A veces nada es suficiente. Muchos van por la vida
buscando algo más. La insatisfacción permanente es mucho más común de lo que se
puede imaginar. Se puede tener todo y creer que nunca es bastante y que siempre
falta algo más. Esto puede ser peligroso cuando se tienen límites
inalcanzables, pues puede acarrear amargura, sentimiento de incapacidad,
búsqueda desesperada de aprecio y constante queja por lo mal que la vida le
trata.
Pero esto más que acercarnos, nos aleja de la
felicidad.
Entonces llegan los tan peligrosos primos cercanos de
la depresión: el estrés y la ansiedad. Pues estas necesidades sociales que nos
imponen las redes sociales y el mundo globalizado de: poder, logro y afiliación
nos pueden llevar a niveles de burnout escalofriantes. La patología puede estar
marcada por ambición, agresividad, dependencia y hasta abuso maquillado con tal
de lograr el afán de liderazgo de superación de “dejar huella”.
La insatisfacción permanente también es antesala de
la envidia, que es la manifestación de la infravaloración que se tiene de uno
mismo y caer en comparaciones que no ayudan a aceptarse tal cual, dejando de
lado las posturas de victimización y reconociendo con auto empatía y
responsabilidad sus propios recursos, posibilidades y herramientas, para saber
que hacer por mejorar una situación, y entonces empezar a agradecer todo lo que
se tiene alrededor y vivir en plenitud y tranquilidad, aceptando con entereza y
dejando de lado el control y logrando la relajación que llevará a disfrutar de
pequeñas cosas.
Permítase el error y disfrute su presente, sin darse
cuenta, el discurso y su propia narrativa cambiará y esto le dará más sentido a
su vida.
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