EL ALMIRANTE Y LA BARONESA
La historia del Perú, tiene aún muchos aspectos
desconocidos para el común de las personas, y es oportuno transcribir a Uds. Un
episodio de la vida del Gran Almirante del Perú, don Miguel Grau Seminario, en
homenaje a él y su tripulación heroica en el Gran Monitor “Huáscar”: La
escritora española Emilia Serrano del Tornel, Baronesa de Wilson (1843-1922)…
Granadina de nacimiento, como precoces inquietudes literarias, se traslada con
su familia a Paris en 1857, donde toma contacto con personajes hispanoamericanos
residentes en la capital francesa y con el apoyo de e-llos, publica “La Revista
del Nuevo Mundo”. Entusiasta ad-miradora de Lamartine y Dumas, de quienes
proclama discí-pula, la joven escritora decide conocer personalmente la
realidad americana e inicia en 1869, el primero de tres viajes a nuestro
continente en el cual residirá -principalmente en México, Cuba y el Perú-
durante catorce años. Esta joven había recopilado abundante documentación
bibliográfico, y publicaría sus trabajos como en el casa de Chile: “Perlas del
Corazón” y en Perú entre 1876 y 1879 funda el “Semanario del Pacifico”, cuyo
primer número apareció en Mayo de 1879 (Mariano Felipe Paz Soldán), agregaría a
sus publicaciones entre otras “El Camino de la Cruz”, “Los Pordioseros de
Frac”, “El Mundo literario Americano”, “escritores contemporáneo” y “América en
fin de siglo” y es en este último que relata la forma de haber conocido a
Miguel Grau, en 1879, y como recogió sus
apuntes sobre el particular, “trazados bajo el influjo de las primer
impresiones, con imparcial criterio, hijo de un espíritu independiente”. “En
Lima en una apacible mañana y en risueña quinta – dice Emilia Serrano Tornel –
conocimos al marino caballeroso que hoy es héroe inmortal. Habiasele convidado
a un almuerzo de despedida en la víspera para aquella expedición postrera, que
formaba el segundo periodo en la famosísima campaña durante la cual el Huáscar
y su comandante lograron fijar la atención de ambos mundos, y en verdad que el
monitor peruano estuvo tan estrechamente unido con Grau en glorias y hazañas,
tan identificados ambos, que no sabríamos desligarlos, ni fuera posible hablar
del abnegado y singular patricio, sin poner en relieve la nave teatro de sus
triunfos y tumba de nobilísimas aspiraciones”. “Tenía Miguel Grau varonil
figura -prosigue la Baronesa-; dulce afabilidad en el semblante; cutis tostado
por el sol de los trópicos y curtido por las salobres brisas, que desde muy
niño habíanle acariciado. La estatura pasaba de mediana; la complexión robusta
y vigorosa, propia para hacer frente a los peligros y vencerlas con titánica
entereza. La frente era alta y espaciosa como forjada para ceñir laureles. Los
ojos negros, hermosos y rasgados, traducían el valor indomable, la serena
intrepidez del hombre resuelto a sacrificar su vida en defensa de los sagrados
intereses patrios. Avasallaba el marino con su trato cortes y delicado, por la
franca expansión de su carácter, por el ardiente y noble bélico”.
“El temible adversario en el combate señala Emilia Serrano,
demostraba en la victoria toda la magnanimidad encarnada en su gran corazón,
elevado y generoso. Aseguran sus más íntimos que la modestia de Grau llegaba a
la exageración, hasta el punto de negarse todo mérito en los culminantes
servicios hechos a su patria, sorprendiéndose de que hubieran alcanzado
resonancia y avergonzándose de las ovaciones, que, según él; eran inmerecidas”.
“Jamás olvidaremos la despedida del marino -prosigue en su relato-, después de
algunas horas de íntimo cambio de ideas y de sublime esperanza:
- Hasta la vuelta exclamaron todos, y que sea pronto.
- Adios, le dijimos, asaltados por vago y triste
presentimiento.
- Hasta la vista, nos respondió conmovido.
- Ojalá que el Huáscar sea tan afortunado como en la
anterior expedición:
- ¡Quién sabe!, contestó pensativo; mi barco sufrió mucho
en su combate con la Esmeralda; hubiera sido preciso reparar algunas averías y
limpiar los fondos; por ahora no hay que pensar en ellos; ya veremos más
adelante.
- Con usted va la victoria.
Y si nos abandona, moriremos, repuso con espartano
estoicismo y se alejó de nosotros sonriéndose.
Como colofón diría la Baronesa, de Grau “aquel hombre era
la encarnación del patriotismo. Era el verbo augusto de la guerra”.
Santiago Perona Miguel de Priego – DNI: 21787138
Fuentes:
Guerra con Chile-Epi-sodios y personajes 1879-1885
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