jueves, 22 de noviembre de 2012

Papa condena delincuencia organizada



Por: Oscar Velit Bailetti,
Especialista en Seguridad Ciudadana
En audiencia celebrada en el Palacio Apostólico del Vaticano, el pontífice recibió a jefes policiales representantes de los países miembros de la Interpol, que asistieron a Roma a la celebración de su 81 asamblea general. En el discurso que dirigió a los jefes de la policía, Benedicto XVI condenó todo tipo de violencia e instó a una vez más a la fuerte colaboración internacional en la lucha contra las mafias.
Señaló que las formas más graves de las actividades criminales son el terrorismo y en la delincuencia organizada, el primero porque provoca las manifestaciones más brutales de violencia, siembra odio, muerte y deseos de venganza.
“Este fenómeno de estrategia subversiva, típica sólo de algunas organizaciones extremistas, se ha transformado en una red oscura de complicidades políticas, que utilizando también sofisticados medios técnicos, se vale de ingentes cantidades de recursos financieros y elabora estrategias a gran escala”, denunció.
Indicó que, por su parte, la delincuencia organizada se vale de toda clase de actividades ilícitas e inmorales como la trata de personas, el tráfico de droga, las armas, la mercancía falsificada, llegando incluso al tráfico de fármacos que matan en vez de curar, utilizados en gran parte por los pobres. A estos flagelos sumó uno “aún más execrable”: el tráfico de órganos extraídos a personas inocentes.
“Éstas padecen los dramas y ultrajes que creíamos habían acabado para siempre tras las tragedias del siglo XX, pero que lamentablemente aparecen de nuevo a través de la violencia generada por la actividad delictiva de personas y organizaciones sin escrúpulos”, apuntó.
En su mensaje, el líder católico urgió a incrementar la cooperación y el intercambio de experiencias policiales justo cuando se observa, en el ámbito global, un aumento de las fuentes de violencia causadas por fenómenos transnacionales que “frenan el progreso de la humanidad”.
Advirtió que la respuesta a la delincuencia no puede ser delegada simplemente a las fuerzas del orden, sino que reclama la participación de todas las instancias que pueden incidir sobre el fenómeno. Aseguró que derrotar la violencia es una tarea que debe implicar no solamente a las instituciones y a los organismos interesados, sino a la sociedad en su conjunto: las familias, los centros educativos, entre ellos la escuela y las entidades religiosas, los medios de comunicación social y todos los ciudadanos.
“La violencia es siempre inaceptable en sus diversas formas de terrorismo y delincuencia, porque hiere profundamente la dignidad humana y constituye una ofensa a toda la humanidad”, dijo.
“Por tanto, es un deber reprimir el crimen en el ámbito de las reglas morales y jurídicas, porque las acciones contra la delincuencia han de ser realizadas siempre en el respeto a los derechos humanos y a los principios de un Estado de derecho”, añadió.
Estableció que la lucha contra la violencia debe apuntar ciertamente a detener el delito y a defender la sociedad, pero también al arrepentimiento y a la corrección del delincuente, que es siempre una persona humana, sujeto de derechos inalienables, y como tal no debe ser excluida de la sociedad, sino regenerada. Según Joseph Ratzinger, la colaboración internacional contra la delincuencia no puede agotarse sólo en operaciones policiales, sino que debe ir acompañada por un “valiente y lúcido” análisis de las motivaciones subyacentes a estas acciones delictivas inaceptables

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