Don Fernando Sardinas y Zavala nació en la ciudad de
Huánuco el 30 de mayo de 1842. Para la vida religiosa se le conoce como
Monseñor Alfonso María de la Cruz Sardinas, quien funda junto a Madre Clara del
Corazón de María la Congragación
Franciscana de la Inmaculada Concepción, institución religiosa que
actualmente dirige la hoy Escuela de Educación Superior Pedagógica Pública “San
Francisco de Asís”. Este hecho no extraña, toda vez que la Congregación desde
su fundación el 6 de diciembre de 1883 apostó por la educación y toda la
trayectoria de la institución ha estado vinculada al campo del magisterio.
Monseñor Alfonso María de la Cruz Sardinas fue obispo
de Huánuco y parte de su labor lo desarrolló en Huancavelica e Ica. En Chincha,
específicamente en el distrito de Sunampe hay calles que llevan los nombres de
ambos personajes.
Monseñor Sardinas se caracterizó por ser estudioso,
generoso, caritativo, espiritual, persona de oración permanente y de
personalidad deslumbrante.
Fray Sardinas está en vías de canonización. Por ello
compartimos la siguiente información que rescatamos de la página de la
Congregación:
“Sus
padres fueron Don
Manuel Sardinas de nacionalidad
española y Doña
Manuela Zavala, huanuqueña, unió así por igual nuestro futuro Obispo
Sardinas, en su persona, la sangre española y la huanuqueña, hermanando en sus
venas la riqueza espiritual proveniente de ambos pueblos, fusionados en la
misma fe que nos unen para llamar a Dios Padre Nuestro.
1º de Junio de 1842, a los dos días de nacido fue
bautizado y ungido con óleo y mirra en la Iglesia “El Sagrario La Merced” de la
ciudad de Huánuco, por el Padre Patricio Trujillo, siendo su Padrino el
Presbítero Doctor Antonio Tellechea y los testigos Don Juan Abarca y Don
Silvestre Estela. Recibió en la Pila Bautismal el nombre de Fernando, cambiado
más tarde por el de Alfonso al ingresar de religioso al Convento de Ocopa.
Perdió a sus padres a tierna edad, quedó bajo la
tutela de Don Isidro Soler quien le inculcó una sólida piedad y una tierna
devoción a la Santísima Virgen. A pesar de los cuidados de sus parientes, hubo
de experimentar los efectos inevitables de la orfandad., entonces pudo sentir y
comprender de lleno, que para el corazón todo es nada, si no se posee a Dios.
Ya adolescente de 15 años, su figura era esbelta,
alto de 1.71 m., raza blanca, cara un tanto larga y bien proporcionada, frente
amplia, ojos grandes y azules, cabellos rubios, de finos modales, de fácil y
elocuente palabra y como todo joven lleno de ilusiones e ideales y atento a la
Voluntad de Dios, como persona cristiana.
Decide vestir el sayal franciscano, atraído por la
misión que dieron los Padres franciscanos del Convento de Ocopa, en la ciudad
de Huánuco.
El joven Fernando, en el Convento de Ocopa, fue
corista estudiante y realizó sus estudios eclesiásticos tomando el nombre de
Alfonso María de la Cruz. Nunca desmintió su primera resolución; a pesar de que
los misioneros de Ocopa nada omitieron para probar su constancia.
El 1º sábado 1º de septiembre de 1866 recibió la
Tonsura y las Órdenes
Menores o Ministerios de: Ostiario, Lector, Exorcista
y Acólito.
El Subdiaconado lo recibió el domingo 2 de Septiembre
de 1866 y el Diaconado el Domingo 9 del mismo año y el Sagrado Orden del
Presbiterado el 03 de Marzo de1867 en la ciudad de Lima, conferido por el
Excelentísimo Monseñor Manuel Teodoro del Valle, primer Obispo de Huánuco.
Desde su ordenación sacerdotal, Fray Alfonso María se
dedicó con gran celo apostólico a los ejercicios propios del sacerdocio en el
Convento de Ocopa y pueblos de la Región central del Perú.
Ofreció su vida a Dios. Hombre de oración, eucarística
e hijo fiel de María Inmaculada. Confesor admirable y orador elocuente;
paciente, de gran fortaleza.
Además, fue Obispo pobre, justo y amigo de todos.
Gobernó con gran rectitud, firmeza y constancia. Siempre se mostró sensible al
arte, la poesía y la música”.
Es parte de una vida entregada a lo sagrado y cuya
biografía ya se viene difundiendo desde hace varios años en Chincha,
especialmente entre los jóvenes que han abrazado la vocación docente, pero que
también lo sabe la población en general.
Por: Víctor Campos Ñique
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