Por
Ed. Dr.: Claudia Viveros Lorenzo
La polémica de Javier “Chicharito” Hernández y sus
recientes discursos cercanos a la ideología redpill—movimientos que promueven
roles tradicionales y mensajes misóginos—contrasta con la posición oficial con
que el partido Morena ha protegido a Cuauhtémoc Blanco ante acusaciones graves.
Ambos casos muestran cómo las figuras públicas pueden representar ideales
contrapuestos: mientras uno recibe condena social, el otro recibe tapete
político.
En redes sociales, Javier “Chicharito” Hernández se
adentró en territorios controvertidos con videos donde afirmaba que las mujeres
“están fracasando” por no abrazar la masculinidad, y que deben aprender a
“recibir y honrar” a los hombres. Estas declaraciones se alinean con discursos
del coach Diego Dreyfus y el movimiento Temach, catalogados por expertos como
ideologías misóginas que refuerzan estereotipos de género.
Las consecuencias fueron inmediatas: la Federación
Mexicana de Fútbol impuso multas, se abrió una investigación por “violencia
mediática” y los comentarios fueron repudiados oficialmente por el Club Chivas
y la presidenta del país, Claudia Sheinbaum, quien los calificó de “muy
machistas”
Blanco y el escudo del partido ante acusaciones de
violencia sexual. Por otro lado, Cuauhtémoc Blanco, exgobernador de Morelos y
actual diputado federal por Morena, ha sido acusado formalmente de intento de
violación por parte de su media hermana y también señalado por violencia
política de género contra una compañera política. Sin embargo, recibió el
respaldo total de su partido: en la Cámara de Diputados se desechó la solicitud
de desafuero para que pudiera enfrentar la justicia, y legisladoras cercanas a
Morena lo defendieron públicamente con consignas como “no estás solo”
Organizaciones feministas y colectivas ciudadanas denunciaron
que Morales se convirtió en una protección institucional encubriendo violencia
sexual desde el poder, dejando sola a la víctima y reforzando la idea de
impunidad política.
Dos figuras, dos reacciones: ¿qué nos dice esto de
nuestra sociedad?
• En
el caso de Chicharito, el señalamiento social fue inmediato. No se trata solo
de un futbolista siendo juzgado por fútbol, sino por discursos que reproducen
misoginia disfrazada de autoayuda. La sociedad lo sancionó, y las instituciones
actuaron con rapidez.
• En
el caso de Blanco, se trata de una figura política acusada de delitos
gravísimos. Sin embargo, su partido lo protegió institucionalmente, diluyendo
el reclamo social y priorizando el pacto político sobre la justicia y los
derechos de las víctimas.
La diferencia es clave: uno es castigado por expresar
públicamente visiones retrógradas, el otro es respaldado ante acusaciones de
violencia extrema. En ambos casos se evidencia cómo la cercanía con el poder
determina la respuesta institucional frente a comportamientos cuestionables.
La sociedad mexicana parece dispuesta a condenar
ideas machistas cuando provienen de celebridades, pero se paraliza frente a
acusaciones concretas cuando quienes están en el centro del juicio son aliados
políticos. Esto configura una lógica de impunidad selectiva: los de fuera
pagan, los de dentro reciben consolación.
No podemos seguir permitiendo que la justicia dependa
de la posición o el favoritismo. Si condenamos discursos misóginos, también
debemos exigir que las instituciones actúen con igual contundencia ante quienes
cometen violencia real. Porque la desigualdad no está solo en lo que se dice:
también está en lo que se tolera.
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