Por: Ed. Dr. Claudia Viveros Lorenzo
Las elecciones venezolanas se llevaron a cabo y aunque parezca triste y
desolador. La noticia de la victoria de Nicolás Maduro no me sorprendió. Se
esperaba. No se podría imaginar otro escenario más que el que se está viviendo.
Incluso, creo que es tal el cinismo, la poca vergüenza y la maldad, que a pesar
de saber, que nadie creería la victoria “democrática”, que el pueblo
medianamente se manifestaría y que el desacuerdo reinaría, el “grupito” en el
poder, se atrevió a reelegirse por tercera vez con tal desfachatez, que es
latente que están tan embriagados de poder, que no sé si están ciegos, locos o
de plano son gente tan terriblemente mala y sin consciencia que les importa muy
poco el prójimo, que en este caso es todo un pueblo.
Venezuela vive el mayor éxodo de migrantes, se calcula poco más de 8
millones de personas repartidas en todas las latitudes del planeta, ya sea con
una migración ilegal, con asilo político o en la ilegalidad, viviendo penurias
inimaginadas, las cuales, por muy horribles que sean, son mucho mejor que vivir
en su propio país.
Y no, no soy una “puerquita capitalista” (como a la gente enajenada del
discurso “Chavista” o “Castrista” le gusta llamar a toda aquella que no cree en
su palabrería barata que ha llevado a sus naciones a la miseria y completa
desigualdad en la que viven, no. No se trata de creer en uno u otro sistema
económico. No estoy a favor de algo en particular, sé que el capitalismo tiene
muchas desventajas, pero también sé que el intento de comunismo, como vía para
llegar a un socialismo, ha fracasado, tanto en Cuba como en Venezuela. El que
quiera negarlo, vive en otro planeta. Y no ha fracasado porque la propuesta sea
incorrecta, no. Ha fracasado porque somos seres humanos y como tales, no hemos
podido realmente ejercerla. Sí señores, somos una raza llena de vacíos, de
inmoralidades, de envidias, con pocos valores y ética. Que se corrompe con
mucha facilidad. Si no, entonces explíquenme como María Gabriela Chávez tiene
una cuenta bancaria de más de 4.197 millones de dólares (y es solo una de las
que se le conocen, vaya usted a saber cuántas más escondidas tiene). O
explíquenme cómo es que Fidel Castro dejó una herencia de más de 900 millones
de dólares.
En esos dos datos se resume, porque los dos intentos latinoamericanos han
sido un gran fracaso. Con líderes carismáticos y encantadores de serpientes,
que se han valido de la bondad de un pueblo, que creyó en ellos y los llevó a
la ruina. Líderes, perversos, que no les ha importado ver a miles hambrientos y
desesperados.
A Nicolás Maduro, no sé si le quede mucho tiempo, la democracia no creo
que sea del todo el camino. Sé que sueno extremista, pero es un hecho que, ante
dictaduras como éstas, quizá la fuerza sea la única forma. A muchos nos duele
el dolor y la desesperación venezolana. Pero sobre todo nos debe servir de
ejemplo, porque si nos documentamos, y comparamos, con lo que hemos visto en
los últimos seis años, hay muchas similitudes en discurso y acto. Sé que
parecía lejano, pero no lo es tanto. A partir de esta última línea veo venir,
el sin fin de correos, con bastezas, de los amlovers, que a todo aquel que no
está de acuerdo con su sensei, por lo menos y para ser suavecitos, tachan de
ignorante, pero hay cosas innegables.
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