otros. Tienes que sentirte y relacionarte dentro de una “familia    numerosa”. Mucha gente va a misa sin sentirse asamblea y al darse la mano de la  paz es como si le diera un calambre. Hay algo que debiera circular y no circula.”Te bendigo, Padre, porque estas cosas se las has manifestado no a los sabios,  sí  a la gente sencilla”.
Es como si Jesús se alegrara  por coincidir con el Padre en aquello que ha ido sintiendo a lo largo de su vida, ese írsele el corazón detrás de los pequeños y excluidos. ¡Oye!, tenemos que acostumbrarnos a su estilo, haciéndonos afines, e ir haciendo nuestras sus preferencias, sus opciones. Pero la compasión no es algo que se enseña, es algo que se contagia.”No basta ser índice extendido, hay que ser también mano acogedora”.
Un cristiano de a  pie que sólo escuchara los medios de difusión, hoy, se tropezaría sólo con la cara más rigurosa e inexacta  del cristianismo. Y no encontraría lo más gozoso de la vida cristiana que es la de ser acogidos y sentirnos familia y estar “amenazados” de ser felices. ¡Oye! participa del secreto de la alegría de esa gente que canta, celebra, bendice y agradece. Sólo la invocación y la vida, no el discurso, nos posibilita el acceso a Dios. Nos sentimos en buenas manos, nos fiamos de Aquel de quien se fió Jesús. Si algo sabemos de Dios, es que su deseo más hondo sobre nosotros no es el de  nuestras hermosas teorías sobre Él, sino  el de que nos fiemos perdidamente de que en sus manos estamos definitivamente a salvo. Felicidades  y  un abrazo  cordial.

cesarmaside@gmail.com

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