Por: Ed. Dr. Claudia Viveros Lorenzo
Tengo una tía que hace algunos años falleció, que mi
mamá siempre aplaudía y vitoreaba porque según ella, era la mejor conductora
“del mundo, mundial” porque jamás “chocó”, nunca experimentó un accidente
automovilístico siendo ella quien llevara el volante en sus manos. No digo que
este mal haber tenido la fortuna de nunca tener que pasar por un percance, pero
si creo que hubiese sido súper enriquecedor que no se hubiera quedado sin la
experiencia de experimentar, el mal trago de estamparte con otro. Y ojo, no
estoy diciendo que debió vivir un daño físico o hacer un daño físico, no.
Quiero dejar claro, que lo que trato de exponerle, es que todos debemos
experimentar tanto cosas buenas y alguna que otra no tanto, porque estas
últimas siempre son lecciones infinitas.
No hay nada más aleccionador que un error. Yo sé que
dicen por ahí que los seres humanos somos los únicos que nos gusta tropezar más
de dos veces con la misma piedra, y puede ser, pero creo que errar es de
humanos, y errar nos vuelve a muchos sabios. Porque inteligencia hay mucha en
cada uno de nuestra especie, pero sabiduría, esa que se construye a base de
reflexión de la experiencia, esa solo quienes realmente han sabido sacarle
provecho al error, se llevan el premio.
Hay que hablar más del error, más que esconderlo, nos
debe servir de cimiento, analizarlo y hasta compartirlo para ayuda del prójimo,
aunque ya sabemos que nadie experimenta en cabeza ajena, pero no está demás que
se puedan espejear. Hay errores que nos llevan a un reseteo tan dramático que
hasta los podríamos considerar favoritos. No porque queramos repetirlos una y
otra vez, no. Sino porque nos pueden servir siempre de referencia, de brillante
lección que tuvimos que pagar con creces y que nos permitió desarrollar
habilidades y gestionar emociones de forma inimaginables. Y entonces, darnos
cuenta de la gran oportunidad que te da el errar, si le permites entrar a la
lección y si en la consciencia del crecimiento, das cabida al análisis y a
selección de información que más que victimizarnos y colocar el dedo en la
llaga, sentirnos orgullosos de haber superado las pruebas que nos trajo. Si me
pregunta le cuento que soy campeona olímpica del error. Y no me apena, me
siento súper orgullosa, y me encanta compartirlos en una especie de
storytelling en algunas oportunidades, porque entiendo perfecto que simplemente
tuvimos que conceptualizar o bautizar una situación de alguna manera, y en
nuestro español se nos ocurrió llamarles errores, pero más que el sentido
epistemológico, hay que desaprender esa posición y venerar todo lo que se pudo
en algún momento de la vida hacer y la fuerza que se tuvo para lograr
soluciones y salir adelante. Que cruel sería la vida sin errores. Aburridísima.
Incluso un error bien trabajado nos trae gran autoestima y valía porque nos
engrandece. Las decisiones malas no existen, solo son decisiones que se toman
con las herramientas emocionales que se tienen en el momento y todos los días
pueden variar, incluso si las cosas no salen como pensamos, seguramente es
porque el trasfondo será más espectacular de lo esperado y no, no es cliché.
No se estanque ni se flagele, fluya en el error,
cámbielo de perspectiva y verá como le cambia la vida.
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